A esta altura resulta un lugar común aseverar que, desde el pasado 20 de enero cuando Donald Trump asumiera la presidencia en Estados Unidos, se vive un tiempo de inflexión en el comercio exterior y las relaciones internacionales, en una clara transición de la multilateralidad de Obama, a la bilateralidad del nuevo Presidente.
 
En este contexto, nuestro país sufre impactos directos e indirectos de las medidas adoptadas por la nueva administración. En efecto, los directos son evidentes la suspensión del ingreso de limones y de carnes, la suspensión de las inversiones a partir de la política "wait and see" adoptada por las empresas estadounidenses, la demora en la puesta en marcha del sistema generalizado de preferencias (SGP) que habría permitido facilitar nuestras exportaciones hacia EEUU, la suspensión lisa y llana del programa de apertura de oficinas en cada provincia y en CABA para impulsar las pymes y las economías regionales en su intento de ingresar el mercado estadounidense, entre otras.
 
Pero mucho más importante que estos efectos directos, son los impactos indirectos, a partir de la decisión de Trump de poner trabas al ingreso de productos de México y China, entre otros, que originará sobrestocks que intentarán colocarse en otros mercados, principalmente en Latinoamérica, como lo confirmó el Financial Times. Es obvio que los países que estemos más atrasados en la agenda de la competitividad, somos más vulnerables.
 
Estos tiempos de amenazas y turbulencias, sin embargo, son también los que generan oportunidades que no deben ser desaprovechadas. En este sentido resulta prioritario dejar atrás políticas erráticas en materia de comercio exterior y ratificar la agenda de prioridades que tiene al Mercosur en primer lugar, al aceleramiento del acuerdo UE-Mercosur en segundo, y al acuerdo Mercosur-Alianza del Pacífico y el resto de los acuerdos como tercera prioridad
 
El reciente viaje de Macri a Brasil y las prioridades enunciadas, permiten abrigar un cierto optimismo en las rectificaciones de nuestra política comercial que, esperemos, se consoliden en el próximo viaje presidencial a España, con la misión de avanzar en los acuerdos con una Unión Europea que, al resignarse al fracaso del acuerdo con EEUU, necesita más que nunca terminar con excusas que demoren el acuerdo con el Mercosur.
 
Es prioritario entonces acentuar nuestros lazos con Brasil, principal socio comercial, pero teniendo en cuenta algunos elementos ineludibles. En particular, del total del PBI del Mercosur, el 73% lo genera Brasil y nosotros el 23%; en población, la relación es 79%-29%; Brasil sólo exporta al Mercosur el 9%, contra el 22% de las exportaciones de Argentina. En relación al vínculo con China, Brasil y Argentina tienen distinto grado de alianzas y acuerdos.  La cantidad de medidas no arancelarias vigentes y en preparación de Brasil, son infinitamente mayores que las de nuestro país, 461 contra 87, y 756 a 186 respectivamente.
 
Las asimetrías impositivas también son notorias, un exportador industrial argentino paga el 18,5, contra el 9,5 del brasileño. Y, finalmente, la inversión extranjera directa en el 2015, fue de U$S62.000 millones en Brasil, contra U$S 11.000 millones en nuestro país. Son asimetrías que deben ser tenidas en cuenta para tomar conciencia de los límites de los acuerdos posibles. Pero el reconocimiento de esas diferencias y esos límites no debe paralizarnos, sino potenciar el profesionalismo de nuestros negociadores para lograr los acuerdos que mejor contemplen nuestros intereses nacionales.