Hace 15 años que vivo en España y 4 años que vivo en Palma de Mallorca, por lo cual todavía estoy descubriendo esta ciudad. No lo voy a negar, me costó muchísimo adaptarme a los palmesanos, los dos primeros años fueron duros; yo venía de Madrid, una ciudad que nunca duerme, en la cual el anonimato es un valor añadido más que un pesar.

Palma es totalmente distinta, si bien es una ciudad donde puedes encontrar de todo, tiene ese espíritu de pueblo al que hay que acostumbrarse; en eso muchas veces me hace acordar a La Plata, en Palma todo el mundo se conoce directa o indirectamente.

Los palmesanos son sumamente particulares, hay que saber llegar a ellos, tardan en darte su confianza, pero una vez que la tienes, es para toda la vida. Yo creo que esto se debe, a que como es una ciudad sumamente turística (este año se esperan 3 millones de personas), los palmesanos tienden a tratar de atesorar sus costumbres, su idioma, su identidad como pueblo que muchas veces se desdibuja en las mareas de turismo que llegan cada año.

Pero qué decir, una vez que me acostumbré a que te vas a encontrar con alguien casi siempre que pises la calle, empecé a sentirme de alguna manera conectada con esta ciudad, desempolvé mi lado más platense y empecé a disfrutar de todo lo bueno que tiene vivir en una ciudad pequeña.

En Palma he vuelto a conocer a mis vecinos, a comprar en negocios de barrio, he vuelto a saber lo que es saludar gente por la calle, a poder ir caminando de un lado a otro... He vuelto a conectarme con la comunidad, he recuperado mi espíritu de pueblo, del que durante tanto tiempo renegué, porque quién no dijo alguna vez eso de La Plata, que es un pueblo grande. Yo hoy disfruto profundamente de vivir en un pueblo grande, creo que son todas ventajas.

Me gusta criar a mi hija en un lugar donde todavía se va a las casas de los amigos a tomar la leche, en el que los niños juegan en la calle, donde la conexión con la naturaleza es bestial, esa fuerza que te da el mar cada vez que lo ves.

Definitivamente, a mi Palma me dio tranquilidad y me ayudó a volver a disfrutar de las  cosas sencillas y sobre todo, me dio la oportunidad de destinarle tiempo a mi familia.