La Ciudad de Buenos Aires ha iniciado en los últimos meses profundas reformas en la política de seguridad urbana a partir del traspaso efectivo de la Policía Federal y de su integración con la Policía Metropolitana.

Alguna de ellas pueden ser cuestionables y tener profundas consecuencias a futuro, como el rol que tiene la ex Policía Federal en la nueva estructura de la Policía de la Ciudad.

Desde el año 2008 la Ciudad estaba formando un cuerpo policial propio, sin los vicios históricamente adjudicados a la Policía Federal como ser la connivencia con el juego clandestino, la prostitución, los servicios adicionales, etc.

Sin embargo el modelo elegido ha sido el de federalizar la Policía Metropolitana manteniendo los vicios de la vieja fuerza.

No obstante ello, con el traspaso de la policía se abre para la Ciudad una oportunidad única en su historia. La de integrar la política de seguridad de la Ciudad con la de la Provincia de Buenos Aires.

La división del Área Metropolitana Buenos Aires es una división política, no geográfica. Hay más de 35 cruces vehiculares entre ambos distritos y cada día hábil ingresan desde la Provincia más de 1.300.000 autos, lo que da una idea de la magnitud del problema no sólo de tránsito sino también de seguridad.

Muchos de los hechos de inseguridad que se ven a diario, tanto sea el robo de vehículos como el accionar de piratas del asfalto, se amparan en la facilidad que hay para moverse entre ambos distritos donde al haber distintas fuerzas policiales y judiciales se dificulta la persecución de los crímenes.

Por primera vez en la historia reciente de la Ciudad de Buenos Aires, el ministro de seguridad de la Provincia es una persona que conoce profundamente la realidad de la Ciudad.

Tanto Cristian Ritondo, como una parte importante de su equipo, son personas que han desarrollado gran parte de su actividad pública y política en la Ciudad de Buenos Aires.

Eso exige que los funcionarios actuales de la Ciudad asuman el reto de trabajar en conjunto con las autoridades de la Provincia y terminar con las viejas rivalidades entre la Policía Federal y la Bonaerense para armar un plan integral de seguridad que abarque ambos distritos, mediante el trabajo conjunto, homogeneizando los protocolos de intervención y compartiendo las herramientas tecnológicas de prevención del delito.

Mucho se ha hablado del control de los ingresos a la Ciudad mediante lectores de patentes para detectar vehículos con pedido de captura. Lamentablemente sin un trabajo coordinado de las policías de ambas jurisdicciones  y de las fiscalías intervinientes en estos delitos el plan será viable desde lo técnico pero inútil en lo práctico.

En los próximos meses podrá apreciarse si los cambios en la política de seguridad de la Ciudad son profundos o si es simplemente una cuestión cosmética de ploteos de patrulleros y cambios de uniformes.

Estos cambios no podrán realizarse si sigue viéndose a la Ciudad de Buenos Aires como una región separada. Tiene que profundizarse la estrategia con la Provincia para que la seguridad sea una política metropolitana y no una estrategia aislada como la que se ha visto las últimas décadas.

La creación de la nueva policía pone en manos del Ejecutivo de la Ciudad la impronta que quiere imponerle a esta nueva fuerza. El desafío es estar a la altura de este reto