¿Qué luchas de clases trae la cuarentena? En esta nota nos abocaremos a las luchas por la apropiación en la economía. La suspensión de las labores trae el no menor problema de la manutención material cotidiana. ¿Quien hará el trabajo para que podamos seguir comiendo, consumiendo, viviendo, en fin, reproducirnos? ¿De dónde vendrán estos recursos? Si la sociedad pierde con la paralización ¿cómo se distribuyen las pérdidas entre las clases sociales?

Los empresarios se quejan que son ellos quienes se están haciendo cargo. Debido a la “rigidez” del mercado de trabajo, que se ha agravado con la prohibición de despidos por decreto, las empresas – sostienen - deben “mantener los costos laborales”. Para demostrarlo, por ejemplo, una consultora publicó que mientras los salarios se habrían reducido no más del 2%, el PBI ha caído un 26% anual (por su parte, FIEL estima que 20% durante la cuarentena). Pareciera, entonces, que los empresarios sostienen a los trabajadores que no trabajan.

El tema llevó a una disputa abierta que introdujo nuevamente la grieta. Luego del discurso en el que Alberto Fernández criticó a Techint por sus 1450 despidos, se convocó al primer aplauso con ruido de cacerolas en los barrios más pudientes de la ciudad. Astutamente, la protesta no se expresó explícitamente como defensa de la gran  empresa sino como la “contrapuesta” de que los políticos sean quienes hagan el esfuerzo. Pero la conexión entre ambos hechos es clara. Fue la primera protesta en contra de los políticos, en defensa de la libertad, la propiedad privada e incluso contra el comunismo.

Sin embargo, no debemos asumir sin examen que los empresarios están sosteniendo a la sociedad porque puede ocurrir lo contrario. Si tomamos como indicador la masa salarial observamos una caída mayor que la del producto. Ismael Bermúdez calculó que los salarios del sector formal privado se redujeron en un 9,7% en Abril. Esto tan solo en el sector formal y solo de Abril. Es plausible sostener que la reducción salarial global es mayor del 20% si contamos al sector informal. La masa salarial se redujo en medida mayor a la disminución del salario promedio, en su cálculo se multiplican los salarios por la cantidad de empleados. La pérdida de empleos no se expresa cabalmente en el crecimiento de la tasa de desocupación del 8,5% al 10%. Sin embargo, tan solo en el sector formal hay aproximadamente 170.000 empleos mensuales en los meses de cuarentena. Una estimación del total (incluyendo informales) treparía a los 600.000. Los datos oficiales afirman que la caída en el empleo se debe más a falta de nuevos puestos de trabajo que a los despidos aunque no tenemos cabal información y fuentes no oficiales informan de una cantidad mayor de despidos.

Los políticos no se redujeron los salarios, pero es el Estado y no el capital privado quien está realizando el esfuerzo para afrontar la reducción de ingresos. El gobierno está implementando una significativa intervención paliativa (IFE, ATP, etc.). Aún así, el gasto público extra-ordinario alcanzará entre el 1,5 y 5% del producto (contraído en un 20%) mientras que en países como USA o Alemania este gasto orilla un 28% o 32%. El capital está descargando el esfuerzo sobre las espaldas del Estado y los trabajadores, siendo el principal ajustado el salario total pagado. Pero además, surge el problema de quien financiará el gasto público. Esperemos que esta deuda no se pague con más pobreza y explotación del trabajo y que, finalmente, las palabras del Presidente que tanto irritaron a la “gente bien” se hagan realidad. Para ello es fundamental que los trabajadores hagan oír su voz, y el poder de su número y organización.

*Doctor en ciencias sociales e investigador CONICET