En los últimos meses, políticos, empresarios y sindicalistas han sido detenidos por causas relacionadas a sus ingresos y delitos de corrupción. La sencillez de la celda pasó a reemplazar las cómodas habitaciones con vista al mar o la pradera, vacíos pasillos sustituyeron los viajes en lujosos autos y los almuerzos de negocios se transformaron en charlas filosóficas con compañeros casuales.

El poder y la riqueza acumulados eran de gran escala. Y la detención un escenario tan impensado como demoledor. Por eso Diagonales, conversó con la psiquiatra Nora Leal Marchena, miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos , para entender qué sucede en la psiquis de quienes estuvieron en condiciones de poder y riqueza altos y pasaron a través de  la cárcel a una vida sin todo ello.

La doctora  aclara, ante todo, que el poder es transitorio y que muchos pueden tenerlo, pero también perderlo y a pesar de darse en distintos niveles o jerarquías, la sensación de poder puede ser la misma en todos los casos. “Como podemos estar arriba, también podemos caer por distintas cuestiones, ya sea por cuestiones propias de la biología, porque estamos viejos, porque enfermamos o porque surgió otro y perdimos ese lugar”.

“Entonces uno puede manejar bien la situación de poder cuando entiende que no es propio, cuando entiende que es algo que transitoriamente está pasando. Muchas veces, quien tiene una situación de poder  y aún en los niveles más pequeños, teniendo el poder sobre la mucama que trabaja en la casa, siente la soberbia de no entender que un día pueden estar del otro lado. Nadie tiene comprado nada”, explica Marchena.  

Es gente que se siente intocable y que se olvida de su vulnerabilidad que como todos, la tienen.  “Se cree Súperman”, dice Marchena y agrega que su bajada es un golpe muy duro y se la puede ver absolutamente abatida; pero que, cuando la persona tiene capacidad intelectual, recursos internos, se puede ir acomodando a su nueva situación, aunque lógicamente haya pasado un momento inicial de depresión importante.

“Esta persona puede leer, puede escribir y mientras elabora el duro golpe se va reacomodando a las situaciones, empiezan a tener actividades. El proceso creativo compensa cualquier angustia y la gente con recursos internos tiene formas de acceder a ese proceso creativo”, explica la psiquiatra en relación a la evolución de la estadía en la cárcel, el nuevo y jamás pensado hogar.

Y si bien, nadie se puede olvidar de la experiencia carcelaria -aunque cada persona es un mundo-, a algunos, este proceso reflexivo les sirva para después cuidarse mucho y repensar su lugar de poder, porque no les ha faltado nada, les ha sobrado en todo caso, dice Marchena y concluye diciendo que de todos modos, la posibilidad de no abandonar el lugar de poder antes alcanzado siempre existe.