El 10 de diciembre Alberto Fernández asumía la presidencia con el objetivo de recuperar el empleo, la economía, el peso institucional y la esperanza arrebatada al pueblo a base de promesas con sello neoliberal. Nueve días antes, en la localidad de Wuhan, China, comenzaba el brote del COVID-19, que obligaría al mandatario a tres meses de haber asumido, a resguardar el país entero en una cuarentena que prometía salvar incontables vidas.

Hoy, mirando en retrospectiva, lamentando la deriva irresponsable en la que mandatarios vecinos y lejanos han dejado a sus propios ciudadanos, vemos que esa promesa se ha cumplido. Sin embargo, las cifras comparativas no solo debería ser un parámetro de lo que pudo haber sido, sino una señal de lo que todavía puede suceder.

Cien días pasaron luego de que el 20 de marzo, el Gobierno Nacional decretase el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Nos encontramos en el momento más crítico desde entonces, con números que superan los dos mil contagios diarios. El “pico”, anunciado meses atrás por los asesores de gobierno. Lo que ha derivado en un endurecimiento de la cuarentena hasta el 17 de julio, luego de cierta flexibilización en los sitios menos comprometidos.

No faltaron, en estos cien días, las desavenencias. Se ha impuesto en la agenda mediática la antinomia entre quienes respaldan la cuarentena y quienes quieren terminar con ella, mientras ciertos sectores y personajes aprovechan la situación para sumar algunos metros en su escalada política. La información, cuando es difundida a partir de intereses particulares, provoca confusiones evitables, especialmente cuando debemos encauzar nuestra energía en cuidar de mí y/para cuidar del otro.

Lo que hay es un error de perspectiva. El tema no debería ser la cuarentena, sino la pandemia. El aislamiento es consecuencia de una enfermedad extremadamente contagiosa que le ha quitado la vida a 500 mil personas (más de mil en nuestro país), y no un capricho de gobierno. La consigna es clara: el sistema de salud no puede responder por un contagio masivo, y si bien habrá quienes lo vivan como un resfriado, existe un vasto sector de nuestra población que se encuentra directamente amenazado, cuya vida, en caso de contagiarse, dependería de un cupo en los centros de salud.

La libertad que algunos aducen haber perdido, no es tal sino comprendida en el marco de una comunidad, donde el yo y el otro forman parte de una misma esencia. No se trata de libertad si, por hacer uso de ella, se pone en riesgo la vida de los demás. Nadie simplifica las dificultades económicas, la distancia con los seres queridos, las consecuencias emocionales producidas por el aislamiento. Pero, a falta de una medida ideal, se ha optado por la vida, lo más valioso y lo único que no podemos recuperar. La historia juzgará no solo la gestión gubernamental, sino la responsabilidad y compromiso de sus ciudadanos para salvar la mayor cantidad de vidas posibles.

*Zarateña, socialista y militante de Nuevo Zárate.
Diputada Provincial por la Segunda Sección Electoral del Frente De Todos. Twitter: 
@Patmoyano