“El voto de la clase media fue decisivo”. “La clase media, indignada, salió a la calle”. “Aumentó el consumo entre la clase media”. “Creció la clase media”. Hemos leído o escuchado sentencias como estas en innumerables ocasiones, especialmente en los medios. Lo que dan por sentado es la existencia de un gran segmento de población, diferente a la clase alta o la baja, que crecería o disminuiría en función de las mejoras o caídas de la economía. Como un gran sujeto colectivo, se comportaría de una manera clara e inequívoca: votaría de cierto modo porque compartiría determinadas ideas políticas; lo afectarían las mismas cosas del mismo modo; o se inclinaría sin más a consumir cuando sus ingresos mejorasen. Los expertos, las voces autorizadas convocadas son las de ciertos economistas y politólogos,  a veces representando a las consultoras. El interlocutor principal será la clase media, la misma a la que algunos políticos prometerán dedicar todos sus esfuerzos si son votados.

Frente a este escenario, nos encontramos con que tal amigo o amiga con quien compartimos (entre otras cosas) idénticos ingresos, lugar de residencia, gama de automóvil, con quien coincidimos acerca de los problemas y soluciones que necesita el país… Ha votado distinto a mí. Por el contrario, encontramos coincidencias con gente con mayores o menores ingresos a los nuestros, que vive en barrios en los que nunca viviríamos (por muy pobres o muy caros), con otros gustos... Más entonces, ¿cómo se justifica la homogeneización bajo un solo rótulo de gente con niveles de ingresos y educativos y estilos de vida muy disímiles? Es comprensible que algunos saberes expertos (especialmente aquellos que pretenden formular políticas públicas o, por el contrario, diseñar estrategias orientadas a los consumidores) necesiten ordenar la sociedad en estratos, siguiendo ciertos criterios. Lo que resulta problemático es confundir una categoría que responde a una clasificación (que como toda clasificación, tiene una gran dosis de arbitrariedad) con los comportamientos, las ideas y las creencias efectivas de los conjuntos sociales.

Aunque “clase media” resulte un concepto analíticamente débil, no implica que sea irreal y que las condiciones estructurales sean irrelevantes. Es una categoría a la que apelan los sectores sociales para identificarse, para responsabilizarla de todos los males o considerarla la reserva moral de la Nación, todo lo cual es un asunto muy serio. Hay al menos dos tareas iniciales urgentes. Primero, abandonar las visiones estereotipadas y universalistas de la clase media que circulan usualmente. Pero como el éxito de este cometido parece improbable en lo inmediato, lo mejor será considerarlo como parte del asunto a entender y pasar lo segundo. Así, en vez de delimitar y medir la clase media, el programa de investigación actual pretende entender cómo los grupos sociales se conforman en tanto "clase media" en diferentes contextos históricos y nacionales, en un proceso multidimensional que puede incluir el género, lo étnico y racial, las tradiciones religiosas o formas de organización como las castas. Esta perspectiva resulta crucial para comprender un fen��meno complejo que, en la Argentina, ha adquirido el lugar de un gran relato moral acerca del destino de la Nación.

  *Director del Centro de Investigaciones Sociales (CIS)-CONICET/IDES. Investigador Principal (CONICET).