Me preguntaron qué tiene de izquierda y de derecha este extraño fenómeno de la pandemia. Es una buena pregunta, difícil de responder en corto. Empecemos por precisar qué cabe entender por esos dos conceptos políticos tan esquivos. Usualmente se identifica a la derecha con el orden establecido y el ejercicio del poder. Contrariamente, la izquierda se opone a ambos.

Esto no es todo: en un plano intelectual, la derecha tiene una actitud más comprensiva respecto de las formas que adoptan las relaciones económicas, políticas y sociales, y tiende a legitimarlas. La izquierda en cambio posee una actitud más crítica, tiende a ver injusticia y/o explotación en esas relaciones, e imagina formas de orden político, social o económico alternativas: más igualitarias, más emancipadas, más justas.

Hasta ahí todo es claro. El problema es cuando la izquierda toma el poder: en la medida que tenga un plan revolucionario o muy ambicioso de reformas, todo poder le será escaso. Necesitará una máxima concentración de capacidad operativa para realizar los cambios: “todo el poder a los soviets”, era la consigna de los bolcheviques a mediados de 1917. Después la suprimieron, porque el poder debía ser ejercido por el partido.

Usualmente las revoluciones están asociadas a acontecimientos críticos en la vida de las sociedades: crisis económica, guerra, devastación. Estos acontecimientos permiten concentrar mucho poder y aplicarlo sobre una sociedad desquiciada, disminuida en su capacidad de resistencia y aferrada a quien pueda restablecer el orden perdido. Con las (enormes) diferencias del caso (que sólo la falta de todo sentido histórico puede ignorar), la actual pandemia ha llevado a la mayoría de los países a una situación parecida.

Vemos al Estado avanzar sobre el control de las diversas formas de la vida social, de las instituciones, de las libertades individuales, los datos personales, la propiedad privada.

Muchos pensadores de izquierda se ilusionan con este escenario: parece que se estuvieran dando las condiciones para un tránsito revolucionario hacia sociedades más justas, más emancipadas, más igualitarias. Lo que no consiguió el sujeto histórico por excelencia del marxismo –el proletariado- ni sus disminuidos sustitutos –minorías culturales o sexuales, sectores sociales subalternos, pueblos originarios- lo estaría obrando el coronavirus.

La pregunta es por qué esta inédita concentración de poder del Estado, paralela a la destrucción de riqueza y trabajo a escala planetaria, debería canalizarse en el sentido que imaginan estos intelectuales. Como si las fuerzas de la izquierda hubieran estado esperando una oportunidad como esta para poner en marcha su agenda revolucionaria.

Por otra parte, hay una izquierda moderada y democrática que no deja de ver con preocupación esta concentración de poder y observa aterrada ese avance sobre las libertades individuales y la vida social: sabe que no es fácil dominar al monstruo después de que se lo alimente sistemáticamente para que gane peso y fuerza. Sabe también, por otra parte, que los vaticinios en torno a la crisis del capitalismo son un vicio de apreciación recurrente en determinados sectores ideológicos. 

La derecha, por su parte, es más cauta respecto de lo que puede suceder y las posibilidades reales de operar cambios en el mundo posterior a la pandemia. Parecería que la situación favorece a las viejas derechas nacionalistas, que podrían entusiasmarse con la defensa por parte del Estado Nación de las propias comunidades ante el avance de una pandemia vectorizada por la globalización. La verdad es que más allá de las primeras medidas preventivas, no hay respuesta razonable en el aislamiento y la confrontación con otros países.

Las derechas liberales procapitalistas son quizá las menos proclives a pintar panoramas más optimistas de la pandemia y lo que le seguirá. El mundo será más pobre y más fragmentado: muy pocos sectores saldrán beneficiados y será necesario restituir o defender libertades.

La distinción izquierda-derecha sirve para clasificar posiciones diversas dentro del espacio político. Pero quizá la pregunta más urgente, el problema político principal a escala global no está directamente relacionada con ella, sino con el escenario que muestra 1) la combinación entre la concentración de poder en manos de los estados 2) el aumento de poblaciones sanitaria y económicamente vulnerables y 3) gobiernos con tendencias al populismo.

En tal contexto las diferencias entre izquierda y derecha podrían no ser tan relevantes.

*Profesor de Filosofía Política. Twitter: @HGhiretti