El 27 de octubre de 2010 moría el entonces ex presidente Néstor Kirchner y la política argentina comenzaría a dar un giro trascendental. Sin el gran armador político del espacio, capaz de hacer convivir bajo su manto a los más diversos actores e intereses, Cristina Fernández quedaba a la cabeza de un proyecto político que comenzaría a reconfigurarse. Asediada por los enemigos que ya tenía declarados y los que pronto irían dándose vuelta, la "jefa"  terminó apoyándose rápidamente, por convicción o por necesidad, en un sector hasta ese momento en formación y que maduró políticamente en forma vertiginosa y con la irreverencia innata de su esencia: la juventud.

Millones que habían vivido en pantalones cortos y jumpers la decadencia de los '90, la debacle del 2001, la marginación y la pobreza extremas, la angustia de un país sin expectativas conducido por una clase política de la que sólo cabía esperar que se vayan todos, encontraron en los primeros años del kirchnerismo una coyuntura de estabilidad, crecimiento y perspectiva de futuro que hasta entonces no habían conocido. Y poco más de un lustro después, ante la pérdida del artífice de ese resurgimiento, les llegó el turno de ocupar el centro de la escena de esa política de la que se enamoraron al verla transformar para bien la vida de toda una sociedad.

La disputa por la juventud

Pero ya pasó más de una década de ese fenómeno de la política nacional, La Cámpora es mucho más un componente estable del sistema institucional que el emergente disruptivo de entonces, y también la juventud es otra, con otras vivencias acumuladas y otras expectativas insatisfechas. Desde ese lugar hay que mirar la puja no solo por el voto joven para este 2021 sino por la juventud como un actor político preponderante, disputa en la que están embarcadas todas las fuerzas políticas del país y que en los últimos días copó la agenda.

LIBERTARIOS

El fenómeno más novedoso es, sin dudas, la definitiva consolidación de los sectores libertarios en el menú político, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires. Los medios tradicionales se hicieron eco el sábado pasado de algo que ya se viene cocinando en las redes desde hace tiempo pero que explotó en una plaza del barrio de Palermo con la presentación de la campaña del frente Libertad Avanza. Su principal y único referente, el economista mediático y candidato a Diputado nacional Javier Milei, le habló desde un escenario con un atril propio de discursos de otros tiempos a una multitud de jóvenes que se congregaron a escucharlo. Desde las entrañas libertarias calculan en cuatro o cinco mil personas la asistencia que calificaron como espontánea, sacando pecho al afirmar que ni Juntos por el Cambio ni el peronismo lograrían esa concurrencia sin movilizar aparto.

La disputa por la juventud

El tono del discurso libertario no difiere, en lo combativo, de aquel con el que enamorara a la juventud el kirchnerismo diez años atrás. La diferencia está en el fondo de la propuesta, y se explica por la deriva del país en esos diez años. La épica de la reconstrucción argentina en la salida de la crisis del 2001 le resulta ajena a jóvenes que, con quince o veinte pocos años de edad, vivieron un país que pasó del estancamiento económico del segundo mandato de CFK a la crisis permanente desde Macri en adelante. La mística de la recuperación de la política como herramienta de transformación suena como un relato más que como una realidad en los oídos de muchos de los que crecieron en la Argentina híper politizada, con la grieta como fenómeno asfixiante y como marca de la incapacidad de la clase dirigente para resolver los problemas que se profundizan. La dictadura y el neoliberalismo como antagonistas se perciben ya muy lejanos, y en una especie de giro de 180 grados la respuesta surge de la anti política.

“Ellos contra nosotros” es el lema de Milei, un “que se vayan todos” 2.0 donde el nosotros es lo opuesto a la política. “Hoy comienza la reconstrucción de la Argentina” afirmó en ese acto de lanzamiento, proceso que consistiría en “sacar a los políticos con patadas en el culo”. Milei es consciente de lo que persigue, y lo enuncia: una batalla cultural para una revolución moral. Y su ejército es sub 25.

La disputa por la juventud

PERONISMO Y UNA CRUDA REALIDAD PARA LA JUVENTUD

“Yo mi vocación revolucionaria de joven la sigo manteniendo viva” respondió el Presidente Alberto Fernández el lunes pasado en un acto en Tecnópolis, donde se anunció un plan de formación de programadores de software. Y apuntó directamente contra el fenómeno Milei: “Hay liberales que son conservadores, píquenles el boleto porque los quieren hacer salir a la calle para pedir catástrofe y penuria para millones” afirmó en referencia a las convocatorias a libertarias a las marchas anticuarentena, y con una marca de época bastante impropia si buscaba interpelar a generaciones que siempre viajaron con la SUBE y quizá nunca hayan sacado un boleto.

