Este jueves cambió la dirección del viento y despejó las columnas de humo que hasta el miércoles impedían ver más allá de una cuadra de distancia. “Pero todavía hay restos de cenizas dando vueltas en el aire”, cuenta la activista ambiental Jacki Ermini, desde Rosario, donde vive y donde estudia los cambios en los humedales como parte de un grupo de investigación de la UNR. El departamento de Jacki está ubicado en el centro de la Ciudad, a pocas cuadras del Río Paraná, desde donde entró la densa humareda que afectó la salud y la vida cotidiana del millón y medio de personas que la habitan.

Broncoespasmo, dolores de cabeza intensos, irritabilidad en los ojos y en la garganta, y complicaciones para las personas con asma y con enfermedades cardíacas preexistentes son algunas de las consecuencias nefastas que produce el humo contaminante que desprenden las quemas ilegales de pastizales, según informó más de una vez este año el Ministerio de Salud de la Nación. Y lo tuvo que hacer más de una vez porque la nube tóxica se volvió una constante.  

En Rosario ya hubo una primera alarma a fines de agosto. “Esto pasa todos los años, varias veces por año, pero fundamentalmente antes de la primavera —explica Jacki— porque los productores aprovechan la temporada de lluvias que viene en esta época del año”.

Esa práctica ilegal, dice, “es ya una tradición”. Los productores —casi siempre grandes terratenientes y empresarios— buscan fundamentalmente “expandir la zona de pastoreo”, corrida a su vez por la expansión en el llano de la frontera de la soja. Y se hace “básicamente con fuego, para desmalezar y limpiar el terreno” y secar el humedal. La tierra se contrae y las lluvias hacen el resto para que la nueva flora sea consumida por los animales.

El humo entró a Rosario desde el Delta de Entre Ríos, pero las quemas abarcan a los humedales de Santa Fe y Buenos Aires. Según el último reporte del Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF), solo durante la última semana se quemaron unas 42.000 hectáreas en los alrededores del Paraná.

“Los humedales ocupan el 20 por ciento del territorio nacional. Si bien son súper diversos entre sí, en general son ecosistemas regulados por agua, por lo que almacenan ya de entrada un recurso vital para muchas ciudades. Acá en Rosario nos abastecemos de agua de los humedales. También ayudan a prevenir inundaciones, y además dan de comer: en su entorno viven miles de familias, isleños, pequeños productores, hay toda una comunidad alrededor, que es la más afectada”, dice Jacki.

“Los incendios destruyen la flora y la fauna, degradan la composición del suelo, que se compacta. La vegetación que surge no tiene las mismas características, se pierden especies, y termina por cambiar toda la composición del humedal. Todavía no hay estudios acabados sobre cuál es el impacto a largo plazo, se cree que pueden regenerarse y recuperarse, pero tampoco hay demasiada información, ya que ese aspecto se empezó a investigar hace poco, cuando empezaron las quemas. Lo cierto es que no sabemos hasta dónde aguantan”, resume sobre las consecuencias.

EL HUMO, LA CIUDAD Y LOS PRODUCTORES

El humo que llegó a la Ciudad produjo serios trastornos, lo que ayudó a que esta vez sí la noticia tomara impulso nacional, pero el infierno mismo fue el territorio quemado. “La gente que está en la Ciudad se está fumando el humo desde hace dos años de manera ininterrumpida. He visto narices que sangran, gente mareada en la calle, con náuseas en el trabajo. Ahora bien, no hay que olvidarse que las tierras de las islas están deshabitadas. Vive gente, más de siete generaciones de familias que conviven con ese ambiente particular del humedal, con su corral, pescando. Ellos están en el peor de los mundos ahora”, enfatiza por su parte Macarena Romero Acuña, Antropóloga del CONICET y militante de la Multisectorial Humedales.

“Las quemas son impulsadas por los privados y avaladas por los Gobiernos. Y están matando no sólo hoy a los humedales, sino a generaciones futuras que viven en la zona”, señala.

La responsabilidad de los grandes productores resulta ineludible. Según informó el propio ministro de Ambiente de la Nación, Juan Cabandié, solo el 5 por ciento de los incendios se producen de forma natural. El restante 95 por ciento, entonces, son intencionales. Y están prohibidos: salvo que tengan alguna aprobación de los gobiernos locales, no lo pueden hacer. La ley de Manejo del Fuego, además, prevé consecuencias penales. Pero todo sigue igual. “Si hay fuego, hay complicidad”, dispara Macarena.

El Juzgado Federal N°2 de Paraná, en Entre Ríos, inició en junio de 2020 una causa contra Rufino Pablo Baggio, el dueño de la marca de jugos que lleva su nombre y que tiene unas 30 mil hectáreas de campo en la zona. Pero no tuvo avances significativos.

El periodista de La Capital de Rosario, Juan Chummiento, publicó información oficial del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), a través de la cual pudo identificar con nombre y apellido las empresas y los dueños de terrenos de la zona donde se produjeron los focos, y cuántas unidades productivas tiene cada uno.

Aunque prefirió no señalar a ninguno en particular, el ministro dejó trascender que los focos coinciden en tiempo y espacio con estancias concretas de la zona, y que su ministerio se presentará como querellante en varias causas, tal como lo hizo anteriormente. “Pero la Justicia nunca encontró a nadie”, se excusó.

Según información de su propio ministerio, se perdieron por el fuego unas 375 mil hectáreas en todo el país en lo que va del año. 2022 ya había arrancado con una tragedia descomunal, con epicentro en la provincia de Corrientes, focalizado en sus humedales. Pero la cosa sigue, sin control.  

“Esta situación está atravesada por relaciones de poder y desigualdad. El humo llega a la Ciudad y la gente se queja y sale en los medios. Pero la gente de los territorios no es consultada y tampoco lo es por quienes hacen política pública e intervienen en esos territorios, cuyas complejidades no conocen”, profundiza Macarena.

En un comunicado de fines de Agosto, el CELS puntualizó la responsabilidad en el agronegocio sojero y brindó un panorama bastante gráfico de las consecuencias: «la pérdida de humedales también está asociada al avance del monocultivo de soja y maíz modificado genéticamente. Este tipo de producción desplazó a la ganadería de las zonas pampeanas, que comenzó a presionar sobre otras tierras para poder asentarse. Entre ellas, los humedales. Este modelo también desplazó a comunidades campesinas e indígenas, que vivían y trabajaban desde hace décadas”, dijeron.

LA LEY Y LA LUCHA

Este fin de semana, las organizaciones ambientales cortarán el Puente Rosario-Victoria. Macarena cuenta que varios productores mismos de los humedales, víctimas de los incendios, participarán de la medida de fuerza, que por ahora no será la última, ni mucho menos.

Mientras tanto, este jueves habrá un plenario de comisiones en la Cámara de Diputados. Se buscará, de urgencia, emitir un dictamen unificado sobre una Ley de Humedales. La última iniciativa seria en ese sentido había sido presentada por el diputado nacional Leonardo Grosso, luego de que perdiera varias veces estado parlamentario. Hay otros 9 proyectos en danzas, algunos incluso de la oposición. La sesión fue impulsada por el diputado santafesino Enrique Estévez, que esta semana le pidió la renuncia a Cabandié.

“Sería una herramienta importante. Podríamos tener una política a largo plazo, que sirva para regular lo que sucede en los humedales”, dice Jacki. “Pero en lo inmediato, hay un montón de normativa disponible, desde la ley de fuego hasta la ley marco de ambiente, que si se cumplieran esto no estaría sucediendo. Tenemos el marco legal, pero nadie actúa”, concluye.