Las fechas son importantes. No son todo, pero son importantes. Recordamos nuestros cumpleaños y los de nuestros seres queridos, los fiestas patrias, los feriados y los motivos que los originan, aniversarios de bodas, de noviazgos y de fundaciones de empresas e instituciones. También de los hechos trágicos. Los números redondos ejercen asimismo una fascinación extra, tienen magia.

Veinticinco años es un número redondo y fuerte. Cuando los cumplí, mi primo menor me cargaba "estás viejo, un cuarto de siglo", me decía, y entonces sonaba a mucho. Desde que me lo decía, pasaron unos cuantos años, me di cuenta que como edad no era tanto, pero hoy ese número mágico pasó a ser en este caso un número de una magia negra, nefasta.

Son veinticinco años desde que una bomba mató 29 personas en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Un cuarto de siglo desde que el terrorismo internacional clavó sus garras en una Argentina que no lo esperaba ni estaba preparada para semejante hecho. La mitad de medio siglo desde que los extremistas, como si no les alcanzara con atacar a Israel y hacer estragos en Medio Oriente y Europa, posaron sus ojos en la entonces lejana Sudamérica para saciar su sed de sangre inocente, o cebarse con ella. Veinticinco años sin justicia por el atentado a la embajada de Israel. Esa Justicia la exigimos y ese atentado lo recordamos hoy.

El ataque fue atroz, pero pese a ello siempre supimos que tenemos la obligación moral de seguir siempre hacia adelante. Tenemos pensamiento, poseemos memoria y la obligación ética de recordar lo ocurrido, a las víctimas, y exigir justicia hasta que todos los culpables sean juzgados y condenados. Debemos reclamarla a la vez que luchamos por la paz. Tenemos que impedir que el extremismo islámico logre sus objetivos de violencia y destrucción, lograr que quienes queremos paz y justicia las obtengamos, y que nuestro país no sea nuevamente víctima del terror foráneo ni de sus cómplices locales.

Podemos usar, en el buen sentido, esta fecha para que el atentado permanezca en la agenda y no muera en el túnel del olvido, y aprovechar el impulso para que sea un tema cada día, para que cuando pasen semanas y meses se continúe hablando, que los responsables de investigar y juzgar lo hagan, y que quienes deben garantizarles medios para lograrlo se los garanticen. En Argentina somos fuertes en la memoria y en el afán de justicia. Esa fortaleza tiene que lograr que, tarde o temprano, responsables y culpables reciban el justo castigo en el marco de la ley. En la medida de que cada uno ponga su granito de arena, estaremos colaborando para lograrlo, y lo lograremos.