La crisis del país y la marginalización de sectores sociales
Las insatisfactorias inserciones en el mercado laboral y la ausencia de políticas sociales agudizan el ya viejo problema de la pobreza en Argentina
En los últimos meses se advierte un notable empeoramiento de la situación económica y un efecto negativo sobre las condiciones de vida de la población. Sin embargo, merecen no perderse de vista las transformaciones de la matriz productiva, laboral y social ocurrida en nuestro país hace al menos cuatro décadas y que tuvieron en las grandes aglomeraciones urbanas su expresión de mayor magnitud.
En 1997 un estudio oficial de amplio alcance (Encuesta de Desarrollo Social) causó conmoción cuando señaló que la “mitad de los pobres eran niños y la mitad de los niños eran pobres”. La crisis de fines de 2001 marcó un punto álgido en esa tendencia si bien la bonanza posterior y aciertos gubernamentales mejoraron la situación en los años siguientes. A partir de 2010, las mediciones extraoficiales, dada la pérdida de confiabilidad del INDEC, indicaron un incremento incesante de la población en situación de pobreza. Un informe de la UCA publicado en marzo indicaba que entre 2010 y 2015 la pobreza multidimensional osciló entre el 25 y el 30% de la población urbana, para luego ubicarse en un escalón superior (30,1%, 26,6% y 31,3% en 2016, 2017 y 2018 respectivamente).[1] El año pasado UNICEF indicaba que la “mitad de los niños argentinos eran pobres” y un reciente informe de la UCA calculó en un 41% la magnitud de niños menores a 18 años en tal condición en 2018.[2]
Vale decir, una enorme cantidad de población se encuentra en una frágil y vulnerable situación desde el punto de vista socioeconómico, a estas alturas convertida en una característica estructural de nuestra sociedad. Las alarmas sobre sus manifestaciones más visibles y los padecimientos y angustias familiares actualmente agudizadas no deben ocultar un asunto que excede a la calamitosa coyuntura. La distorsión histórica y estructural se agrava frente a un ciclo económico negativo.
Las razones de tal fragilidad se deben a dos cuestiones: en insatisfactorias inserciones en el mercado laboral y en la ausencia de políticas sociales en condiciones de atender el problema.
En primer lugar, gran cantidad de estudios, entre ellos el publicado por la UCA hace pocos días, muestran que la incidencia del “empleo de pleno derecho”, esto es, asalariados, cuentapropistas y empleadores que se encuentran en situación de formalidad laboral, alcanzaba entre 2010 y 2018 aproximadamente al 45% de la PEA urbana mayor de 18 años. El resto oscilaba entre empleos precarios y subempleos inestables en proporciones variables: cuanto peor era el ciclo económico, el segundo crecía en relación con el primero. Desde el punto de vista de los puestos de trabajo, entre 2014 y 2018 casi el 50% correspondían al “sector micro-informal” compuesto por actividades de baja productividad, alta rotación, en establecimientos pequeños y en hogares, con bajos ingresos y, además, con menor o nulo disfrute de los beneficios no salariales. En otras palabras, un escenario laboral heterogéneo y fragmentado.[3]
Y en segundo lugar, quien carece de un empleo formal se encuentra también excluido de los seguros de salud y de una futura jubilación, mostrando su insuficiencia e inadecuación, según los datos recién presentados. La AUH corrigió en parte esa relación al extender las transferencias a las familias con hijos de los trabajadores del sector informal. Pero la ausencia de políticas que suplementen los bajos e inestables ingresos de una enorme masa de población se plantean como un problema sin atención ni debate.
En suma, nos hemos acostumbrado a convivir con un amplio núcleo de compatriotas que viven en los márgenes, que coyunturalmente transitan mejoras relativas pero que están lejos de resolver las incertidumbres e inseguridades de unas vidas acompasadas al funcionamiento del mercado de trabajo. Una política social robusta, generosa y basada en pilares distintos a la tradicional relación con el mercado formal de trabajo, debe reponer aquello que el empleo y los salarios hace tiempo que ya no ofrecen.
*Sociólogo y Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Twitter: @GamalloGustavo
[1] http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Presentaciones/2019/2019-OBSERVATORIO-POBREZA-MULTIDIMENSIONAL-DOCUMENTO-TRABAJO.pdf
[2] http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Documentos/2019/2019-BDSI-DOCUMENTO-INVESTIGACION-POBREZA-INFANCIA-BOLETIN-1.pdf
[3] http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Presentaciones/2019/2019-OBSERVATORIO-DOCUMENTO-TRABAJO-HETEROGENEIDAD-FRAGMENTACION.pdf