Lo atónito llegó a su fin. Los candidatos tienen nombre y apellido en cada una de las listas. Cristina Fernández de Kirchner vuelve a la competencia electoral. Así como la ex mandataria seleccionó a Mauricio Macri -durante su gobierno- cómo adversario principal, hoy el actual jefe de Estado Nacional eleva al ring político a su antecesora como el enemigo a derrotar. Se arrogan que son el futuro para derrotar el pasado.

El Frente Unidad Ciudadana ha conformado una nómina de diputados variable como atractiva en territorio bonaerense. La economista Fernanda Vallejos, la dirigente sindical Vanesa Siley y el referente de la ciencia y ex titular del Conicet, Roberto Salvarezza, están en esa vía. Un párrafo para destacar hacia el ex gobernador Daniel Scioli quien lealtad de por miedo, mecanismo inusual en política, supo sucintar el viejo aforismo de que quien es derrotado en la elección para la primera magistratura de la República vuelve a comenzar. La mira vale detenerla en Jorge Taiana, el compañero a segundo senador de Cristina, en una absoluta reivindicación hacia un apelativo con historia de quien fuera el canciller de Néstor Kirchner.

El presidente de la Nación -Mauricio Macri- palpita el comicio, con la derrota personal de no lograr la reforma electoral de la centenaria y vigente Ley Sáenz Peña.  Se intuye que en el sistema tradicional de las elecciones desde 1983, cada sufragio es un combate propio de una enorme batalla. Los candidatos oficialistas en la principal provincia del país no completan la imagen todavía positiva de la mandataria María Eugenia Vidal. El Gobierno de la Alianza Cambiemos Pro /UCR sabe que la garantía de la segunda parte de su mandato depende de los resultados de estos comicios. Con la polarización hacia Cristina Fernández de Kirchner, el macrismo juega a chance; a todo o nada. ¿Y si la ex presidenta obtuviera las dos primeras bancas en el Senado de la Nación, que grado de complicación acarrearía el Pro hacia 2019?

El Frente Renovador catapulta como candidatos principales en la pareja política de Sergio Massa y Margarita Stolbizer, inflada para la Cámara de Diputados por el ex gobernador bonaerense, Felipe Solá, más la ex panelista del canal 13, Mirta Tundis y los ex funcionarios kirchneristas Daniel Arroyo y el duhaldista Jorge Sarghini. El sello del PJ quedó en manos del ex ministro de Cristina, Aníbal Florencio Randazzo.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la indomable Elisa Carrió pareciera encarar una victoria segura sobre su ex pupilo, Martín Losteau y el respetable Daniel Filmus. Raro. Todo. La  Argentina siempre fue y es un escenario antitético. Un partido nacido de la crisis del 2001, en la cara visible de quien fuera presidente del "país dentro de un país" que es el club Boca Juniors, en menos de dos décadas, decoloró el camino del bipartidismo en el peronismo y radicalismo y en las urnas catapultó en un balotaje ajustado, al inquilino de hoy de la Casa Rosada. El blindaje mediático sin precedentes, despejó el recorrido.

Hacia las PASO y más en octubre, esa fórmula se repite. Los grandes medios de comunicación no sueltan área gubernamental del gobierno de Cristina por hostigar con acusaciones por delitos. No hay allí voluntad de encontrar reparaciones y castigos judiciales. Se trata de seguir construyendo en la sociedad ideas desproporcionadas de la realidad.

Estas listas y estos comicios de primer término legislativo en el gobierno de Cambiemos, transitan en los ecos del ajustado triunfo del balotaje de 2015 de Mauricio Macri que representa, en sí, la victoria de los medios dominantes, en hincapié en Clarín. El campo bélico en la pelea durante más del primer semestre del año 2008 entre un gobierno de la democracia y los sectores del campo, no fue el ideal para plantear una ley de Medios. El repentino fallecimiento de Néstor Kirchner en el día del Censo 2010, con la remembranza festiva del Bicentenario de la Revolución de Mayo, propulsó la victoria en 2011 luego desborrada en la preparación del candidato Sergio Massa de 2013 con una única misión mellar el hipotético intento -y aún a contramano- de la letra constitucional de reelección de la entonces presidenta Cristina hacia un tercer mandato.

El peronismo viene sufriendo un proceso de fragmentación desde la crisis del 2001, en la cual  Eduardo Duhalde en pos de que Carlos Menem no venciera para una tercera presidencia del país, pergeñó una interna abierta en la elección del 2003, con la aparición de Néstor Kirchner sobre el riojano y el puntano Adolfo Rodríguez Saá.

La atmósfera dentro de la Unión Cívica Radical es fatigosa. Así como el flanco comandado por Ernesto Sanz suscita ruidos hacia dentro de los comités en la alianza con el PRO, el alfonsinista Leopoldo Moreau acarrea al cristinismo los principios que en vida no permiteron que se doblaran Leandro Nicéforo Alem a Juan Carlos Pugliese, luego del fracaso de la Alianza encarada por Fernando de la Rúa.

Hubo muchos radicales que fueron emigrando hacia las políticas kirchneristas, al punto que una gran  porción del 54% de peldaños que obtuvo Cristina en 2011 derivó de esa corriente alfonsinista. En este 2017 esas banderas se vuelven a enarbolar.

Son casi 34 años de democracia ininterrumpida. El sujeto político de estos tiempos más que candidatos anhelan dirigentes. Un ex diputado, el peronista Héctor Dalmau hablaba de superar los "ismos". Hoy el sujeto político tiene vertientes de toda clase. Está la vereda nucleada de peronistas, radicales, de diversas vertientes de centro-izquierda, de ciudadanos cansados de las desilusiones y los espejitos de colores, por una república inclusiva, soberana e industrial y está latente el vetusto esquema de que no se modifique nada y se reduzca al país a la mera importación de materias primas, desindustrializado y endeudado. Así de calinoso se palpita el clima de las elecciones parlamentarias de octubre.