En la campaña electoral desde el Frente de Izquierda afirmamos que pagar la deuda y satisfacer las necesidades populares eran dos aspectos incompatibles. Alberto Fernández, por el contrario, sostuvo que la deuda no era un tema grave y que él ya había mostrado cuando fue Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner cómo podía resolverse. Lo ocurrido en estos dos meses que lleva en el gobierno lo han desmentido. Ya hemos visto como se ha ajustado bajando los aumentos que correspondían a los jubilados que cobran por encima de la mínima, queriendo justificar con el apelativo a la “solidaridad” privar de un derecho adquirido a quienes ya vienen de perder un 25% de sus ingresos con Macri. Para los asalariados bajo convenio las cosas no pintan mejor. En la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof no pagó a los docentes un retroactivo de actualización salarial y a los estatales les aumentó por decreto, tal como hacía Vidal. Más importante por su alcance es el ataque en regla para quitar las “cláusulas gatillo” en los distintos gremios que la consiguieron. Esta es una medida de defensa elemental para los ingresos de los trabajadores cuando hay altos niveles de inflación (que para ser realmente efectiva debería operar mensualmente). Hoy no hay pauta inflacionaria alguna, debido a que los pronósticos son muy distintos según cuál sea el resultado de la negociación de la deuda con los acreedores privados.

Hace unos días me tocó debatir con Hugo Yasky en un programa televisivo, donde sostuvo que la “cláusula gatillo” ya no era necesaria y que el gobierno iba a garantizar que los salarios suban más que la inflación; ante esto, le pregunté para qué si esto iba a ocurrir querían eliminar la cláusula que era un reaseguro para no perder. Obviamente no pudo responder, porque es evidente que la contraparte de aceptar la deuda fraudulenta es que los trabajadores resignen sus reclamos y demandas, como lo han hecho los distintos gobiernos. Estamos hablando de una deuda ilegítima y fraudulenta, que entra en la categoría de lo que en el derecho internacional se conoce como “deuda odiosa”, utilizada para hacer negociados de unos pocos especuladores y para fugar capitales, no para satisfacer necesidades del pueblo trabajador, que no vio un solo dólar de esta verdadera estafa. Sin embargo, a pesar de todas las declaraciones del gobierno respecto de que “quiere pagar” no es seguro que logre evitar el default. Todas las variantes están abiertas, ya que los grandes fondos de inversión tenedores de una mayoría de los bonos de la deuda argentina privada (entre ellos Templeton, Black Rock, Fidelity y PIMCO) no han dado señales de su disposición a llegar a un acuerdo en los términos que lo plantea el gobierno: plazo de gracia por unos años y quita de capitales e intereses. Aunque el FMI haya dicho que es partidario de una quita eso no significa que los “buitres” vayan a estar de acuerdo. Y aún si el gobierno logra su hipótesis “optimista”, eso no significa un relanzamiento de la economía, dada las fuertes restricciones presupuestarias y el estancamiento más general de la economía internacional, agravado por las consecuencias de la epidemia de coronavirus.

Lo que proponemos desde la izquierda no es un default como los que se produjeron bajo distintos gobierno capitalistas, y que siempre se descarga sobre los trabajadores, sino un “desconocimiento soberano”, acompañado de medidas para evitar la fuga de capitales y para que la crisis sea pagada por los capitalistas. Entre ellas la nacionalización de la banca y el comercio exterior se cuentan entre las principales.

El espiral de decadencia que vive nuestro país no se va a revertir siguiendo el círculo de gobiernos que se endeudan en forma fraudulenta y otros que pagan la fiesta de unos pocos a costa del pueblo. Es hora de emprender otro camino.

*Sociólogo y dirigente del PTS-FIT. Twitter: @chipicastillo