Mismo título, pero otra película. No es Catherine Deneuve la protagonista sino Donald Trump. ¡Vaya diferencia! Pero vamos a las similitudes. Aquel fue un film triste, donde una pareja busca la salvación de uno de sus hijos -con una enfermedad terminal- engendrando a otro que pueda ser compatible para la donación que se necesita de manera apremiante. Tal vez no tengamos que lamentar enfermedades ni mucho menos engendros para este nuevo período político que se inaugura, pero convengamos que los auspicios no son nada positivos.

Hoy 20 de enero de 2017 asume en Estados Unidos el Presidente número 45 con menor imagen positiva de todo este siglo. ¿Es determinante esto? ¿Nos quiere decir algo? Sí, varias cosas. Primero, es que la imagen positiva tiene tanto peso como las encuestas de boca de urna que brotan los días de elección y que, al igual que el pronóstico del tiempo, casi nunca aciertan. Y segundo, que aquel Donald bravucón de la campaña no solamente no se apagó, sino que arremete como si estuviera poseído de síndrome de Hubris.

Sin dudas, este nuevo gabinete repleto de figuras empresarias viene a sacar provecho de cada uno de los heridos en combate que la nueva administración generará. Sin latinos a la vista en puestos de decisión, la política hacia latinoamérica es algo más que incierta. No constituye un buen maridaje una derecha recalcitrante con otras derechas ortodoxas creciendo en el mismo continente y con tanta disparidad de tamaño.

En tanto comercio, este repliegue de América Latina y del Caribe puede hacer que ingrese con alto perfil la economía de China, el nuevo gran enemigo de Estados Unidos. Nada bueno saldrá para nosotros. No será inconveniente para esta política que se deje a Venezuela que se estrelle con Maduro y sin una oposición unida, menos aún congelar nuevamente a Cuba. No hace falta mencionar aquí la suerte que le espera a México cuando le empiece a aparecer humedad en el muro y no haya un consorcio donde pueda ir a quejarse.

Trump seguramente hará alarde de su austeridad (les encanta jactarse de ello a todas las derechas que vienen a administrar bien lo que los otros hicieron mal), pero todos sabemos que no le saldrá como espera. Que buscará mostrar autoridad, pero será autoritario. Que reúne a los mejores, pero serán los fusibles más débiles a la hora de ceder ante las presiones y salvar al rey de algún jaque. Los actos y desfiles tradicionales serán de menor envergadura que los de Obama, habrá menos gente y mayor seguridad. Todo esto es de manual, no hace falta ir a un tarotista para predecirlo.

Ahora bien, el interrogante a dilucidar es si alguna vez esta derecha, la que casi está pegada a la pared, que repite su manual una y otra vez, podrá realmente mejorar la calidad de vida de los norteamericanos (de todos, no solamente de los blancos y puros o los que tienen su Green Card) sin morir en el intento. El problema será que ese deceso deberá multiplicarse por millones a lo largo de todo el planeta.

No hay dudas que Trump actúa como el ungido para el renacer yankee. Tal vez la duda sea si actúa o si verdaderamente cree serlo. No sería la primera vez que un actor es fagocitado por su personaje. No vale spoilear el final de una peli, menos si esta aún no comenzó. Por eso deberemos estar atentos durante todo el desarrollo, muñidos de un gran balde de pochoclos, y ver si la comedia termina siendo un thriller o un drama con momentos de terror.