Bonaerenses por el mundo Esquivando vacas en Nueva Delhi, India
Por Cyntia Laban de Ituzaingó
Mi nombre es Cyntia y tengo 31 años. Me crié en las calles de Ituzaingó, al oeste del conurbano bonaerense. Por azares del destino llegué a India hace cinco años. Perdida en las callejuelas de Delhi conocí a mi amigo y compañero, Vicky, quien me inició en su cultura, religión, me enseñó su país y su alma. Dos años después nos casamos, estuvimos viviendo en otros lugares hasta que finalmente nos mudamos a Nueva Delhi hace dos años atrás. Dedicarnos al turismo me ha ayudado a conocer y comprender un poco más acerca de esta tierra y su gente.
Esta grandísima ciudad es la segunda más poblada del mundo, después de Tokio. Cuenta con más de 25 millones de habitantes. Se divide en Vieja Delhi, mayoritariamente poblada por musulmanes, y Nueva Delhi, súper heterogénea. Una mezcla de hindúes, musulmanes, sikhs, budistas, cristianos, llenan diariamente las calles y vagones de metro.
Es muy fácil perderse por los laberintos barriales, las callejuelas son muy angostas y sin numeración. Cruzar las calles y avenidas esquivando vacas, toros y tuk tuk's es solo para valientes e indios. Las señalizaciones se encuentran en cuatro idiomas Hindi, Inglés, Urdu y Punjabi. Solo en el centro de la ciudad o grandes avenidas hay semáforos. Los famosos slums, o barrios de emergencia, son monoblocks construidos por el gobierno para gente sin hogar y con problemas financieros. El Estado entrega las viviendas, los habitantes pagan solo las primeras cuotas y luego dejan de hacerlo. Comienzan a llegar "usurpadores" y se genera el hacinamiento. Para la fuerza policial es imposible sacarlos, ya que son comunidades grandes y muy cerradas que se apoyan mutuamente.
A pocos kilómetros de estos slums, también existen los barrios privados donde sus integrantes manejan autos importados y de alta gama como Audi, Jaguar, Mercedes Benz. Sus casas no se comparan con los monoambientes anteriores, sino que son amplias y cuentan con parques y seguridad privada.
La religión tiene un papel protagónico y forma parte del día a día de cada familia india. Las Poojas hindúes (rezos) se escuchan cada mañana y tarde, al igual que los rezos musulmanes cinco veces al día. Todas las religiones conviven pacíficamente, sin agresiones ni discriminación. Los Mandir (templos Hindúes), Gurudwara (templos Sikh), Masjid (Mezquitas), e Iglesias cristianas se entrelazan y mezclan por toda la ciudad.
Con la división de castas aún vigente, el stándart social y económico es muy importante e influyente a la hora de hacer negocios, amistades, o simplemente, arreglar un casamiento. Los "matrimonios arreglados" siguen siendo moneda corriente en todo el país, sin importar religión o nivel social. Los padres de ambos novios acuerdan si el matrimonio será fructífero o no. El divorcio es muy mal visto y rechazado entre la población.
En el pensamiento popular rige la certeza que primero ocurre la boda, y luego en la convivencia, nace el amor. El amor es un sentimiento que crece día a día y se reafirma con la llegada de los hijos al mundo. Para todo indio, el matrimonio y su ceremonia es el acontecimiento más importante en sus vidas, por esta razón no escatiman gastos para celebrar la fiesta e invitar a cientos de personas entre familiares, amigos y vecinos. Las bodas duran siete días, los primeros seis días celebran por separado. Los invitados van llegando y comienzan los rituales de entrega de regalos, dinero, dulces, tatuajes temporales en henna, llamados mehndi, baños con cúrcuma y leche para darle un brillo dorado a la piel, música y danzas en vivo, y la gran comilona. Al séptimo día llega el novio montado a caballo detrás de la caravana de gente y se realiza la ceremonia religiosa con el Pandit (sacerdote hindú), donde se entrelazan collares de flores recién cortadas y dan siete vueltas alrededor del fuego encendido con ghee pura (manteca clarificada).
La vida en Delhi es algo loca pero llena de aventuras y enseñanzas, donde la paciencia y tolerancia es clave para la vida.