Si bien el Gobierno sabe que el progresismo que el peronismo representa y siempre representó en el país es la identidad política más convocante para la juventud, aún con estos nuevos emergentes libertarios, también es consciente de la difícil situación que atraviesan los jóvenes en el país, y teme un voto castigo. Un informe reciente de IDESA reveló que el grupo de jóvenes de entre 16 y 29 años es el más afectado por altas tasas de inactividad, desempleo y pobreza, un deterioro que se acrecentó desde 2017 pero que recrudeció en el 2020 a causa de la pandemia. Si el porcentaje de los llamados “ni ni” rondaba el 15% a principios del año pasado, para el segundo trimestre esa tasa ya se había disparado hasta el 22% debido al parate económico y general. Por otro lado, el informe resalta la dificultad de ese sector de la sociedad para conseguir empleos de calidad y su deriva hacia la economía informal. La brecha de informalidad entre los jóvenes y el resto de las personas ocupadas es de alrededor de 15 puntos porcentuales.

La disputa por la juventud

Otro dato que construyó el instituto es que la mitad de los jóvenes de menores ingresos no terminan la secundaria. En otro informe, realizado a partir de las declaraciones de un directivo de la Toyota sobre la dificultad para conseguir 200 jóvenes mínimamente calificados para incorporar a su planta de Zárate, establecieron que sólo el 69% de los jóvenes de hasta 24 años terminaron sus estudios medios, y que mientras en los hogares de altos ingresos el porcentaje es del 88%, en los sectores menos pudientes apenas alcanza el 52%.

Estos indicadores, que lógicamente se traducen en una fuerte caída en la calidad de vida de los jóvenes argentinos, se refleja también en sus opiniones sobre la situación política. Un reciente estudio de la consultora Analogías, realizado a fines de julio sobre una muestra de 2.804 casos de los cuales el 31,3% fueron jóvenes de entre 16 y 29 años, muestra números contundentes. Ante la pregunta “¿cómo cree usted que será la situación económica en los próximos dos años?” ese rango etario fue el más pesimista de todos, respondiendo un 19,4% “igual de mala”, un 17,5% “peor” y un 24,9% “mucho peor”. También es el sector que peor valoró la perspectiva de recuperación del poder adquisitivo en los próximos meses, con un 53,6% que respondió que será menor al actual, y el que menos considera que la actividad económica y el empleo se esté recuperando, con un 42,9% que ante esa consulta respondió “nada”.

La imagen de Alberto Fernández registra entre los jóvenes de la encuesta el mayor porcentaje para la opción “muy malo”, con un 30,5%. Y la crisis de representación se extiende a todo el sistema político, tal como refleja el resultado de la pregunta: “¿Cree usted que el resultado de las elecciones de este año va a contribuir a que mejore la situación en general en la Argentina?”, a la cual un 26,2% respondió “poco” y un 26,1% “nada”.

El Gobierno toma nota de la situación y viene intentando ofrecer respuestas materiales y simbólicas al problema para volver a enamorar a esa juventud desencantada. A las permanentes notas de los medios hegemónicos que cuentan historias exitosas de jóvenes que emigraron al exterior, el discurso oficial responde con el entusiasmo de quedarse en una Argentina que ya empieza a ofrecer oportunidades. El mencionado plan Argentina Programa anunciado en Tecnópolis, que hasta fin de año capacitará a unos 60 mil jóvenes, es una. Otra iniciativa reciente es el plan “Te sumo”, anunciado a fines de junio en Almirante Brown por la primera línea del oficialismo, a través del cual el Gobierno subsidiará el 70% de salario de jóvenes de entre 18 y 24 años que sean contratados por las PyMES inscriptas. Alberto Fernández afirmó ayer que ya son miles las empresas que se anotaron al programa.

