Conmueve y emociona hasta las lágrimas la imagen de las manos estrechadas entre el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el Comandante Timochenko, Jefe de las FARC, poniendo fin a más de 50 años de Violencia, 220 mil muertos, 5 millones de desplazados y 35 mil desaparecidos.

Las propias víctimas y los mismos victimarios, lejos de mostrar señales de revanchismo y venganza, se encontraron en un abrazo. Tanto dirigentes como pueblo.

Lo que está sucediendo en Colombia parece una película épica de esas que cuando se termina uno siente una pequeña frustración al creer que esas cosas jamás van a suceder. Una vez más, la realidad supera a la ficción.

Siempre creí que nuestra América Latina es un reservorio de humanismo, solidaridad, cultura, amor y paz.

Así como San Martín, Belgrano, Vieytes, Simón Bolívar, Artigas soñaron y militaron por un proyecto de Independencia, Libertad, Paz y Unidad, constituyendo una potencia basada en el hombre y la cultura con gran protagonismo en el contexto mundial, lo de Colombia viene a reivindicar a aquellos y sus gestas.

El proceso de paz en Colombia jamás se hubiera consolidado sin la creación de la Unasur. Fueron determinantes esos líderes tan estigmatizados por los antilatinoamericanos como Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner y otros.

Claramente, no es casualidad que el Papa Francisco provenga de esta bendita región, pero menos que su mensaje de paz e inclusión este en sintonía con el histórico acuerdo en Colombia.

Es necesario extender sus efectos al mundo entero, que todos vean que la paz es posible por más distancias que existan y sangre que se haya derramado.

Siempre creí que lo más relevante de nuestra región y cultura, lo característico, el sello imborrable, es la cultura del encuentro, la paz y el amor.

Hoy, el mundo puede ensayar una enorme sonrisa y los hombres y mujeres de buena voluntad gritar a pulmón partido que la paz, siempre es posible, y que el amor, siempre vence al odio.
Salud Estado Plurinacional de América del Sur.