El compromiso público que realizara el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, durante su intervención en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, de traer al país a 3000 refugiados sirios, coloca a la Argentina en el centro de atención de la comunidad global, porque significa un aporte humanitario cualitativo al drama conmovedor que significa esa verdadera marea humana que huye de la guerra en Siria con lo puesto, con el solo objeto de salvar su vida, buscando un horizonte en otras latitudes.

Es sin duda una oferta generosa, llena de humanidad y que merece el aplauso de la comunidad de las naciones, la misma que contempla con dolorosa indiferencia cómo un país tan distante geográficamente al corazón del conflicto, abre sus puertas para acoger a parte de esa masa de seres humanos a quienes la Europa desarrollada le ha dado un portazo en las narices sin misericordia, cerrando sus fronteras y olvidando todo precepto solidario e incluso los valores y principios fundacionales que iluminaron a estas tierras cuando nacían al mundo como naciones independientes. La libertad, la igualdad y la fraternidad.
En lo que respecta al gesto humanitario en estado puro desde varios ángulos, no está exento de mensajes enviados a las naciones desarrolladas y poderosas que han omitido su responsabilidad frente a la avalancha de refugiados a quienes la guerra expulsó hacia otras fronteras.

Cuando el Presidente afirma, y cito textualmente "podemos ir incrementando gradualmente nuestra capacidad de recepción, en la medida que el acompañamiento financiero, la asistencia técnica y el apoyo logístico internacional nos lo permitan", está condicionando claramente la sustentación del proyecto, a la ayuda que le deberían brindar precisamente las potencias que se han restado de manera grotesca a abrir sus fronteras para asumir el refugio de los ciudadanos sirios que escapan a la cruenta guerra civil en su país. Más aún, su discurso es comparable al del Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuando exigió de Europa una ingente cantidad de Euros a cambio de recibir nuevamente en Turquía a aquellos refugiados a quienes ese continente declaró indeseables, haciendo resurgir una avalancha de expresiones xenófobas y racistas, sobre todo, en Europa Oriental. Está en la memoria de todos los muros erigidos, los golpes y zancadillas que una periodista húngara propinó a un refugiado con su hijita en brazos. El negocio entre Turquía y Europa se cerró en 5 mil millones de Euros.

La Argentina tiene una historia y tradición insoslayables en materia de refugio e inmigración. Los dolorosos tiempos que corren en Oriente Medio y otros lugares del planeta imponen una actitud intachable en materia de ayuda humanitaria. Esperemos que esta decisión del Estado argentino sea exactamente eso solidaridad y no solo una moneda de cambio que solo posibilite, eventualmente, soluciones de carácter económico o financiero. La vida en todas sus expresiones, es sagrada.