El concepto de ideología comienza a tener una connotación negativa cuando Napoleón Bonaparte utiliza este término para insultar a los miembros del Instituto de Francia, sus antiguos aliados, que le quitan apoyo tras ciertos excesos despóticos por parte de Napoleón. Es en ese momento, cuando éste los apodó de ‘ideólogos’ con el significado negativo de que eran intelectuales doctrinarios, y enemigos de la Iglesia y el Estado. Como consecuencia, Napoleón prohíbe la enseñanza de la Ciencia Moral y Política por considerarla “ideología”, siendo descalificada durante la mayor parte del siglo XIX.

Actualmente, asistimos a una restitución del sentido negativo de la ideología por parte de sectores neoconservadores en nuestro país que insisten en demonizar lo que representan como ideología de género: la educación sexual integral (ESI) en las escuelas –que al postular que la orientación sexual y la identidad de género no están dados por la biología, sino que son constructos sociales- amenazaría con destruir la familia, los valores morales en post de la hipersexualización y la degeneración sexual.

Grupos vinculados a la Iglesia católica y evangélica rechazan el proyecto de reforma de la actual ley ESI sancionada en 2006 en nuestro país que impediría que sean los padres y la familia, los que elijan y supervisen (exclusivamente) los contenidos y el modo de educar sexualmente. Y argumentan que habría un Estado imponiendo contenidos morales por encima de la posibilidad de las familias de educar de acuerdo a sus convicciones. Frente a lo cual han reaccionado con marchas y campañas bajo las consignas: “Con mis hijos no te metas”, “Los hijos son de los padres, no del Estado”. “No a la ideología de género en la escuela”.

Se trata de un problema social muy complejo, ya que a pesar de que la ley de ESI tuvo apoyo en el Congreso a partir de los debates sobre la legalización del aborto, en los que había cierto acuerdo sobre la necesidad de educación sexual en las escuelas; y a pesar de que es una demanda de gran parte de la sociedad, sobre todo de jóvenes, se sigue negando el derecho “que todos los educandos tienen” a “la educación sexual integral que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos” (fragmento del artículo 1 de la ley de ESI).

Los argumentos que presentan estos grupos religiosos y “pro vida” son falaces ya que postulan que la ESI promovería el aborto, la masturbación, la promiscuidad y las orientaciones sexuales disidentes. Y por ello, se oponen a que en las escuelas lxs niñxs y jóvenes reciban educación sexual con perspectiva de género, por considerarla “ideológica”.

Mientras que, si analizamos lo que efectivamente propone la ESI a través de sus artículos y las resoluciones 43/2008 y la 340/ 2018 del Consejo Federal de Educación -encargadas de garantizar los lineamientos, los materiales curriculares y recursos didácticos, para planificar las capacitaciones y realizar un seguimiento de su implementación- podemos afirmar que lo que busca esta ley  es: una mayor conciencia de lxs educandxs sobre la autonomía de sus cuerpos, la prevención de abusos, el respeto hacia la disidencia sexual y las identidades sexuales no binarias, la reflexión sobre los lazos afectivos, el rechazo de todas las formas de violencia, de discriminación y de exclusión.

¿Por qué entonces oponerse a lo que esta ley promueve? ¿Qué esconde este rotundo rechazo? ¿Por qué obstaculizar su efectiva implementación? ¿Por qué demonizarla, siendo que es una demanda social y una necesidad irreductible de la agenda de salud pública?

En las jurisdicciones donde se implementó la ley, como es el caso de Santa Fe, se detectaron 368 casos de abusos sexuales infantiles y juveniles, incluso transcurridos muchos años atrás, lo cual coincide con aquello que han señalado las estadísticas del Ministerio de Educación de que gran parte de las denuncias aparecieron en escuelas nocturnas, donde adultxs se dieron cuenta de que habían sido abusadxs en la infancia.

Ha sido gracias a contenidos impartidos por la ESI como el conocimiento y el cuidado del propio cuerpo, la distinción entre afecto y abuso, y el reconocimiento de deseos;  muchos niñxs y adolescentes detectaron situaciones en las que se vieron violentadxs, en la mayoría de los casos en manos de un miembro de la familia. Lo que conduce por otra parte, a otra cuestión problemática: la palabra de lxs niñxs a menudo es silenciada, puesta en duda y anulada, por no considerarse legítima y -en el fondo- para preservar la “sagrada familia”.

Una serie de preguntas se tornan urgentes para interpelar a quienes se oponen a la ley ESI: ¿La “familia” debe ser preservada incluso cuando es el principal terreno de abusos sexuales? ¿Qué intereses hay detrás de la defensa de la "familia tradicional" para que la reforma de la ley genere tanta virulencia? ¿Qué “valores morales” pone en riesgo la “ideología de género”? ¿Por qué instituciones que funcionan articuladas con la familia como la Iglesia, se sienten tan amenazadas? ¿Por qué se oponen a esta ley y avalan “paradójicamente” la pedofilia, la homofobia y el castigo sobre lxs cuerpos otrxs? ¿No será más ‘ideológico’ pretender que el Estado sea neutral (no “político” ni “ideológico”) frente a una demanda social vinculada al derecho y la salud pública, es decir, irreductiblemente política?

Lo lamentable es que cuanto más tiempo pasa a causa de los obstáculos que estos lobbies religiosos ponen para implementar la ESI de manera laica e inclusiva, son lxs niñxs y jóvenes lxs que se ven negados a ejercer su derecho a una educación sexual integral. En definitiva, a constituirse de manera un poco más digna, libre e íntegra.

*Profesora, Licenciada y Doctoranda en Filosofía. Investigadora en el IdIHCS- CONICET/ UNLP. Profesora en la Universidad Nacional de La Plata.