Cuando apenas transitaban escasos cincuenta días del triunfo del oficialismo en las elecciones de medio término, que auguraba un fin de año por aguas calmas para el gobierno, un cimbronazo despertó del letargo a la administración Cambiemos. El jueves 14 de diciembre, la calle y el parlamento, por primera vez desde el 10 de diciembre de 2015, se combinaron para asestarle un duro golpe a la alianza oficialista. Más allá de que días más tarde el gobierno pudo aprobar su polémica ley de reforma previsional por una mayoría que no alcanzó la mitad de la Cámara, un ambiente de derrota inundó las tiendas amarrilla.

¿Qué sucedió? ¿En qué falló el gobierno? ¿Qué debate perdió el oficialismo? Como suele suceder en nuestro país, la historia marca que los grandes triunfos electorales suelen venir algunas veces contragolpes peligrosos. Los tuvo Alfonsín luego de su victoria legislativa en 1985, los tuvo Menem tras la reelección con el 50% en 1995, y le sucedió a Cristina Fernández de Kirchner luego del resonante 54% de 2011.

Pero lo que acá interesa resaltar no son las peripecias post triunfos electorales de los presidentes argentinos, sino identificar en qué (y por qué) salió derrotado simbólicamente el gobierno en esta coyuntura de finales de 2017. Avancemos. La reforma jubilatoria ¿se trató de la primera decisión de gobierno de carácter impopular? ¿No lo fueron también la “eliminación de retenciones al agro”, la eliminación del “cepo” al dólar, los “tarifazos” en los servicios públicos, los despidos “generalizados” en el ámbito público y privado, el aumento a índices históricos de la inflación en el primer año de gobierno, el veto a la “ley antidespidos”, por mencionar algunos?

La derrota del gobierno ocurrió en el campo que hasta ese momento resultaba infalible: su política comunicacional. La llegada venturosa a la opinión pública con mecanismos estudiados “científicamente” son la pieza comunicativa del ADN macrista, desde su génesis. Esa articulación entre el “efectivísimo sintético” de sus mensajes, el presente perpetuo que ignora la historia y glorifica lo instantáneo y la reducción de la política a frases teatrales no cargadas de componentes ideológicos. Los medios más potentes del país (oficialistas todos), lógicamente alimentan esta trama y colaboran con la instalación de este esquema comunicacional. Sin embargo, la administración Cambiemos, esta vez, no encontró reemplazo a sus favoritos “la pesada herencia”, “las correcciones necesarias”. “el sinceramiento de precios”, “se robaron todo” o “los errores que se rectifican”, para contrarrestar su política de ajuste hacia el sector previsional.

La victoria electoral, tal vez, ensanchó la creencia en que todavía existían las condiciones para continuar su política de empoderamiento económico de los más ricos. No calibró el estado de ánimo popular en un diciembre siempre cargado de connotaciones políticas, y se quedó sin retruque para responder a la acusación opositora (amplificada en la opinión pública y las redes) que en Modo Pro dictaminó se roban la plata de los jubilados”. El efectivísimo discursivo de la fuerza de gobierno brilló por su ausencia en esas jornadas de diciembre. Y quedó al desnudo, entonces, la represión lisa y llana. Parafraseando el dicho popular: “bolsillos flacos, mata política comunicacional”. La poda a los ingresos jubilatorios y a los destinatarios de la AUH tiene una densidad tan real y traducible a la vida cotidiana, que ningún mensaje efectivista pudo con semejante herida a los derechos adquiridos en los últimos años. 

¿Significa esto que a partir de ahora comienza un proceso de indetenible deterioro de la imagen del gobierno? No lo afirmamos. Tampoco lo descartamos. La destreza comunicacional del gobierno estará en evaluación en los próximos meses. Una política de ajuste estructural como la que se embarcó el macrismo con mayor fuerza desde su victoria parlamentaria requiere mecanismo aceitados de comunicación para poder resultar creíble en la sociedad. De no existir este montaje cuidadoso y cuasi cinematográfico quedaría al desnudo una política antipopular y de escasos beneficios para mucho más de la mitad de la sociedad. El “futuro venturo” que le espera a la Argentina como horizonte (y destino lejano) a transitar, tiene un conjunto de estaciones que el gobierno reclama “caminarlas con mucho esfuerzo”. La colisión entre esas expectativas (futuras) y la realidad de los bolsillos (presentes) será un partido en el que el macrismo deberá mostrar habilidades discursivas para no perderlo por goleada.  

*Doctor en Ciencia Política (UNSAM), Docente de la UBA y FLACSO. Twitter: @MJCFraschini