Siempre se dijo que el trabajo dignifica pero en todos los tiempos fue complicado conseguirlo y en otros mantenerlo, en todas partes, aunque pareciera que en países como Argentina esta complejidad fuera más frecuente o a veces inacabable; de hecho los índices de desempleo y de trabajo informal sostienen estas líneas; pero más allá de los números que no son menores, está la persona y la angustia de no conseguir un trabajo o el temor a perderlo.

Si bien podría pensarse que el grupo humano más afectado es el de los adultos con familias, la problemática es más amplia y de algún modo u otro alcanza a todas las edades y personas activas, hay varias explicaciones que pueden ayudar a definir esto que sucede y para ello Diagonales consultó a la médica psiquiatra y psicoanalista Elsa Wolfberg con varios trabajos dedicados a cuestiones laborales.

En principio, para los que piensan, o mejor dicho, los que sienten que el trabajo es una carga, la médica responde que no debería serlo el trabajo es fuente de cosas muy placenteras, siempre que tenga reconocimiento; esto está muy estudiado por psicoanalistas que se han ocupado de la faz subjetiva de lo laboral y cuando hay reconocimiento aunque haya niveles de sufrimiento por el esfuerzo, se transforma en placer. El trabajo no tiene por qué ser sinónimo de carga.

De todos modos, si alguno continuase con ese pensamiento negativo hacia el trabajo, tiene en claro que el verdadero trauma es temer a ser despedido o concretamente ser despedido y ambas circunstancias son sintomáticas cuando el sujeto teme perder el empleo es muy probable que tenga trastornos corporales, sean digestivos, en la piel, contracturas, ansiedad y estrés de una expectativa incierta de futuro que por lo general se imprime corporalmente.

El nivel de estrés que genera un latente despido es muy riesgoso para la salud en general. Es sumamente angustiante estar en un lugar donde el futuro es incierto.  La persona no sabe si va a poder afrontar sus obligaciones o si puede contraer nuevas o no, esto hace a un nivel basal de salud mental. Salir de un lugar donde estaba inserto, dejar de formar parte de un proyecto laboral. Cuando eso desaparece hay un vaciamiento de sentido , explica Wolfberg.

Ahora bien, cuando la persona  es despedida la sintomatología corre el riesgo de ser depresiva. Y la doctora sostiene que una persona que sale de los circuitos de intercambio con semejantes, que pierde un trabajo que le da identidad, ubicación, vínculos, productividad, reconocimiento de alguna naturaleza queda como un eslabón perdido  y esto tiene fuerte incidencia sobre la autoestima dando síntomas depresivos decaimiento, desmotivación, introversión y pensamientos negativos.

Y por otro lado, más allá de la relación que cada uno puede encontrar con su realidad al leer estas líneas, y las preguntas que pueden desencadenar, hay otro tema apropiado a la época presente las edades y su relación con el mercado laboral. Hay cuestiones que se ven a  simple vista como la prolongación cronológica al primer empleo en la clase media, y otras que tal vez pasan desapercibidas o por alguna razón no son tan visibles el trabajo infantil.

El trabajo infantil es un enorme problema en el país y es muy alarmante. Ahora, en clase media puede ser que en familias de cierto nivel económico se prolongue el tiempo de inserción, entre otras cosas porque no abundan los trabajos, no necesariamente porque sea una decisión, es el efecto de un mercado escaso. En relación a esto, hay un millón de jóvenes de entre 18 y 24 años  que son nini , ni estudian ni trabajan porque no tienen la posibilidad.

Son todos estos temas sociales, pero es necesario encontrar respuestas en profesionales de la salud mental cuando el estado de bienestar se deteriora o bien cuando el sujeto tiene que  sortear una circunstancia adversa que lo supera, como en este caso el desempleo; de todos modos, no es usual que las personas se acerquen a los consultorios por esta razón, salvo que ya estén en un estado de depresión, comenta y finaliza la doctora y psicoanalista Elsa Wolfberg.