Este maldito virus lleva ya un año trastocando la vida de millones de habitantes del planeta, afectando la salud, la economía y la sociabilidad de la población de todos los países del mundo.  Se trata de un fenómeno tan total, que puede dar la sensación de que nos ataca a todos y todas por igual,  que nos engloba en una realidad homogénea a escala global. Pero ya se ha señalado con insistencia: el impacto de una hecatombe sobre una sociedad desigual produce más desigualdad.

Pongamos entonces la lupa en un territorio cercano, pero no por ello bien conocido: el Conurbano Bonaerense. Hace ya muchas décadas que se habla de la problemática social, económica y política de esta enorme ciudad metropolitana, un debate que suele basarse más en mitos e imágenes mediáticas, que en información precisa acerca de las condiciones actuales. Por ello, hoy es más necesario que nunca analizar con pertinencia qué impacto está produciendo la pandemia en esta región.

Cabría desarmar este análisis en dos interrogantes, complementarios, pero diferentes. El primero refiere al impacto en la situación social y económica: ¿cómo ha afectado la crisis sanitaria y económica a las condiciones de vida de su población? El segundo eje apunta a identificar las respuestas, las acciones que están desarrollando los actores estatales y sociales para mitigar estos efectos.

La problemática socioeconómica del Conurbano Bonaerense es sin duda compleja, pero podría quizás resumirse en dos condiciones estructurales. Por un lado, una extendida vulnerabilidad socioambiental – cerca de un tercio de las familias habitaba viviendas deficitarias, alrededor de un cuarto no tenía acceso a redes de agua potable en el 2010, y más 300.00 familias residen actualmente en barrios informales que enfrentan situación de carencia crítica-, que contrasta con las condiciones de los barrios cerrados y enclaves de altos ingresos, que también se multiplican como islas valladas dentro del paisaje urbano.  Por el otro, un mercado de trabajo históricamente informal – previo a la pandemia, se estimaba que aproximadamente un tercio de los/as trabajadores/as del Conurbano no contaba con derechos laborales,  previsión social, ni otra cobertura de salud que el sistema público-, explica, en buena medida, que el 47% de la población se ubique bajo la línea de pobreza a comienzos del 2019. (observatorioconurbano.ungs.edu.ar)[1]  

¿Qué panorama podríamos encontrar hoy, después de casi un año de pandemia y cuarentena, en estos aspectos? Lamentablemente, no contamos con suficientes relevamientos de datos, que puedan dar cuenta con precisión de los cambios generados por esta crisis en las condiciones habitacionales. Sin embargo, algunos estudios cualitativos, también publicados por el Observatorio del Conurbano, ponen en evidencia las críticas dificultades para cumplir con el confinamiento hogareño y con la higiene indicada en viviendas en malas condiciones, con agua no segura, y hacinamiento. Se agrega a estos problemas, el brusco corte en los ingresos laborales, que llevó a muchas familias a recurrir a los comedores populares como forma de acceso a la alimentación, lo que generaba una inevitable circulación de personas dentro de los límites del barrio. 

Los datos acerca de la cobertura de las intervenciones estatales de emergencia, en especial el IFE, brindan algunas pistas acerca de la amplitud de la pérdida de fuentes de trabajo e ingresos, y el consiguiente empobrecimiento de las familias. A mediados del 2020 se contabilizaron casi dos millones de beneficiarios en el Conurbano, un 20% de su población. Puesto que la asignación era familiar, estas cifras significan que alrededor del 60% de los hogares recibieron el aporte, es decir, había sufrido severas discontinuidades en sus ingresos habituales.

Frente a un escenario tan difícil, ¿cómo reaccionaron las instituciones públicas, los organismos estatales y la sociedad civil organizada, para contener los efectos más destructivos? La respuesta a este interrogante constituye la otra cara de la moneda del Conurbano, ya que saca a la luz un espacio de intensa y comprometida intervención social, realidad que generalmente queda oculta bajo la pesada bruma de los problemas y carencias.

Bastante se ha dicho acerca del regreso del Estado nacional, revalorizando el papel crucial que desempeñan las instituciones públicas cuando hay que hacerle frente a amenazas de esta magnitud. Como en buena parte de los países del mundo,  se ha hecho evidente la importancia de los sistemas públicos de salud como recurso ineludible para la atención  médica a esta escala, el rol de la autoridad pública cuando la única medida de contención disponible es la restricción a la circulación y el enorme valor de las intervenciones estatales de promoción económica y social frente a la caída de la actividad y la pérdida de empleos, como el ya mencionado IFE, entre otros. Y en estos días, son los gobiernos nacionales los protagonistas de la alocada disputa mundial por las vacunas.

Estas políticas macro constituyen una base imprescindible para mitigar la caída y contener la enfermedad, pero, como ya sucedió en crisis anteriores, necesitan de la articulación con las instituciones y actores locales para llegar a territorios tan complejos. 

Los municipios del Conurbano respondieron apropiadamente al desafío, en buena medida gracias  al desarrollo previo de sus capacidades de gestión y de la participación de la ciudadanía local [2]. Los principales esfuerzos estuvieron destinados a enfrentar la pandemia: a mejorar la infraestructura y equipamiento sanitario, tarea realizada en articulación con los gobiernos provincial y nacional; y a poner en marcha Comités de Crisis intersectoriales para gestionar articuladamente las acciones. Además, el aislamiento obligó a los gobiernos locales a acelerar la digitalización de los sistemas de interacción con la población, en especial la gestión de trámites e información; y muchos municipios generaron también sistemas de compre local virtual, a través de aplicaciones que ofrecían productos y servicios de proximidad. 

En el plano social, la emergencia puso en el centro de la agenda a la asistencia alimentaria y la política de género, dos campos de política que contaban con recorridos previos, generalmente en articulación con las organizaciones sociales del territorio. Se multiplicaron los comedores populares, sostenidos mayormente por asociaciones locales, que, como es tradición en el Conurbano, constituyen parte indispensable de la trama pública de atención a las necesidades sociales.  Esta red de organizaciones sociales de base territorial se movilizó rápidamente, para hacer frente a las necesidades básicas, como también para ofrecer otros servicios y canales de apoyo fundamentales para momentos de crisis, como se puede ver en el mapa de Territorios en Acción  http://territoriosenacción.org/

En síntesis, el impacto de la pandemia en el Conurbano Bonaerense está produciendo un efecto doble, similar a lo sucedido en crisis anteriores: se agravan las carencias y desigualdades previas, a la vez que se fortalece el entramado público de actores estatales y ciudadanía organizada. Todo indica que aún resta transitar arduos caminos en esta crisis, que seguramente irán transformando el panorama. Veremos…

* Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento, Coordinadora del Observatorio del Conurbano y del proyecto Territorios en Acción

UNGS. Twitter: @adrirofman

[1] Todos los datos que sostienen esta caracterización provienen del Observatorio del Conurbano, http://observatorioconurbano.ungs.edu.ar/  , un sitio web de la Universidad Nacional de Gral Sarmiento, que compila y difunde información sobre la región

[2] Para más detalle, ver Foglia y Rofman,2020  “Gobernanza participativa local en el Gran Buenos Aires: una radiografía actual de los 24 municipios” Revista Iberoamericana de Estudios Municipales,  N°21, https://www.revistariem.cl/index.php/riem/article/view/231