Hace un año, cuando la pandemia empezaba  a extenderse por todo el planeta, setenta y cinco países posponían sus elecciones previstas para el 2020. Con el correr de los meses, a ensayo y error, el año terminó con procesos electorales realizados en 83 estados.

Con desbordes de infraestructura, catástrofes sanitarias y 2.300.000 muertos en el mundo a la primera semana de febrero de 2021, las previsiones electorales en distintos lugares siguen en pie. Al mismo tiempo, las estrategias de campaña se desarrollan en torno de la gestión de la peste, su incidencia en la economía y en las lógicas de libertad y control.

Un punto en común en las disputas políticas en el contexto de pandemia es que -en cada lugar- la caída económica y la catástrofe sanitaria se leen como únicas y bajo la única responsabilidad de quien gobierna.

En la Argentina, el Poder Ejecutivo asumió en diciembre de 2019 con un panorama complejo en términos de endeudamiento, cantidad de ciudadanos bajo la línea de pobreza y la productividad raleada por una política que expulsó a la industria en favor de las fugas de divisas y la especulación.

Con la llegada del virus del aeropuerto al territorio, el comité de crisis puso por delante la preservación de la vida y el cumplimiento estricto de los protocolos que garantizaran un freno a la circulación del COVID-19. También, y con el diario del lunes respecto de Europa y los países más golpeados del continente americano, las estrategias sustentadas en asesorías científicas, obtuvieron adhesiones mayoritarias y sobre todo épica, mucha épica.

En medio de aplausos al personal de salud, Djs en los balcones, masa madre, clases de yoga, recitales y stand ups por Facebook live, el tiempo fue pasando y la cuestión electoral se metió en la gestión sanitaria y la vida de la población. La economía, que se desmorona en todo el planeta es la herramienta por la cual la oposición acorrala para la apertura del turismo interno, la gastronomía y otras actividades que se sustentan en el cansancio de cierta parte de la población, a riesgo de un rebrote más virulento aún.

Así las cosas, la agenda opositora puso en un brete a los gobernantes locales con responsabilidades sanitarias. El hostigamiento sobre las vacunas, las políticas preventivas y el asesoramiento científico, al que dieron en llamar infectadura, hizo que quedaran boyando entre el alineamiento partidario y la necesidad de mantener las terapias intensivas lejos de la saturación.

El oficialismo, lejos de capitalizar la buena imagen lograda al principio, corrió tras la agenda de los opositores logrando cansancio en algunos de sus propios adeptos.  Con este panorama, en las elecciones de medio término el Frente de Todos renueva 50 de 119 bancas en diputados y necesita 60 para el quórum propio.  Juntos por el Cambio 60 de 116. En el Senado,  el oficialismo renueva 15 de 43 y Juntos por el cambio 9 de 29, ambos con la intención de construir la permanencia o la vuelta al ejecutivo en 2023.

De la gestión sanitaria y el equilibrio económico depende el resultado que se pueda esperar. Si las vacunas comienzan a llegar y la campaña de aplicación es masiva, al mismo tiempo que la economía comienza a reactivarse, la pandemia puede jugar a favor de quienes tienen posibilidades de mostrar logros para gestionarla.

Si los contagios recrudecen, hay que restringir la actividad y la economía acorrala a quienes sufrieron los impactos más fuertes sobre sus actividades, la posibilidad de perder votos se vuelve mucho más concreta. 

Por el momento, la discusión sobre si llevar adelante las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que están previstas para agosto de este año, pone  a las fuerzas más representativas en ventaja respecto del resto.

El sistema, que data de 2009 tras la aprobación de la ley 26571, es cuestionado por distintas fuerzas políticas. En pandemia, también el oficialismo se sumó al cuestionamiento diciendo que el presupuesto puede usarse para comprar más vacunas. Y, de paso, llevar a los votantes a elegir sobre las fuerzas que polarizan la elección.

Hasta el momento, la estrategia oficial fue reactiva a las provocaciones opositoras de la segunda minoría. Pero pandemia, saturó las explicaciones una vez que la herencia recibida comenzó a perder el efecto.

Si bien faltan nueve meses para la elección, el escenario logístico condiciona alguna de las prácticas políticas. La peste, la integridad física de candidatos y votantes. La circulación callejera (del virus y las personas) la posibilidad de una tercera ola que se salga de control

En los oficialismos provinciales y municipales, el argumento es el mismo cuando quienes se oponen interpelan tratando de llevar agua para sus molinos. Pero pandemia aunque se extienda la aplicación de la vacuna y la posibilidad de circulación baje. Pero pandemia para justificar la virtualidad y la presencialidad. Pero pandemia para cerrar todo o abrir la actividad sin que medie cuidado o responsabilidad.

* Doctora en Ciencia Política. Directora IIPPyG Sede Atlántica- UNRN