La única forma de llegar: el golpe de suerte

Todos lxs días, la inmensa mayoría de lxs argentinxs, nos levantamos a trabajar. Trabajar de las distintas formas en que la organización capitalista de nuestro país nos permite: trabajadores  inscriptxs, manuales, administrativos, técnicos, de cuello blanco, trabajadores monotributistas al límite de la informalidad, trabajadores informales, trabajadores cuentapropistas, trabajadores cooperativos, trabajadores “planeros”. Todos, de distintas formas, son convocados a la vidriera del consumo, cada día más diversificado, cada día con más variedad y cada día con menos cosas que se puedan consumir. Casas, autos, viajes, salidas, altas gamas por donde se lo mire, pero solo se lo puede mirar. Falta el cartel de “no toque la mercadería si no va a comprar”. La contracara es que los ingresos de esos laburantes, día a día, están más cerca de los consumos de subsistencia. Pero inclusive, el porcentaje ínfimo que puede ahorrar, ve que sus ahorros no sirven para consumir eso que el sistema incentiva todos los días. La única manera de llegar mínimamente a lo que el sistema exhibe impunemente, es un golpe de suerte, un Generación Zoe cualquiera.

El camino individual

La filosofía  que esgrime este sistema maravilloso, que produce tanto como para saciar a toda la humanidad, pero solo sacia a las minorías “desarrolladas”, es la meritocracia que la burguesía esgrimió en contra del feudalismo  para exigir que las diferencias no podían ser sangre, que había que dejar que todos puedan probar según sus “cualidades”.  Hoy la meritocracia es más una forma de separar a los que llegaron, a los pocos que llegan, de los que nunca van a poder llegar. Hoy en día la meritocracia se concentra en un polo de la sociedad, que transfiere los “méritos” como antes se transfería la sangre azul de generación en generación.

Por otro lado, la meritocracia también es la barrera contra el Estado y la sociedad, es el individuo que merece contra los organismos colectivos que le quitan. Así, como el estatismo estalinista termino pulverizando la creatividad individual, el ultra individualismo surgido inevitablemente de su caída, está pulverizando la posibilidad de sociedad.  El hombre es un ser social (gregario); sin sociedad no hay hombre y por lo tanto, tampoco habrá individuo.

La desesperación

La hipercomunicación hace que el tiempo pase volando. Entre la mensajería instantánea, las redes (Twitter, Facebook, Instagram, TikTok) la vida fluye en segundos. Mucho que recorrer, poco tiempo para hacerlo. El éxito pide urgentemente su realización, y por cada uno de los que sale del gris mundo de la rutina de la carencia, millones perduran en él. El tiempo sigue corriendo, y no se llega. La desesperación, o sea la desesperanza, o sea un mundo sin esperanza sobreviene.  Esa forma, genera una subjetividad irascible: todo lo que me rodea impide que mi éxito se realice. Sobre todo la política, el Estado, la sociedad. La búsqueda de chivos expiatorios que impiden el camino al éxito, el consumo  afiebrado, cultivan la cultura del odio. No parece ser la forma en que nos relacionamos, la forma en la que decidimos colectivamente organizar la sociedad, llamada vulgarmente sistema capitalista – mercado centrista, la que generan estas frustraciones; sino los contrapesos del mismo (Estado-Nación, la sociedad, sindicatos, organizaciones sociales) los culpables de todo.

La pirámide

Nada más claro y más obtuso que nuestra rutina. La vemos todo el día, todo el día la padecemos, pero poco podemos decir de por qué decidimos reproducirla día a día. “Lo esencial  es invisible a los ojos” decía El Principito, y la rutina es lo esencial, pero no es invisible. El sistema piramidal nos muestra que lo importante siempre es el de arriba, el de arriba nunca pierde, y aumenta su base constantemente, se alimenta de su base.  Generación Zoe parecía mostrar un sistema que se preocupaba por el “inversor”, lo acompañaba, lo “coucheaba”. Pero debajo del palabrerío estaba la pirámide, ese ordenamiento jerárquico y estanco de nuestra realidad. El de arriba se eterniza arriba y el de abajo, siempre puede estar más abajo. Como el sistema, nos mostraba los casos de éxito, contaba billetes verdes, autos importados , casa en los countries , y movía sueños de soluciones inmediatas a una realidad individual que quería ser cambiada. Muchos comunicadores sorprendidos por las estafas piramidales, pensando poco lo que vivimos todos los días: Nuestra sociedad solo quiere el dinero, que se traduzca en éxito. No importa cómo, ni a qué precio. 

*Licenciado en Sociología, Doctorando en Ciencias Sociales, Docente de la UBA y la UNDAV. Coordinador de Grupo de Estudios sobre Marxismo e Historia Argentina en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Integrante del Centro de Estudios Nacionales y Sociales Arturo Jauretche. Publicó su primer libro “Mi Barrio y Latinoamérica”. Twitter: @Pablolopezfiori