Elecciones con proscripción
El gobierno de facto y la bancada parlamentaria del MAS acordaron un llamado a elecciones y pacificar el escenario social. Cada sector cedió posiciones pero la coalición golpista impuso su petición central: prohibir una nueva candidatura de Evo Morales
El gobierno de facto boliviano, interino en términos de la coalición golpista, pactó con la bancada parlamentaria del Movimiento al Socialismo (MAS), mayoritaria en Diputados y Senadores, un cronograma electoral presidencial. La presidente autoproclamada Jeanine Áñez, ex Senadora de de Beni, promotora de la alzada separatista del oriente en el año 2008, comunicó ayer con una sonrisa en la cara la denominada Ley de Régimen Excepcional y Transitorio para la Realización de Elecciones Generales.
De esa manera, la alianza partidaria, civil y militar que derrocó al presidente exiliado Evo Morales con la biblia en una mano, y un fusil en la otra, logró su primer cometido: promover un marco jurídico que fija una serie de ítems para delinear un nuevo diseño institucional en el plano electoral. En lo concreto, de acá a fines de marzo el vecino país tendrá un nuevo padrón electoral –el golpismo insiste que fue adulterado por el gobierno destituido-, verá conformado un Tribunal Electoral con otras autoridades –los integrantes de la anterior dirección se hayan tras las rejas por haber cometido un supuesto fraude-, y además ofertará un menú electoral donde no podrán participar ni el ex Jefe de Estado Evo Morales ni el Vicepresidente derrocado Álvaro García Linera. Para eso último el oficialismo golpista justifica que los dirigentes populares recluidos en México forzaron el resultado de un referéndum ciudadano que les había negado la posibilidad de competir en las urnas; pero, además, pende sobre Evo Morales una amenaza más severa ya que el ministro de Gobierno Arturo Murillo acusa al ex dirigente cocalero de haber sido cómplice de una nunca comprobada red narco en la zona de Chapare.
Por lo pronto, el Movimiento Al Socialismo (MAS) ha manifestado de forma cautelosa su adhesión a la emergente hoja de ruta electoral. Sus líderes en la Cámara Baja y en Senadores han dejado trascender que la negociación consensuada, donde fue decisivo el monitoreo diplomático de enviados de la ONU y la Unión Europea, si bien proscribe a su máximo dirigente, corre a las Fuerzas Armadas y a la Policía del centro de la escena como actor político. De esa manera el gobierno se compromete a disminuir el patrullaje y la militarización de los territorios donde el apoyo a Evo Morales es más fuerte a cambio de que los movimientos sociales, fundamentalmente en la zona de El Alto y Cochabamba, levanten los bloqueos en protesta.
Si dicho acuerdo prospera la primera consecuencia será el surgimiento de una nueva oferta electoral. En principio, en la coalición golpista se abre una disputa entre los dos referentes de la alzada cívica militar. El catedrático Carlos Mesa, portavoz de los sectores medios urbanos, fue el dirigente más votado luego de Evo Morales en los últimos comicios. Por otro lado, Luis Camacho, el empresario gasífero proveniente de la ultraderechista Unión Juvenil Cruceñista, representa el ala dura del golpe. Sin votos en su alforja Camacho supo demostrar a la élite boliviana el haber de un activo más importante: tener el know how y los dólares necesarios para derribar al presidente indio con un plan de guerra sucia que incluyó incendio de locales partidarios, amenaza de linchamiento a familiares directos de dirigentes del MAS y regalar dinero a la población –a los albañiles les pagaba el triple de su salario diario detalló Morales desde México- para que instrumenten acciones de violencia.
Del otro lado el postevismo es una incógnita. Con sus líderes políticos y estrellas electorales en el exilio el MAS iniciará un forzado y acelerado debate de recambio dirigencial. El oficialismo derrocado optará su nueva fórmula presidencial en una discusión donde cada sector del evismo intentará hacer valer su preminencia. ¿Qué bloques conforman el MAS? Un sector representa a la dirigencia política parlamentaria y gubernamental, en esa corriente parlamentan los dirigentes que han tenido protagonismo en el Palacio Quemado o en el hemiciclo legislativo durante los tres mandatos de Morales y García Linera.
Otros sectores, que hoy lideran la resistencia en la calle a la presidenta autoproclamada, tienen su origen en los movimientos sociales más constitutivos del evismo: las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba es un pilar de ese mapa. Ese agrupamiento sindical, que reúne a los trabajadores campesinos cocaleros, el kilómetro cero en la biopic de Evo, hoy es liderado por el joven politólogo Andrónico Rodríguez, que es precisamente el llamado sucesor de Evo Morales. Por último, las comunidades indígenas agolpadas en la zona de El Alto, periferia de La Paz, también intentarán estar representadas en la nueva síntesis política que intentará construir el evismo.
El analista internacional Katu Arkonada, ex asesor del gobierno de Evo Morales, hizo una mirada interesante en su última columna publicada para el diario mexicano La Jornada en relación al nuevo escenario anteriormente detallado. ¿Podrá sobrevivir el acuerdo pactado a sangre y fuego entre la coalición golpista y la dirigencia del MAS que intenta hacer pie tras el golpe? Es imposible dar una respuesta certera apunta Arkonada: “lo popular es por definición fragmentado. Pero en esa debilidad está su potencia, y por eso la insurrección popular al golpe, como la del año 2003 en El Alto, está conformada por una red de microliderazgos regionales que ni siquiera el mismísimo Evo Morales puede controlar, mucho menos el gobierno golpista”.