Como sustento filosófico, tanto la Constitución de Ecuador (2008) como la Constitución de Bolivia (2009) retoman las nociones indígenas del Buen Vivir, que designan la vida armoniosa entre los humanos y la naturaleza. La Constitución de Ecuador asume además a la Pachamama como sujeto de derechos, lo cual supone que esa naturaleza tiene valores intrínsecos, independiente de los intereses de los humanos.

El Buen Vivir es un bienvenido gesto de restauración simbólica de pueblos que han sufrido una persistente colonización. La potencialidad que esta noción nos ofrece resulta indudable y de ello dan cuenta no solo los trabajos de prestigiosos colegas latinoamericanos sino las apropiaciones de dicho concepto por parte de diversos movimientos sociales en nuestro continente. El Buen Vivir puede actuar como una brújula para consolidar vínculos más armoniosos de los hombres entre sí y con la naturaleza la utopía de un nuevo convivir.

La vastedad del tema merece un trabajo aparte las diferentes acepciones del Buen Vivir; las alianzas entre ONG locales e internacionales en la promoción de estos nuevos derechos; las implicancias sociopolíticas de estas innovaciones jurídicas en el contexto de Estados plurinacionales; las contradicciones entre el "espíritu del buen vivir" y las metas extractivistas de Bolivia y Ecuador.

Si bien resulta promisorio retomar la objetivación de la naturaleza que proviene de una cultura subalterna, interesa preguntarse por las formas en que esta se pone en juego en proyectos de dominación que eventualmente subsumen esos saberes. En tal sentido, aún es prematuro evaluar si las nuevas inscripciones de las nociones del Buen Vivir han de proveer un horizonte emancipador.

Nosotros, los animales humanos, estamos sancionando la Constitución y no estamos exentos de que algunas aplicaciones prácticas de esa ley puedan atentar contra la dignidad de algunos grupos humanos o reproducir la desigualdad. Apelando a la protección de todos los seres vivos podrían imponerse restricciones en los usos de los territorios o prohibirse prácticas de caza y pesca que organizan las posibilidades de supervivencia de sectores subalternos. En nombre del Buen Vivir de una nación pueden implementarse políticas extractivistas en tierras indígenas sin el consentimiento de esas comunidades, violando su derecho de autodeterminación. Un conjunto de prácticas y saberes populares bien puede ser enaltecido al mismo tiempo en que es ignorado en sus aspectos fundamentales.

El paso del antropocentrismo al biocentrismo no solo es una apuesta del Buen Vivir, sino una reivindicación compartida por diversos colectivos ambientalistas. No alcanza con idealizar el paso de una visión antropo a una bio dicha transición no necesariamente ocurre, ni persigue relaciones de mayor equidad. Resulta insoslayable observar en cada caso qué colectivo humano es portador de esa visión; cuál es su posición en la estructura social; cómo esa visión se corresponde con determinadas políticas; y de qué modo ésta es impuesta o no a otros grupos. No estamos exentos de que supuestas políticas de dignidad hacia todo lo viviente terminen legitimando nuevos rounds de opresión o neocolonialismo hacia los humanos.