Algunos de los logros de su presidencia son, aun hoy, hitos inolvidables del período kirchnerista. Es imposible no mencionar aquellos que iniciaron el desandar de la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado, como los cuadros descolgados y la nulidad de los indultos y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que permitieron volver a caminar el sendero de la Verdad, la Memoria y la Justicia. También los relacionados con la integración con la América Latina que comenzaba a vivir su renacer populista y el histórico NO al ALCA, así como el desendeudamiento y la consiguiente liberación de las ortodoxas tutelas del FMI. 

Otros logros, como el de la obsesiva libretita y los superavits gemelos, aunque menos épicos fueron fundamentales para construir ese país normal qué solía mencionar, en el que descendieron contundentemente los números de la pobreza, la indigencia y el desempleo.

Para mi generación, la que terminó la escuela primaria en plena transición democrática a principios de los años ochenta, significó además una experiencia novedosa. Crecimos acostumbrados a que las voces oficiales sólo comunicaran malas nuevas. Salvo en aquel efímero momento de la primavera alfonsinista, escuchamos siempre a presidentes que se despacharon con deprimentes anuncios de economía de guerra, privatizaciones, olvidos, megacanjes y recortes –por no mencionar las aterradoras Cadenas Nacionales que la dictadura propalaba en nuestra infancia-. 

Con Néstor Kirchner fue diferente. En él encontramos un líder que volvía a operar sobre la realidad, sin ser arrastrado como una hoja al viento por las aparentemente ineludibles reglas de la economía de mercado y del mundo nuevo nacido al calor de la globalización y la caída del muro. Néstor ampliaba los límites de lo posible, y eso no era poco para quienes habíamos crecido en un escenario de realpolitik y decepción. Para aquellos que además somos peronistas, significaba asistir a un proceso de inclusión, solidaridad y keynesianismo, que sólo habíamos conocido por libros o cuentos de Unidad Básica. Todo esto protagonizado, además, por una amplia alianza social que aunaba a la clase obrera con las nuevas organizaciones sociales, y a lo más rancio de la tradición justicialista con sectores del progresismo vernáculo, en vibrante clave movimientista que, por si fuera poco, parecía replicarse a lo largo de la Patria Grande.

Hoy recordamos un nuevo aniversario de la partida de Néstor Carlos Kirchner, en tiempos de retrocesos, de egoísmos y odios, en los que aquel “Nunca Menos” del poeta aparezca tal vez como demasiado optimista. Sin embargo, mantenemos algo invaluable: la experiencia y el legado de su liderazgo transformador y la esperanza de que su inspiración nos permita volver a estar a la altura.

*Profesor en Historia. Investigador en las áreas de Historia Política e Historia del Siglo XX. Profesor de la materia Historia Social Contemporánea de la Facultad de Humanidades (UNLP), Historia Social General de la Facultad de Bellas Artes y de Historia Social de Argentina y América Latina de la Facultad de Trabajo Social