Aún recuerdo la fecha con exactitud 2 de abril de 2011. Sabía poco y nada sobre esta ciudad, y podía pronunciar con suerte tres palabras en alemán. Tenía tantas incertidumbres como expectativas. Preferí dejarme sorprender o, mejor dicho, enamorar. Y no sería tan difícil, digamos que Freiburg corría con ventaja. La conocí en plena primavera, cuando la naturaleza muestra su mejor cara cientos de árboles rosados florecientes, innumerables tonos de verde, la gente disfrutando del sol en los parques, el paisaje montañoso. Todo parecía tan bello, tan armónico, como si cada rincón pudiera dar lugar a un pintoresco cuadro.
 
Los "Bächle" me impactaron desde el primer día. Se trata de unos pequeños canales de agua que se han convertido sin duda en un sello distintivo de la ciudad. Se encuentran en el centro histórico, sirvieron en su momento como abastecimiento de agua y actualmente cobran especial protagonismo durante el verano, cuando se puede ver a los niños descalzos caminando junto a sus barquitos y también a los más grandes utilizándolos para enfriar sus cervezas.

La "Martinstor" y la "Schwabentor" no son sólo dos torres por demás bellas, sino también edificaciones de la Edad Media que dan cuenta de la antigua muralla de la ciudad. La majestuosa catedral gótica (el "Münster") se eleva imponente en el centro histórico. Fue construida entre los siglos XIII y XVI, con su torre de 116 metros de altura, sus finos vitrales y sus curiosas gárgolas. Alrededor de la catedral, en el "Münsterplatz", tiene lugar cada mañana exceptuando los domingos el mercado más grande y variado de la ciudad, con sus casi 100 puestos de productos regionales de lunes a viernes, y unos 80 más los sábados. Las mejores frutas y verduras, diversidad de flores, artesanías y los populares "Bratwurst" (salchicha alemana con pan) se pueden encontrar allí.

Cada calle de Freiburg posee historia, hay miles de rincones que merecen ser conocidos, pero si tengo que decidirme por uno, elijo sin dudarlo el "Schlossberg" como mi lugar preferido. Del castillo que le ha dado nombre a este monte ya no quedan rastros, pero los atardeceres que se pueden contemplar desde este lugar son más valiosos que cualquier fortaleza. He subido una y mil veces con cada una de mis visitas para mostrarles la ciudad desde lo alto, y con los más audaces hemos llegado incluso hasta la cima de la torre ("Schlossbergturm"). Subir los 153 escalones vale la pena si se quiere tener una vista panorámica completa de la ciudad y sus alrededores.
 
A Freiburg se la conoce como "La ciudad universitaria", "La capital ecológica", "La ciudad más soleada", "La puerta de la Selva Negra", y creo que la lista continúa. Todos esos nombres le calzan a la perfección. Freiburg cuenta, en efecto, con unos 30.000 estudiantes universitarios, es pionera en energía solar, la bicicleta es el medio de transporte preferido por la mayoría de sus casi 230.000 habitantes y es la ciudad con más infraestructuras ecológicas de la Unión Europea. Su posición geográfica es privilegiada se encuentra al suroeste de Alemania, a poco más de 30 km de la frontera con Francia y a 50 km de la de Suiza, rodeada a la vez por los inmensos bosques que conforman la Selva Negra. Con un promedio de 1.740 horas de sol anuales es Freiburg definitivamente la ciudad más soleada de Alemania y su clima es asimismo bastante más cálido respecto al resto del país.
 
En Freiburg descubrí lo bien que me hace el contacto cotidiano con la naturaleza. Me entusiasmé fotografiando sus paisajes en las cuatro estaciones del año. Empecé a practicar el deporte más popular entre los alemanes el "Wanderung" (caminata en la montaña). Me habitué a andar en bicicleta. Aprendí a esquiar. Caí en la cuenta de que los inviernos no parecen tan crudos con las termas a unos pocos minutos de casa. Hice de un pícnic en el parque un plan perfecto para un domingo primaveral. Me acostumbré a nadar en los lagos. Me deleité seleccionando flores en el "Münstermarkt". Descubrí que la ropa se puede intercambiar, que en los "Flohmarkts" (mercados de pulgas) se pueden adquirir buenos artículos por poco dinero y que sacar a la calle los objetos en desuso con un cartelito que diga "zu verschenken" (para regalar) es moneda corriente. Aquí aprendí a apreciar la riqueza de moverme en un ambiente internacional, pero, a la vez, continúo rodeándome principalmente de argentinos y me alegro infinitamente al ver crecer a mi querido grupo de "Argentinos en Freiburg".
 
Ya no soy la misma desde que vivo aquí, Freiburg me cambió por completo y pienso que aún me queda mucha historia por contar en esta ciudad