El escándalo Kueider precipitó algunos movimientos en el tablero político que pueden tener consecuencias en el rearmado de las fuerzas de la derecha en la Argentina. Para el peronismo que, por primera vez en el año, se movió de forma rápida y compacta (se aseguraron otra senadora y Oscar Parrilli se mantuvo en su banca) hubo redito parlamentario. Para el Gobierno nacional implicó tener que volver sobre sus pasos para intentar no quedar pegados a un senador que jugó a su favor en las principales leyes del primer año “libertario”. Y para el PRO de Mauricio Macri fue otro movimiento sísmico que puede dinamitar lo poco que le queda en pie.

Trasciende que en los pasillos de la Casa Rosada ven que la maniobra tiempista por parte de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado para desaforar y detener a Kueider por enriquecimiento ilícito en otra causa previa, responde a un pedido de Macri y del dueño del diario La Nación, Fernán Saguier, figura con la que el Presidente suele confrontar abiertamente.

Si Macri comenzó el año con la expectativa de que, con el correr de los meses de gestión y a la espera de una hipotética sumatoria de traspiés de la gestión de La Libertad Avanza, las “fuerzas del cielo” iba a tener que acudir al expertise institucional del PRO, la postal desdibujada del Consejo Nacional del partido amarillo ayer en el Hotel Abasto, del barrio porteño de Balvanera, muestra que ni siquiera hay esperanza de una agenda electoral “prolibertaria”.

Milei quiere romper con Villarruel, aislar a Macri y dejar en offside al dueño de La Nación

El líder sufrió el desplante de gobernadores amarillos como el chubutense Ignacio “Nacho” Torres y el entrerriano Rogelio Frigerio, que ahora entró a una “luna de miel” con el Gobierno, beneficiado con el anuncio oficial de sumar dos dragados para la Hidrovía.

El expresidente quedó en offiside pidiendo a sus senadores que mantengan la posición de pedir solamente la suspensión de Kueider, amparándose en el “respeto por las instituciones”, pero tres de sus siete representantes en la Cámara alta le dieron la espalda. El pedido tiempista por parte de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado para desaforar y detener a Kueider por enriquecimiento ilícito en otra causa previa, y la rosca de último momento en el Senado fueron más que la bajada de línea de arriba en el PRO.

Macri quiso mostrarse como la única opción política que “respetaba” a las instituciones y a la República. Pero no contempló la situación grotesca de aprendimiento in fraganti de Kueider buscando ingresar 210 mil dólares en efectivo con su secretaria en la frontera paraguaya, lo que hizo dar un giro en el aire a los propios legisladores “libertarios”, que no quisieron quedar pegados con un nuevo representante del infierno que ellos denominan “casta”.

La propia Patricia Bullrich huele sangre, ataca el liderazgo partidario de Macri, y remarca que en su “tiempo libertario” se siente plena. Lo dejó en claro cuando recordó sus años de gestión en CAMBIEMOS, durante su discurso a un año de la asunción de Javier Milei en la “Apertura Republicana”. “Yo quería dar un paso y venia alguien y me frenaba. Quería dar otro paso y me frenaban. Ahora no me frena nadie. No, las pelotas”, alardeaba la ministra de Seguridad, envalentonada con su plan represor que ahora grita a los cuatro vientos.

X de Diagonales

Macri está logrando algo que parecía imposible: reunir en un mismo reclamo a Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta. La intervención del partido en Córdoba hizo que ambos dirigentes pusieran el grito en el cielo. El radical “con peluca” Rodrigo de Loredo, expectante de esa ruptura, que lo podría colocar como nuevo socio oficialmente del expresidente de Boca.

Bullrich sigue con su plan de meter al partido amarillo en LLA. El halo del discurso de Macri tiene el tufillo de un no acuerdo electoral para una alianza el año que viene con el Gobierno, y se preparan para ir a perder jugando por separado, en lo que podría ser una estocada definitiva para el espacio político que confrontó 20 años con el kirchnerismo.

Los planes del Gobierno de acá a fin de año marcan su plasticidad y también su visión temeraria. No miden ningún riesgo y se vuelven impredecibles. Los rumores de que el oficialismo llamaría a sesiones especiales para tratar la situación de una veintena de legisladores que tienen causas judiciales, sin expectativas de que eso prospere pero dejando una marca para la opinión pública, van en esa línea.

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A lo que sí están definitivamente decididos es a poner por decreto como jueces de la Corte Suprema a Ariel Lijo y Manuel García- Mansilla, en una jugada que en 2015 a Macri le salió mal, pero sabiendo que los números, menos sin Kueider, no le dan para que sus pliegos sean aprobados por la Cámara alta.

Pero por estas horas, lo que más revuelo trae es otro capítulo de la pelea en el binomio presidencial. Inmediatamente después de la votación en la que expulsaron a Kueider del Senado, el Gobierno levantó el avispero y arremetieron por enésima vez contra Victoria Villarruel.

La táctica “institucionalista” de pisarle los talones a la vicepresidenta por la notificación de la Escribanía general de la Nación por la que tenía que hacerse cargo de la investidura presidencial, mientras Milei salía del país para su millonaria gira por Europa de este fin de semana, y de querer anular la sesión del jueves, es otro intento de erosionar a la abogada que organizaba encuentros con Jorge Rafael Videla.

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En el Gobierno no hay unanimidad para ir a fondo contra una Villarruel que, fiel a su estilo de no confrontar con la primera plana del Ejecutivo, elige contestar desde sus redes de forma ligera.

Pero los indecisos saben que el Triangulo de Hierro que conforman Milei, su hermana Karina y el asesor sin cargo Santiago Caputo hoy en día están de acuerdo: la quieren afuera y parecen no medir lo que podría significar marcar la invalidez de la sesión, y que el Presidente rompa con su vice.

Como tantas veces pasó en la historia reciente argentina.