La etapa que dio comienzo en noviembre a 2015 produjo cambios manifiestos en la dirección de la política económica. Para las nuevas autoridades, el diagnóstico de la herencia recibida incluía un conjunto dañino de distorsiones entre las que sobresalía el "cepo cambiario", y una inestabilidad de precios producida por un déficit fiscal elevado que se financiaba principalmente con emisión monetaria. Las decisiones se concentraron entonces en remover estas distorsiones y ajustar la evolución de la cantidad de dinero por la vía de una suba de la tasa de interés.

No es la primera vez que en Argentina se produce una modificación brusca en el rumbo de las políticas económicas. A principios de los 90s la hiperinflación obligó a revisar completamente el marco macroeconómico, y lo mismo ocurrió luego de la crisis de 2001. En ambos casos, las nuevas políticas lograron producir una rápida recuperación. En 2015, sin embargo, no se observaron los mismos resultados. El gráfico siguiente ilustra los tres casos. Tomando como punto de partida el punto mínimo de cada crisis (igualado a 100), se advierte que tanto en la salida de la hiperinflación como en la de la convertibilidad se produjeron fuertes expansiones del producto en los tres años subsiguientes.

Esperando hacer la diferencia

Estimando un crecimiento de 3% anual en 2017 y 2018, la evolución posterior a 2015 es bastante inferior. Por supuesto, la razón de esta lenta recuperación es que 2015 no fue ni de lejos un año de crisis profunda y terminal como las otras dos. En realidad, la economía presentaba desde 2011 una suerte de "letargo" con crecimiento promedio bajo y un "miniciclo" económico de dos años de duración, con expansión en los años impares.

Una comparación más adecuada podría ser con el último ciclo de dos años. Concretamente, comparamos la evolución del PIB mensual (EMAE) en dos períodos noviembre de 2013 a marzo de 2015 por un lado (la última devaluación del gobierno anterior), y noviembre de 2015 a marzo de 2017 (la devaluación derivada de la unificación cambiaria). El gráfico siguiente ilustra esto, partiendo de 100 en ambos casos.

Esperando hacer la diferencia

La dinámica durante ambos ciclos es casi idéntica. La evolución macroeconómica, por alguna razón, todavía no tomó nota de los cambios en las políticas. La visión optimista es que las medidas tomadas permitirán, tras el lastre inicial, un crecimiento de mediano plazo más bajo en promedio que los observados en otras recuperaciones, pero que se sostenga durante más tiempo. La pesimista es que la economía siga en esta especie de limbo durante varios años más.

La visión (optimista) de las autoridades aduce que la lucha contra la inflación debería resultar, tras un breve período recesivo (en 2016), en una mejora en la capacidad de expansión de mediano plazo de la economía. Sin embargo, la inflación todavía no se ha terminado de "despegar" de su símil cíclico del gobierno anterior. El gráfico siguiente compara la dinámica de los precios subyacentes (sin tarifas) del IPC CABA entre noviembre 2013 y mayo de 2015; con la del período noviembre de 2015 a mayo de 2017, partiendo en ambos casos del mismo valor (100).

Esperando hacer la diferencia

El IPC CABA subyacente, que como dijimos no incluye tarifas, tampoco exhibe diferencias apreciables en los dos períodos. Es difícil identificar las razones por las cuales modelos tan distintos han reportado dinámicas tan parecidas. Tal vez las transformaciones de política no son las requeridas, o es necesario encarar estrategias más profundas para alcanzar un desarrollo sostenido y estable. La hipótesis más espeluznante es que la economía argentina haya ingresado en una lógica cíclica propia independiente de las decisiones de política económica. O quizás, estamos siendo exagerados y debemos observar otros datos antes de apresurarnos a sacar conclusiones.

En cualquier caso, será necesario esperar por una diferencia significativa que, de una vez por todas, nos deposite en el sendero del desarrollo.