Mil sensaciones fueron las que recorrieron mi cuerpo cuando llegué al aeropuerto de Oahu, la isla más concurrida de Hawaii. Con la ansiedad a flor de piel y la incertidumbre por lo que vendría, aterricé en el estado número 50 de Estados Unidos en la medianoche del 5 de febrero pasado. Había volado desde Buenos Aires hasta el Pacífico solo con una intención escalar las Haiku Stairs.

Las escaleras al cielo, o "Stairway to Heaven", son unas sinuosas escaleras situadas en el corazón de Honolulu que cuentan con 3.922 escalones. Las Haiku Stairs prometen una de las mejores y más fascinantes vistas de todo el mundo y están preparadas para principiantes o grandes senderistas.

La mala noticia es que, por el deterioro de sus escalones, este zigzagueante sendero está prohibido desde 1987. Lamentablemente, al ser una actividad ilegal, puede ser multada por cifras elevadas y absurdas. El estado del recorrido es inestable e inseguro.

La travesía comenzó alrededor de las 5 am. Con mi corazón extasiado y el aire puro rozando mi rostro, subí escalón por escalón. Cada "step" que alcanzaba me revitalizaba la mente. Las cualidades intrínsecas de las cosas, ya sean reales o irreales, concretas o abstractas, se volvían más claras.

Bonaerenses por el mundo Desde las escaleras al cielo en Hawaii

El sol clarecía el día y pintaba el cielo ansioso por despertar. Solo el paisaje me revelaba una delicada sonrisa que dejaba de lado cualquier molestia física que se pudiera manifestar. 

Las insaciables ganas de llegar a la cima y ver la tierra a vista de pájaro me dominaban. El resto era insípido como un susurro de palabras que caían al olvido, como el agua que se tropieza de la montaña al vacío. El camino serpenteante y mi paso minucioso no le daban lugar en mi mente a otro pensamiento que no fuera el disfrutar el "aquí y ahora".

Quedé atónita y subyugada por el esplendor de la naturaleza auténtica. Me encontraba incrédula al estar rodeada de una exuberante creación.

El llegar no solo era apreciar una maravillosa vista, sino una nueva forma de ver las cosas. Después de dos horas, la recompensa y el lujo más grande que obtuve fue el saber que nada será blanco y negro nuevamente, que a veces la naturaleza te enfrenta al mundo tal como es, y no como te lo imaginabas. Me di cuenta de que el llegar no solo era apreciar un asombroso paisaje. La aventura real te aporta una nueva mirada, una nueva oportunidad  para sentir.

Hay cosas que valen la pena. Las Haiku Stairs son una de ellas.