Crecer siempre fue un problema difícil de resolver para la Argentina. Los ciclos de crecimiento tarde o temprano fueron acompañados de ciclos recesivos que neutralizaban todo intento por ir hacia una trayectoria continua que permita un desarrollo sin interrupciones.

Pero especialmente desde 1983, esa situación se agravó. De los últimos siete gobiernos que tuvo desde entonces la Argentina, cuatro nos dejaron en recesión. Y para cerrar estos vaivenes, en 2020 el país habrá cumplido tres años consecutivos en recesión y con un nivel de PBI que será 7,1% menor al de diez años atrás.

Aunque en 2020 incidió fuerte el coronavirus, y hay que esperar la mayor caída de la historia, Argentina, hace años viene empobreciéndose, destruyendo riqueza, producción y capital. Imposible desarrollarse en ese contexto.

El desarrollo está asociado al crecimiento. Para desarrollarse un país debe crecer, pero el crecimiento por sí mismo no asegura el desarrollo. En el caso argentino, si se traza una línea de tiempo hacia atrás, ambas cosas fueron insuficientes: se creció poco y se desarrolló poco.

Pero eso no fue siempre así. En los albores del siglo XX, el país crecía y parecía que derramaba prosperidad. A pesar de los conflictos internos y de las dos grandes Guerras Mundiales, entre 1900 y 1945 Argentina tuvo una tasa de crecimiento anual promedio de 9,3%. Si se mide la evolución del PBI desde 1900 hasta 2019, en 119 años, encontramos que en el 70% de ellos (86 años), el país creció, y en el 30% restante (33 años) hubo recesión. La tasa de crecimiento promedio en todos esos años fue 3,1% anual.

Hasta allí las cosas parecen estar bien. Sin embargo, hay varios problemas con esas estadísticas. El primero es que, si se mide por cantidad de habitantes, el PBI per cápita solo creció a una tasa promedio de 1,3% anual en esos 119 años, poco para hablar de desarrollo. Y como condimento, ese crecimiento fue discontinuo según periodos, con importantes crisis económicas de por medio. Acá entramos al tercer problema. La economía no logró un crecimiento constante, especialmente desde el regreso de la democracia. Si dividimos los 119 años desde 1900 a 2019 en tres tramos, la foto de crecimiento marca lo siguiente:

- La mejor performance económica ocurrió entre 1900 y 1945, con una tasa de crecimiento promedio de 9,3% anual en esos 45 años. Pero el crecimiento por habitante fue solo 1,5%, bajo, por el fuerte crecimiento poblacional sobre principio del siglo.

- En el periodo 1945 – 1983 la tasa de crecimiento anual fue 5,8% promedio, por debajo del periodo anterior, pero subió a 1,9% midiendo el crecimiento anual por habitante. Incluso si se mide 1945 hasta 1975, un año antes que comience la dictadura militar, el crecimiento por habitante fue de 2,7%.

- El ciclo menos auspicioso ocurrió entre 1983 y 2019, con un crecimiento anual promedio de apenas 2,8% y por habitante de 0,9%.

Si nos detenemos en el último ciclo, 1983-2019, y sin contar el año 2002, los peores resultados fueron con Fernando De la Rúa: en sus dos años de gobierno tuvo una caída promedio anual de 2,6% en el PBI. La segunda peor performance fue la de Mauricio Macri, con una caída anual promedio de 1% en sus cuatro años gobernando. La tercera mayor caída, siempre hablando del promedio por año, la dejó Raúl Alfonsín, entre 1983 y 1989, con una baja de 0,7%.

En el otro extremo, cuando más se creció fue en el gobierno de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007: un 9,9% anual promedio de crecimiento, seguido con 4,7% promedio anual que se creció en los 10 años de gobierno menemista (1989-1999) y 2% en los 8 años de Cristina Kirchner (2007-2015). En el caso de Cristina Kirchner, sus dos mandatos se dividen: el primero (2007-2011) con un alto crecimiento, cuando anualmente la expansión promedió el 3,6%. Y el segundo (2011-2015) con un crecimiento anual promedio casi nulo, apenas 0,4%. Ya en el segundo mandato la Argentina dejaba de ser beneficiada por los altos precios de las commodities y el crecimiento de la economía mundial, que se sentían en la economía local.

Podemos continuar relatando los por menores de las expansiones y recesiones que nos marcaron. Pero una cosa queda clara: ningún gobierno aplicó políticas que definan un rumbo. Cuando nos fue bien, se debió más a factores externos que a gestiones internas, que pocas veces fueron buenas.

*Economista, investigadora de la UBA, directora de CERX y autora de “Alberto, tenemos un problema: ¿y si reseteamos la economía?” y “Atrapame si puedes: el secreto de la inflación argentina”. Twitter: @VGiarrizzo