A 36 años de la Guerra de Malvinas nos sentimos con la responsabilidad de reflexionar sobre las consecuencias que este oscuro episodio de nuestra historia reciente tiene en la sociedad argentina.

Fundamentalmente, no olvidar que la nefasta guerra fue parte del terrorismo de Estado que tuvo sus inicios el 24 de marzo de 1976, llevando a la batalla a jóvenes y adultos sin preparación ni herramientas, la mayoría de ellos transcurriendo el servicio militar obligatorio.

Hacerse cargo de que la guerra fue parte de la dictadura cívico militar, implica aceptar también que el terror a lo que se enfrentó la comunidad también estuvo presente en los jóvenes que participaron de las batallas y vivieron el mismo horror. Separar a Malvinas del terrorismo de Estado implica negar sus consecuencias que están presentes aún hoy.

Recordemos que, culminado el hecho bélico, los ex combatientes (a pesar de la imposición de silencio que llevó adelante el aparato represivo) denunciaron a quienes cometieron graves violaciones a los Derechos Humanos: los estaqueamientos, enterramientos, inmersión en agua helada, simulacros de fusilamientos, entre otros, que fueron cometidos por el mismo aparato represor que desapareció, torturó y asesinó a 30.000 argentinas y argentinos.

Fue recién hace 11 años que desde las organizaciones de ex combatientes iniciaron una causa para que la justicia investigue estos hechos, que aún hoy continúan impunes.

Pensar Malvinas como una parte de nuestra historia nos remonta también a los 184 años de usurpación británica, sin fundamentos territoriales, históricos ni jurídicos que lo justifiquen. Usurpación, además, acordada y apoyada por los Estados Unidos. Se trata, sobre todo, de una cuestión estratégica y de recursos naturales, que el Estado argentino ha reclamado con mayor o menor ímpetu a lo largo de la historia.

En este aspecto entra en juego el rol de los gobiernos, la decisión política de dar pelea y la gestión pacífica para lograr la soberanía argentina de nuestras islas.

En este sentido, no cabe comparación alguna entre los gobiernos de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el actual presidente Macri. Donde la primera llevó adelante gestiones ante Naciones Unidas, reclamos en la comunidad internacional, incluso haciéndose eco del pedido de los Organismos de identificar a los cuerpos enterrados en el cementerio de Darwin. Macri, en cambio, declara públicamente sin ningún tipo de pudor “Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro” o, aún peor, “Las Malvinas serían un déficit adicional para el país”.

Mantener vigente este reclamo es tarea y responsabilidad de todos y todas, debatirlo, sostenerlo en agenda pública, reforzarlo en los ámbitos educativos y políticos se vuelve fundamental para levantar esta bandera de lucha que nos une, constituye y representa como argentinos.

Desde nuestra parte, anhelamos que la soberanía política vuelva a estar en agenda del gobierno, que la política de “quitar los obstáculos que limiten la libre economía de las islas” deje de ser una excusa para resignar nuestro territorio y que de una vez por todas Cambiemos y todos sus aliados pongan un freno a las fuerzas militares que hoy ocupan ilegalmente nuestro suelo.

*Diputada provincial - FPV