Uno de los problemas principales que deben resolver los países periféricos en sus procesos de desarrollo es la llamada “restricción externa”, es decir, la obtención de las divisas para importar los insumos y bienes de capital necesarios para sostener un proceso de crecimiento y desarrollo de la economía. Con el comienzo de la era neoliberal de desregulación y globalización financiera, y gracias al creciente aumento de los flujos internacionales de capitales, era posible cubrir temporariamente la necesidad de divisa con endeudamiento externo. Sin embargo, la cuestión estructural de fondo quedó sin solucionarse y al problema recurrente del estrangulamiento externo se sumó el  de crisis cíclicas de deuda externa.

Si bien las crisis de deuda no se originan con el neoliberalismo, sí pasan a formar parte estructural del desempeño económico como resultado de la implementación de políticas neoliberales. Así, desde el inicio de la dictadura cívico-militar en 1976 hasta la derrota electoral de la alianza Cambiemos en 2019, se dieron tres ciclos de endeudamiento insostenible y sus crisis, los tres con gobiernos que implementaron políticas neoliberales.

Durante la dictadura cívico militar de 1976-1983 ocurrió el primer ciclo de fuerte endeudamiento externo de la era neoliberal. Durante los siete años que duró el régimen, la deuda externa se quintuplicó, e incluyó múltiples negociados, estatizaciones de deuda privada e irregularidades. La deuda de la dictadura, reestructurada y convertida a bonos con el plan Brady del menemato y en sucesivas reestructuraciones, está en la base de la insostenibilidad de los procesos de endeudamiento que siguieron.

El segundo ciclo de endeudamiento se inicia durante el gobierno de Carlos Menem, fundamentalmente facilitado por la convertiilidad y el abrupto proceso de apertura y desregulación de la economía. Las reformas estructurales promovieron fuertes ingresos de capitales que se dirigieron fundamentalmente, en un primer momento, a la adquisición de empresas públicas privatizadas. Adicionalmente, la cuenta corriente presentó saldos negativos y crecientes, los cuales debían ser compensados con ingresos de capitales privados. La privatización del sistema previsional en 1994 fue un factor que contribuyó fuertemente al crecimiento exponencial de la deuda durante los gobiernos de Menem y de la Rúa. El bache fiscal que resultó, estimado en 1% del PIB por año, se cubrió con endeudamiento en divisa.

Durante el gobierno de De la Rúa se mantuvo el esquema monetario y fiscal del menemato. Sin embargo, los desequilibrios internos y externos se fueron acentuando a partir de fines de 1998, cuando comenzó una recesión que habría de convertirse en depresión. Así, el sector público continuó endeudándose en moneda extranjera, no solo para cubrir su propio déficit, sino para sostener el nivel de reservas y garantizar la regla de convertibilidad, que culminó de forma abrupta -formalmente- a principios del año 2001. Hacia fines de 2001, bajo un ajuste fiscal creciente acordado con el FMI, el esquema se tornó insostenible, resultando en la renuncia de de la Rúa y dando lugar a una serie de gobiernos de transición, uno de los cuales declaró la cesación de pagos sobre la deuda privada, el default soberano más grande de la historia hasta ese momento.

Néstor Kirchner asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, con un país apenas saliendo de las ruinas y una pesada deuda en default. Gracias a condiciones externas favorables (altos precios internacionales de las commodities) y una audaz estrategia negociadora, se reestructuró gran parte de la deuda en default en 2005, con una importante quita y estiramiento significativo de los plazos de pago. Así, se contribuyó al proceso de desendeudamiento que, además de la reestructuración incluyó la cancelación por adelantado de la deuda con el FMI. El proceso de desendeudamiento continuó con la reapertura de la oferta de reestructuración, que concluyó con el 94% de los bonistas en default aceptando la oferta de canje, durante el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner. 

El tercer ciclo de endeudamiento se genera durante el gobierno de Mauricio Macri. La llegada de la alianza Cambiemos al poder en diciembre de 2015 generó profundos cambios en la regulación monetaria, financiera y cambiaria. Como consecuencia de estos cambios se profundizaron los desequilibrios externos, generando un nivel de deuda pública insostenible. A su vez, cayó la actividad productiva por las altas tasas de interés y la consecuente contracción del crédito, favoreciendo la especulación financiera y destruyendo la producción.

Estos ciclos de endeudamiento de la era neoliberal tienen rasgos en común, fundamentalmente, la deuda no se utilizó con el objetivo de modificar la estructura económica -por ejemplo, para impulsar obras de infraestructura o incrementar exportaciones de alto valor agregado-; se utilizó para refinanciar deuda existente y, fundamentalmente, para la fuga de capitales al exterior. Los daños que estos procesos han generado en la economía argentina han sido muy profundos. En particular, acentúan el problema estructural de la restricción externa y generan fuertes devaluaciones, impactando en los precios internos, destruyendo el aparato productivo, reprimarizando la economía y aumentando de manera exponencial la pobreza.

En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el Presidente Alberto Fernández se refirió a estos problemas, y al acuciante problema de la deuda heredado del macrismo, con los siguientes enunciados:

“Nunca más a un endeudamiento insostenible”.

“Nunca más a decisiones que se toman con ínfulas tecnocráticas de la noche a la mañana, a espaldas del pueblo”.

“Nunca más a la puerta giratoria de dólares que ingresan por el endeudamiento y se fugan dejando tierra arrasada a su paso”.

Nos parecen fundamentales estos enunciados para diagramar políticas de sostenibilidad y desarrollo. Agregaríamos, como enunciado complementario y esencial: Nunca más al neoliberalismo.

*Economista, investigador docente del Área de Economía Política, Universidad Nacional de General Sarmiento. En co-autoría con Cecilia Allami, economista.  Twitter: @EconomiaPolUngs