Fútbol, Messi y Maradona. Cada argentino que deambula por el exterior, lleva a cuestas estas tres etiquetas. No importa dónde sea, probablemente al decir nuestra nacionalidad nos asocien al menos con una de ellas. Solo una vez, cuando estaba viviendo en Abu Dhabi, un taxista pakistaní me nombró a Gabriela Sabatini. La excepción a la regla

Algo parecido me ocurre ahora cuando cuento que vivo en Austria. Las reacciones apenas varían entre Viena con su Schönbrunn, Salzburgo con Mozart, o incluso Australia y sus canguros. Pero cuatro años atrás, un joven austríaco intentó improvisar una nueva asociación al charlar conmigo. Estábamos en Hong Kong y la primera pregunta mochilera fue la clásica 

-    ¿De dónde sos?
-    Austria
-    ¿Viena?
-    No, Graz
-    No conozco
-    "Shvartsenega" es de la región de Graz
-    No, no me suena 
-    ¿Terminator?
-    ¡Ah! Arnold Schwarzenegger

Fue casi una epifanía descubrir lo mal que pronunciamos este apellido. Hoy ya mucha agua ha corrido por el torrentoso río Mur que atraviesa a Graz de Norte a Sur y ese joven austríaco se convirtió en mi marido. Mis malos entendidos en alemán son mi rutina diaria y de la casa natal de Schwarzenegger me separan solo un par de kilómetros.

Bonaerenses por el mundo viviendo en los pagos de Terminator

Casa Museo de Arnold Schwarzenegger en Thal bei Graz

Si bien Graz es la segunda ciudad más grande de Austria, cuenta tan sólo con unos 300.000 habitantes y, fuera del centro, el estilo de vida es muy "de pueblo". Acá, como en mi Nueve de Julio natal, la gente camina despacio y se saluda al cruzarse con el vecino. Todo de forma cortés, todo en la lengua de Goethe, pocas veces se animan a hablar en inglés. La incertidumbre de qué me habrá entendido, todavía la llevo a todas partes. Como cuando ya no puedo posponer más la ida a la peluquería y el temor -quizás algo exagerado- de salir con el pelo verde, asoma. Para hacerme entender recurro al chapuceo en alemán, muchas señas y toneladas de buena predisposición. El pelo, por suerte, siempre quedó presentable. 

En enero es invierno y oscurece temprano, a las 17.30 la noche ya se avecina. Para volver a casa, atravieso arroyos, tramos de bosques, y camino por la costanera del río Mur. Por momentos, la oscuridad es densa. Sin embargo no me da miedo. En verdad disfruto del silencio apenas interrumpido por el sonido del agua que aún no se congeló, y el de la nieve que se hunde bajo mis botas. Ahora sí, hay que caminar rapidito para entrar en calor. En lo que va del año muy pocos fueron los días en que la temperatura superó los cero grados.

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El Río Mur con su bicisenda atraviesa a Graz de Norte a Sur

Graz, capital de la provincia de Estiria, es una ciudad universitaria, sería para nosotros como La Plata. Cuando el ciclo lectivo comienza, cuarenta mil jóvenes le aportan bullicio y movimiento. Se los ve estudiando, corriendo, bicicleteando, y, obviamente, también brindando con vasos de medio de litro de cerveza ¡Prost! Los turistas, por el momento, aún no tienen esta ciudad en su radar. No porque le falte belleza. Las callecitas peatonales, con todas sus casas de tejados anaranjados hacen pensar que en cualquier momento, de cualquier esquina, puedan salir, tomados de la mano una pareja de príncipes medievales. De hecho, UNESCO ha reconocido al centro histórico como Patrimonio de la Humanidad. Pero Graz está ubicada a dos horas al sudoeste de Viena y eso la aleja de la ruta convencional de turismo en Austria que une Viena - Salzburgo - Innsbruck. Una pena para los turistas, quizás un regalo para los residentes

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Vista de la colina Schloßberg ubicada justo en el medio del centro histórico de Graz

Graz es versátil. Cada estación es un mundo. Pero la pasión por el deporte, y las actividades al aire libre permanece durante todo el año en cada austríaco. No importa el clima, no importa la edad. A mi sobrina de un año y medio le calzan los esquís y la llevan de tiro. Mi suegro de más de setenta y cinco cambió el esquí alpino por el esquí de fondo. Todo se adapta. Así también lo hace la ciudad, donde conviven palacios imperiales con tranvías modernos. 

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Esquina céntrica de Graz

El emblema de la ciudad, la colina Schloßberg con su "Torre del reloj" es también una muestra de reinvención. Hasta el año 1809 en su cima había un castillo fortificado al que el libro de los récords Guinness nombra como la fortificación más poderosa de todos los tiempos. Es que ni Napoleón la pudo conquistar. Sin embargo, Austria perdió la guerra y el líder francés se aseguró de que el fuerte sea derribado. Hoy es un fantástico pulmón verde en el centro de la ciudad. Las ruinas se convirtieron en restaurantes, bares, y hasta una parte se transformó en una sala de conciertos a cielo abierto. En su interior, sus túneles de guerra, hoy ofrecen trenes temáticos para la diversión de grandes y chicos. 

Muchos me preguntan si me aburro en un país con publicidad de gente seria y aburrida. Lo gracioso es que los austriacos hacen chistes con que los alemanes son los "fríos" y los que hablan con un acento que suena a ladridos. Para mí, lo tangible es la mezcla con la cultura italiana sobretodo en la cocina. Recuerdo el día que mi papá descubrió que la tradicional Schnitzel, es en criollo, una buena milanesa. Orgulloso y con gusto la pidió en cada salida desde entonces. 

Pero los que vivimos acá a tiempo completo, para sentirnos un poco más como en casa, recurrimos a un grupo de Argentinos en Austria. En verano, el asado anual argentino es imperdible. El año pasado casi 400 personas pasamos un día de campo donde nos dimos un panzazo de asado, vino, tango, polo, truco y baile. Cerramos la tarde empalagados con pastafrolas y alfajorcitos de dulce de leche con mate. A fin de año, los argentinos de Graz volvimos a juntarnos. 

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Día de Campo - Gran Asado Anual Argentino en Poloclub Schloß Ebreichsdorf -  18 de Junio de 2016 

Estos encuentros nos mantienen a los expatriados unidos, y así es un poco más fácil pasar el invierno.

Saludos, y &

Hasta la vista, baby.