La existencia o no de este sector y sobretodo sus alcances y quienes lo integran ha generado múltiples controversias siendo muy difíciles los acuerdos para definir los alcances, límites, cantidad de personas, actividades involucradas, etc.

Los desacuerdos encontraron fundamento en gran medida debido al carácter ambiguo del SIU ya que surge como refugio de los pobres no incorporados al circuito formal de la economía en el modo del empleo asalariado, pero a la vez contribuyen a la producción generando ganancias y empleo en el nivel de subsistencia y más a través, principalmente, de formas de autoempleo en actividades diversas que se emparentan con sectores de la industria, del artesanado de los servicios y del comercio. Así, aparecen figuras y sectores típicos como vendedores ambulantes, construcción, confección, calzado, textiles y cartoneros entre otros muchos.

Algunos analistas pensaban que el SIU no solo estaba integrado por los pobres dado que también existían sectores acomodados y actividades rentables integrando el sector informal de la economía basándose en el criterio casi excluyente del no pago de impuestos o de su pago irregular y por debajo de la cuantía verdadera.

Sin embargo, esto generaba confusión antes que claridad y hoy se acepta mejor una definición del sector informal donde se excluyen actividades más propias de la economía sumergida o subterránea o negra que roza o integra lo delictivo. Sin embargo la tendencia actual es subsumir al SIU dentro del trabajo no registrado.

El SIU es visto como un espacio económico y laboral integrado por "unidades de producción que funcionan típicamente en pequeña escala con una organización rudimentaria en la que hay muy poca o ninguna distinción entre el trabajo y el capital como factores de producción. Las relaciones de empleo, en los casos en que existan, se basan más bien en el empleo ocasional, el parentesco, o las relaciones personales y sociales y no en acuerdos contractuales que supongan garantías formales." [1]

O sea que el SIU comprende tanto a los trabajadores informales como a las empresas informales.  Podemos agregar nosotros que el sector informal se emparenta con la precariedad laboral que es un fenómeno ocupacional referido a quienes en forma involuntaria desempeñan empleos con menores ventajas relativas que el trabajo asalariado típico caracterizado por estabilidad en el cargo, indemnización por despido, vacaciones y seguridad social -aporte jubilatorio y cobertura de salud-.   En el caso del sector informal, el trabajador no goza de tales derechos.

La informalidad y la precariedad laboral son cada vez más relativas debido al auge que van tomando respecto al empleo asalariado típico y a sus articulaciones con el sector moderno de la economía como los cartoneros. O sea, lo que se denomina informal pasa a ser la actividad dominante en la estructura ocupacional con muchos riesgos para el caso de una pandemia como ocurre en Perú y Bolivia donde las actividades informales –comercio y otras actividades callejeras- concentran a la mayoría de la población ocupada.

El sindicalismo argentino niega la categoría de trabajadores precarios o informales porque les parece un demérito girando en cambio a situaciones de precariedad e informalidad no queridas por los actores. Conviene mencionar también al trabajo no registrado (trabajo en negro) como la peor situación de los trabajadores ocupados.

Las causas del avance de estas ocupaciones en nuestros escenarios laborales y relaciones del trabajo degradadas, obedecen a las políticas de ajuste aplicadas en los ’90 según el Consenso de Washington, al desgobierno de la Alianza luego y a la financiarización de la economía generada por el gobierno reciente de Mauricio Macri quien deliberadamente endeudó a la Argentina a su máximo histórico, imitando lo hecho por Martínez de Hoz y la última dictadura militar, para empantanar al gobierno siguiente.

Hasta comienzos de los años setenta el sector informal argentino no tenía, como en otros países de América Latina, las características típicas de «refugio». Por el contrario, eran empleos bastante estables, cuya productividad no era reducida y con un nivel razonable de ingresos, destacándose la categoría de trabajadores autónomos o cuenta propia. En la actualidad, el SIU involucra al 35% o más de la población ocupada, aproximadamente 5 millones de personas -sin contar al servicio doméstico y otras figuras laborales que amplían mucho la cantidad de afectados- mientras que en 1993 el SIU representaba el 26.3% del empleo.[2]

Afortunadamente, el gobierno del Frente de Todos dispuso una batería de ayudas sociales que sirven como paliativo al estancamiento económico de la pandemia, mientras ellos mismos se ayudan a través de los comedores y de otras iniciativas populares como siempre lo hacen. Dicha batería de ayudas sociales, la Asignación Universal por Hijo, AUH, el Ingreso Familiar de Emergencia, IFE entre otros, tiene según el ministro Arroyo, perspectivas de empleo como el plan Potenciar Trabajo y la urbanización de los cuatro mil barrios populares que existen hoy en Argentina. 

Todo sea en pos de una sociedad con casi pleno empleo y muy poca deuda externa como a fines de los años ’60 y principios de los ’70, aunque conflictuada por los sucesivos golpes cívicos militares que le negaban ser al pueblo argentino.

*Sociólogo - Universidad Del Salvador. Diploma de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO. Docente investigador contratado en la Universidad Nacional de Moreno - UNM. Algunas de sus publicaciones son: "El pensamiento justicialista de Juan D. Perón”. Céfiro. Revista de Economía y Gestión. UNM, Moreno, Bs.As.; "Estudios sobre la sociedad y el estado"(comp.) EUDEBA.


     

[2] Equipo Técnico Multidisciplinario / Oficina Internacional del Trabajo-Santiago de Chile, citado en Roudil, H. R.: “Empleo y desempleo en los países del Mercosur y Chile”, Ed. INCASUR, Bs. As., 1995, pág. 37