La pelea por la presidencia del Mercosur condensa las tensiones y disputas que la nueva configuración de la región tiene con Venezuela. Los gobiernos de Brasil y Argentina se oponen a reconocerla como autoridad pro témpore, acompañados del gobierno paraguayo. Mientras tanto Venezuela vive una crisis política, económica y social que pone en jaque a un gobierno que viene de perder las elecciones legislativas. Marchas, contramarchas y diplomacia en una Venezuela dividida. Una realidad compleja que no se deja explicar con polarizaciones. Quien busque una explicación traducida en esos términos quizás no encuentre respuestas en esta nota, sino más preguntas.

El Mercosur paralizado

El ejercicio de la presidencia del Mercosur va rotando de manera alfabética entre sus miembros. Naturalmente luego del mandato de Uruguay, le tocaría el turno a Venezuela, pero tanto Argentina, como Brasil y Paraguay, se oponen a que eso efectivamente suceda.

De manera opuesta Uruguay entiende que debería ser Caracas la que asuma la presidencia, y por su parte Venezuela decidió asumirla de manera unilateral.

El bloque quedó paralizado y dividido poniendo sobre la mesa las tensiones que se agudizaron en la región sobre todo después del desembarco de gobiernos conservadores en Argentina y Brasil. El cambio regional es innegable denuncias de golpes de estado, giros a la derecha en las urnas, revés electoral para los oficialismos en Bolivia y Venezuela.

La división no proviene de tecnicismos sino de concepciones políticas. Brasil, con el nuevo gobierno de Michel Temer, acercó la propuesta de flexibilizar el Mercosur , enviando a su canciller José Serra a reunirse con la Casa Rosada. Flexibilizar no es otra cosa más que permitir negociar a los países integrantes del Mercosur acuerdos de libre comercio de manera individual. Soplan nuevos vientos, tanto en Brasilia como en Buenos Aires y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y la Alianza del Pacífico parecen acercarse a países que en su momento dijeron no al ALCA. Venezuela se opone a esa flexibilización y su opinión parece no ser la que quieren escuchar el resto de los integrantes del bloque.

Hoy internacionalmente Venezuela es centro de todas las miradas. España, a 7.000 km de Caracas, centró la campaña electoral contra PODEMOS acusándolos de chavistas y advirtiendo que convertirían a España en Venezuela. En Argentina y Brasil, los gobiernos de Macri y Temer no andan con sutilezas y afirman que sus países se hubieran convertido en Venezuela si no hubiera habido un cambio de rumbo en la política y en la economía. Lasmarchas y contramarchas coparon las pantallas y las primeras planas del mundo, intentando informar una realidad difícil de explicar con polarizaciones.

La oposición anunció la marcha 1S como el fin del gobierno de Maduro la Toma de Caracas. La convocatoria fue realmente multitudinaria, y sería una torpeza política negar el poder creciente de convocatoria que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) está logrando reunir contra el gobierno. Los errores económicos, la persecución de opositores, la escasez de alimentos y medicamentos y la corrupción minaron el terreno donde el gobierno pretende dar una muestra de fuerza con las contramarchas. Frente al madurismo, la oposición lleva consigo la impronta que en 2002 apoyó un golpe de estado contra el gobierno de Hugo Chávez. Hoy piden por la activación del referéndum que, paradójicamente, introdujo el propio gobierno chavista en la nueva constitución.

La contramarcha de Maduro tampoco fue pequeña y muestra también que en las calles el chavismo cuenta con una base dispuesta a salir a defender al gobierno. Si se evalúan los objetivos, podría decirse que la oposición fracasó en su intención de terminar con el gobierno chavista a través de la celebración de una consulta antes de enero que obligaría al llamado de nuevas elecciones. Pero la contienda de marchas y contramarchas promete repetirse y aún no hay resultados definitivos.

Hoy Venezuela es el centro de los discursos en la región, y donde confluyen las tensiones. El Mercosur se transformó en caja de resonancia de esas tensiones y la crisis copó el bloque. El desenlace en Venezuela, a favor o en contra del gobierno, parece estar hoy más cerca que nunca.