La crisis desatada por la pandemia COVID-19 agravó innumerables problemas que ya estaban presentes en la Argentina. Estamos frente a una crisis de sostenibilidad que se manifiesta bajo el aspecto económico y social. Estos aspectos están relacionados y se encuentran determinados por los modos de producción actualmente existentes.

La crisis económica se manifiesta principalmente en la restricción externa. La economía argentina para poder funcionar necesita generar divisas, los dólares para que las exportaciones sean mayores que las importaciones y lograr estabilidad macroeconómica. La Argentina acarrea este problema desde el año 2012 cuando el modelo implementado durante el período 2003-2015 comenzó a mostrar sus limitaciones. Asimismo, los datos son contundentes con respecto al modelo adoptado posteriormente en el periodo 2016-2019: la Argentina entró en recesión en 2018 y en una profunda crisis de endeudamiento externo.

La crisis de producción es alarmante y se manifiesta principalmente a través del cierre de empresas. El ciclo recesivo que se abrió en el año 2018 dejó un saldo de 24.537 empresas cerradas hasta el año 2019. Mientras que, durante el año 2020 signado por la pandemia, cerraron 15.794 empresas. Estamos siendo testigos de una impactante destrucción del aparato productivo.

La crisis social se manifiesta a través de las altas tasas de informalidad, precarización laboral, desempleo y desaliento. Hay una imposibilidad persistente para crear empleos de calidad. El modelo que prevaleció durante el período 2003-2015 mostró capacidad para crecer, reactivar la industria y generar puestos de trabajo hasta el año 2012. Pero, aun así, la mitad de la Población Económicamente Activa no pudo ser plenamente incluida a través de empleos de calidad. Posteriormente, durante el periodo 2016-2019 se agravaron todos los problemas del mercado de trabajo. Esta incapacidad para generar empleos de calidad repercute en los altos niveles de pobreza que al segundo semestre de 2020 alcanzó al 42% de la población.

La crisis de sostenibilidad tiene una causa política más profunda: la indefinición de un modelo de desarrollo. Si consideramos que en gran parte un país es lo que produce, surge la pregunta, ¿qué queremos ser en materia productiva? Esta es la base material de lo que se denomina como “grieta”, o mejor dicho, antagonismo en nuestro país. Hay dos racionalidades políticas, “populismo” y/o “república”, que se han configurado a la luz de tradiciones históricas de la Argentina y que expresan el conflicto actual acerca de cómo generar riqueza. Mientras el “populismo” recrearía la tradición industrialista con inclusión social, la “república” recrearía la tradición agroexportadora con matices liberales y conservadores.

Lo que está en juego es el perfil productivo de la Argentina. La pandemia ya no deja margen para que siga en alza el cierre de empresas, para que aumente la exclusión en el mercado de trabajo y para que suba la pobreza. Un acercamiento de posiciones es vital para comprender la necesidad de generar divisas, que las proporciona principalmente el sector agropecuario, y la necesidad de motorizar desde el estado encadenamientos productivos para agregar valor y no caer en una economía reprimarizada.

Dicho acercamiento de posiciones, institucionalizado actualmente a través del Consejo Económico y Social, debe comprender los cambios de tendencia que se están produciendo a nivel global en el marco de la pandemia. Los planteos de muchos organismos internacionales, del papa Francisco y el paquete de medidas que implementará Joe Biden en EEUU muestran una etapa de mayor protagonismo estatal en la economía. En esa línea, se destaca el avance en la agenda social acerca de cómo abordar las desigualdades a partir de impuestos a las corporaciones y a las grandes fortunas, y el avance en la agenda medioambiental acerca de cómo producir reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.

El Consejo Económico y Social es una oportunidad vital para comenzar a diseñar el posicionamiento productivo de la Argentina pensando en la pospandemia. Desde este marco, es necesario el diseño de políticas públicas de largo plazo, capaces de integrar sosteniblemente la necesidad de generar divisas, diversificar el aparato productivo, y generar empleos de calidad y trabajo digno de manera equilibrada con los compromisos medioambientales asumidos por la Argentina en el marco del Acuerdo de París.

*Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales e Investigador de CONICET. Mis investigaciones se inscriben en el campo de los estudios del trabajo. Autor del libro "La hegemonía del capital" (Ed Teseo)