A treinta y ocho años del conflicto armado del Atlántico Sur, la información acerca de la participación de las mujeres en la guerra aún se encuentra dispersa y difusa, no queda claro en todos los casos cuál fue su rol ni tampoco existen demasiados análisis que busquen los motivos por los cuales esto se ha mantenido así a través del tiempo.

Nuestro país cuenta con innumerables y distinguidas figuras femeninas cuya defensa de la Patria se remonta a las Guerras de la Independencia. Ellas prueban que las mujeres no han sido ajenas a luchas y combates en la región y que la participación de la mujer en “lo militar” no se ha iniciado con su incorporación formal en las Fuerzas Armadas a fines del siglo XX, sino que siempre han pertenecido de hecho. Empero, dentro de los roles y características asignados socialmente a varones y mujeres según su género, podemos observar cómo persiste la asociación entre masculinidad y guerra, dejando pendiente aún el (re)conocimiento por parte de la sociedad argentina de la labor realizada por las mujeres en las distintas luchas de nuestra historia. Claro ejemplo de esto es la promoción de la Teniente Coronela Juana Azurduy al grado de Generala Post Mortem por la Presidenta Cristina Kirchner en el año 2009,  tras 147 años de su muerte.

Tras la derrota de la denominada “Guerra de Malvinas”, quienes participaron en el conflicto fueron obligados y obligadas a guardar silencio de lo ocurrido. Más aún, devino en la sociedad argentina un proceso de “desmalvinización” que actuó a través de diversos mecanismos que se mantienen vigentes aún en nuestros días con el objeto de borrar a las islas de nuestra memoria y pertenencia argentinas. No obstante, los esfuerzos realizados para reivindicar a los héroes y veteranos de Malvinas, no han tenido demasiados resultados en hacer lo propio con las mujeres que participaron en el marco del conflicto. En ese sentido, Alicia Panero ha sido pionera en echar luz sobre esta cuestión en su libro “Mujeres invisibles” (2014), en el que resalta el rol de todas las mujeres: madres, esposas, profesionales civiles y asimiladas, tanto argentinas como británicas.

Según la Ley Nacional N° 23.848/1990, lxs ex combatientes de Malvinas que reciben pensión son los “ex-soldados conscriptos de las fuerzas armadas que hayan estado destinados en el teatro de Operaciones Malvinas (TOM) o entrado efectivamente en combate en el área del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS)” y “los civiles que se encontraban cumpliendo funciones de servicio y/o apoyo en los lugares antes mencionados, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982”. En el caso de las mujeres, muchas de ellas realizaron tareas como enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas en continente, habiéndose trasladado la guerra a donde ellas atendían.

En el año 2009, a veintisiete años del conflicto, mediante la resolución N°1206/09, el Ministerio de Defensa de la Nación certificó la condición de “veterano de guerra” a Maureen Dolan, Silvia Storey y Cristina Comarck. Por otro lado, dicho ministerio aprobó, a treinta años de la guerra, la Resolución 1438/2012 mediante la cual se reconoce la “labor” de dieciséis mujeres en el Conflicto Armado del Atlántico Sur -entre ellas, se encuentran Dolan, Storey y Comarck- aunque no se utiliza la palabra “veterano/a”. No obstante ello, todas las mujeres excepto las mencionadas mediante Resolución 1206/09 figuran en la nómina virtual de veteranos del Ministerio de Defensa. Las trece mujeres reconocidas restantes son Susana Mazza, Silvia Barrera, María Marta Lemme, Norma Navarro, María Riccheri y María Angélica Sendes (todas ellas instrumentadoras quirúrgicas a bordo del buque hospital Almirante Irizar);  Mariana Soneira (cadete Esc. Nac. de Náutica ARA Bahía San Blas); Marta Giménez (Oficial Comisario en el Transporte ARA Canal de Beagle); Olga Cáceres y Marcia Marchesotti (ambas cadetes Esc. Nac de Náutica en B/M ELMA “Río Cincel”); Doris West (Enfermera en B/M ELMA “Formosa”); Graciela Gerónimo (Oficial comisario en el Transporte ARA San Blas) y María Liliana Colino (voluntaria en la Fuerza Aérea, única mujer en haber pisado las islas).

Cabe destacar que existieron también enfermeras de la Fuerza Aérea en Comodoro Rivadavia que prestaron servicios atendiendo y conteniendo a heridos en el hospital móvil allí establecido. Algunas de aquellas mujeres fueron reconocidas por la Fuerza Aérea y condecoradas con una medalla y un diploma en virtud de la Ley Nacional N°23.118. Por otro lado, se destaca la labor de 59 jóvenes mujeres aspirantes navales estudiantes de enfermería -es decir, sin sus estudios completos y algunas de ellas, menores de edad- que atendieron heridos prestando servicio “bajo bandera” en la base naval de Puerto Belgrano.

Aún quedan muchas historias de Malvinas por develar y reconocer. Recuperar la labor de las mujeres no sólo debe ser visto como un acto de equidad de género sino también como una herramienta malvinizadora que busca honrar a la verdad histórica destacando nada más ni nada menos la esencial contribución de todas ellas -y las que faltan- como integrantes del pueblo argentino en defensa de su soberanía.

*Licenciada en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, Maestranda en Defensa Nacional por la Universidad de la Defensa, integrante de la Materia Análisis del discurso de las izquierdas argentinas de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y del Grupo de Estudios de Marxismo e Historia Argentina del IEALC