Una de las preocupaciones inmediatas producto de la pandemia y la cuarentena a raíz del virus covid-19, se ha traducido en la problemática del empleo y los ingresos. La desocupación en ascenso y la aceleración de la inflación durante los últimos meses del año 2019, terminaron de plasmar un escenario crítico, que se agudizó durante la cuarenta. De este modo, es que se han venido implementando medidas de contención por parte del nuevo gobierno: primero la doble indemnización para evitar despidos; luego decretos, durante la cuarentena, sobre la prohibición de los mismos; políticas extensivas de ingresos como el IFE (abarca a trabajadores/as de casas particulares, monotributistas e informales); y a su vez, los aportes del estado a las empresas privadas para el pago de los salarios a través del programa ATP. Paralelamente a esta fuerte política de ingresos de corte coyuntural, se han acordado entre organizaciones sindicales y cámaras empresarias una disminución de los salarios en pos de preservar las fuentes de trabajo existentes.

Pero qué sucede con el “trabajo”. No nos referimos a contratos e ingresos, sino a las actividades. ¿Qué sucede con las tareas?  ¿Cómo se han modificado en la actual situación? A la luz del debate público, se encuentra la modalidad de trabajar virtualmente: el teletrabajo. Utilizada para actividades relacionadas con los servicios, en un primer momento, y más recientemente extendida para los trabajadores/as del sector público. Los reclamos por el derecho a la desconexión, por parte de los trabajadores/as, son intensos y transversales a las distintas actividades de la economía ¿Cuándo comienza y finaliza el horario de trabajo? Sumado a esto, se agrega que la empresa u empleador, debería garantizar y solventar los medios de trabajo. Y el solapamiento de actividades, desde una perspectiva de género, también pone de relieve el cuidado y las tareas del hogar como trabajo. Un reconocimiento necesario y vital en el actual contexto.

Por otra parte, se encuentran los trabajadores/as de la economía popular, someramente descriptos como “informales” por las estadísticas del mercado de trabajo. También sus actividades han adquirido resonancia pública debido al trabajo que realizan (el sindicato UTEP es la organización que busca su reconocimiento como sujeto de derechos laborales en espejo a un asalariado formal). En el contexto de la cuarentena, por un lado, los trabajadores/as del espacio público (vendedores/as, artistas, entre otros) y los cartoneros/as (denominados también como recicladores urbanos)  se han visto afectados en la realización de su labor; y por otro, los/as trabajadores/as de la denominada rama sociocomunitaria (comedores, merenderos, guarderías, ollas populares, entre otras actividades) y los trabajadores/as rurales que integran la agricultura familiar, se han erigido como el sostén del protocolo sanitario, la alimentación y servicios básicos en los barrios populares.

Es indudable que la crisis desatada por la emergencia sanitaria haya generado políticas y demandas de ingresos. No obstante, la contención social hace emerger también la necesidad de regular modalidades de trabajo, como así también reconocer actividades por las cuales puede subsistir una gran parte de la población desplazada de los canales formales. Definir y regular condiciones de trabajo implica concentrarse en la calidad de vida de las personas, una cuestión que la pandemia vino a interpelar.

*Sociólogo. Especialista en temas laborales. Docente de UBA y la UMET.