La pandemia encuentra a la Argentina en un momento muy difícil de su historia política, el Gobierno entrante asume a fin de 2019 en un contexto pre pandémico grave, con un estado desmantelado, una deuda externa impagable, y una deuda social de una magnitud similar a la del 2001.

Durante el Gobierno de Macri, se redujo 50 % el salario, se duplicó la pobreza, la desocupación se elevó al 10,61%, y se destruyó el sistema de salud de la Argentina.

Las organizaciones sociales y los sindicatos fueron la única barrera de contención para que la ruptura del contrato social no fuera peor, y, a pesar de las persecuciones sistemáticas a sus líderes, la intervención de algunos sindicatos; el pedido de remoción a jueces laborales; pudieron morigerar las consecuencias negativas de la pérdida de derechos.

Una vez que la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de Pandemia por el Covid19, los estados comenzaron a tomar las medidas sanitarias para que el virus no se propague. Simplificadamente, significó establecer prioridades entre economía y salud.

Cada país estableció su propia prioridad, así, hay algunos que no frenaron la economía y otros que priorizaron la salud pública y suspendieron las actividades no esenciales. No obstante, en todos, se están perdiendo millones de puestos de trabajo por el derrumbe de la actividad económica mundial.

Al respecto, la Confederación Sindical Internacional (CSI) en su Índice Global de Derechos 2020 sostiene que: “la pandemia intensificó la tendencia de gobiernos y empleadores a restringir los derechos de los trabajadores: límites a la negociación colectiva, el derecho de huelga y a la afiliación a sindicatos”. 

“Los sindicatos están en primera línea del frente en la lucha para reclamar libertades y derechos democráticos frente a la codicia corporativa, y puede que la codicia sea global, pero las acciones de los trabajadores y trabajadoras también están unificadas en una escala nunca antes vista”, afirmó Sharon Barrow, presidente de la Central Sindical más grande del mundo”. Un ejemplo de esta Unidad sindical fueron las huelgas globales de Uber o Amazon.  En pocas palabras, los sindicatos están activos y Argentina no es la excepción.

La pandemia encuentra a los trabajadores argentinos tratando de recomponer, con el nuevo Gobierno de Alberto Fernández, las condiciones laborales y salariales vulneradas durante la anterior administración. Con la incorporación de los movimientos sociales de trabajadores informales de la economía popular como la CTEP, las dos centrales principales, CGT y CTA unificaron los criterios para negociar mejoras y recuperar los puestos perdidos en la crisis económica imperante.

Volvió a funcionar el Consejo del Salario Mínimo, se instrumentó una tarjeta social para desocupados, se propusieron proyectos de organizar un Consejo Económico y Social, y el Gobierno planteó un modelo de recuperación del aparato productivo y del mercado interno para salir de la crisis, con los sindicatos sentados en la mesa de negociación.

El Covid19 trastocó todos los planes previos y el Gobierno argentino decidió priorizar la salud de la población e implementar medidas económicas de salvaguarda del sistema de producción, para lo cual volcó fondos para sostener a los trabajadores, formales y no formales, y para que los empresarios pudieran pagar sueldos, medidas que tuvieron un enorme consenso social.

Ahora bien, la conflictividad entre Gobierno, patronales y sindicatos, no solo no amainó, sino que se agudizaron los conflictos, como se ve en todo el planeta, y se agrandaron las diferencias entre los sectores y esta situación está en proceso, dado que la pandemia no tiene final, por ahora.

Son innumerables las acciones de los trabajadores en estos 130 días de cuarentena, el resguardo de los derechos que se avasallan no se detiene. La ley anti despidos y la doble indemnización son respuestas estatales al reclamo sindical.

Otros hechos puntuales como pedidos de bonos de refuerzo salarial y  medidas de fuerza de toda índole, como por ejemplo, de seguridad laboral para los trabajadores de la salud, para los trabadores de supermercados, paros de trabajadores petroleros, del transporte, metalúrgicos en distintas provincias, paros de la alimentación, la defensa de las empresas aerocomerciales, etc., en todas están presentes los delegados de base y los sindicatos apelando a su capacidad de acción para frenar la pérdida de empleos.

Por otro lado, varios diputados de extracción sindical bregaron por la sanción de una ley que proteja a los trabajadores con la modalidad de teletrabajo,  incorporando beneficios como el derecho a la desconexión  digital,  o compensaciones de las empresas en concepto de pago de servicios de internet y electricidad; ley  que obtuvo recientemente media sanción de la Cámara de Diputados. 

También los  proyectos para que se instaure un Ingreso Permanente Universal para todos los trabajadores y  que ha sido discutido en todo el mundo, a partir de la acción de los sindicatos.

Una atención especial merecen los trabajadores de plataformas, para los cuales se están presentando proyectos para que encuadren en la Ley de Contrato de Trabajo o en estatuto propio para el sector.

Durante estos meses se ha extendido la deliberación sindical nacional e internacional a distancia, realizándose reuniones con sus pares, con los representantes de las patronales y el Gobierno en forma permanente.

Nada se ha detenido en el devenir sindical, la pospandemia se está pensando a escala planetaria, y los sindicatos tendrán mucho para decir y exigir, y en Argentina tienen una experiencia invalorable para manejarse en situaciones críticas.

El mundo no será igual después de la pandemia, desde ya, pero el conflicto capital – trabajo, no se detendrá, veremos para qué lado se inclina la balanza.

*Doctora en Ciencias Sociales, Investigadora del CONICET