La disputa por la juventud

Pero no solo las medidas sino también la comunicación del oficialismo apunta a la juventud. CFK revolucionó al país nombrando al músico L-Gante, quien recientemente le devolvió el gesto mencionándola en una canción. En los últimos meses, el Presidente Fernández brindó tres entrevistas transmitidas exclusivamente por Youtube. La primera, al youtuber, humorista e influencer Pedro Rosemblat, conocido como “el cadete” y con gran llegada al progresismo kirchnerista. La segunda, apenas días después, fue a Tomás Quintín Palma, un streamer e influencer de la generación Z que llevó a Fernández a categorizar a personajes de la política con términos como “cringe” o “flama”. Ayer, por su parte, se conoció la Caja Negra de Alberto Fernández, el exitoso formato creado por el periodista Julio Leiva para el medio digital Filo News.

Lejos del espanto que estos movimientos generan en los medios y el periodismo tradicional, la jugada es clara: hablarle a la juventud en su territorio, las redes y el mundo digital, y hablarle además en su idioma y su tono, o al menos intentarlo. Y también hablarle de los temas que le interesan, basta repasar sino la agenda por la que Leiva hizo caminar al Presidente, que incluyó trabajo joven, pobreza, ambientalismo, el posible acuerdo con China por la producción porcina, o la legalización del consumo recreativo de la Marihuana.

El Gobierno se juega mucho intentando retener a la juventud, volver a convocarla a creer en un proyecto de país, aunque tenga poca realidad para ofrecerle y la épica del pasado le quede cada vez más lejos. Vale una última mención que grafica esta importancia: a fines de julio se lanzó también el programa “Voto Joven”, con una fuerte campaña en las redes y operativos del Ministerio de Interior que permitieron a más de medio millón de jóvenes renovar su DNI para que puedan votar.

JUNTOS POR EL CAMBIO Y LA IZQUIERDA

El (¿ex?) macrismo no quiere quedarse afuera de la disputa. A pesar de su raigambre ideológica conservadora, siempre intentó presentarse como una carta de renovación y desde allí también buscó convocar a la juventud que no se identificaba con el peronismo. Con la agenda marcada por los actos libertarios y del oficialismo, ayer pudo verse en las redes una foto de la primera línea del PRO con la juventud del partido. La subió María Eugenia Vidal, quien aparece sacándose una selfie apenas delante de Larreta, Santilli y Patricia Bullrich, con una veintena de militantes atrás. “Qué lindo es ver en los ojos de tantos candidatos y candidatas de la juventud PRO motivación y ganas. Ese es el motor para lo que viene” fue el mensaje de Vidal. Por ahora, el principal sector de la oposición no estableció ningún eje discursivo firme para interpelar directamente a los jóvenes. Seguridad y educación, principales pilares de campaña, apuntan más a una clase media agobiada por la situación social y la pandemia y desencantada con el rumbo del Gobierno. Lógicamente, se les hará difícil ofrecer un horizonte de recuperación del empleo y los salarios con las brasas del infierno económico que generaron aún ardiendo.

Facundo Manes se subió a la ola con un posteo por el Día Internacional de la Juventud. “Tenemos una gran deuda con las nuevas generaciones. Y nos hacemos cargo. Pero les pedimos por favor que no aflojen ni se conformen. Las cosas pueden ser distintas” dijo el neurólogo, que tendrá el desafío de explicarle a esa juventud como podrá ofrecerle nuevas oportunidades desde una lista y un espacio cargado de responsables del estado actual del país, aunque él no se haga cargo de ese pasado.

Margarita Stolbizer se planteó también su preocupación por los jóvenes que “piensan que la única salida es ezeiza”, haciendo referencia a ese supuesto grupo social que estaría desesperado por emigrar, pero del cual ningún estudio ni discurso serio puede dar cuenta con datos concretos. Para la líder del GEN la respuesta pasa por ofrecer una “educación ligada al empleo”, que permita una inserción laboral y una capacidad de proyección.

Por su parte, los sectores de la izquierda encuadrados en el FIT siempre encontraron su principal base sustentación en las juventudes universitarias que nutren sus partidos y muchas de sus candidaturas. Su discurso no varía de lo que fue históricamente, el planteo de que la crisis no debe ser afrontada por el pueblo trabajador, sino por los sectores del poder económico concentrado. En ese marco, sacudieron la agenda reciente con un creativo spot de campaña en el que se subieron al éxito del revival de la seria Okupas, mostrando un grupo de cuatro jóvenes de un barrio humilde que, emulando a los protagonistas de la serie, conversan sobre cómo la situación actual es muy similar a la del principio de los 2000, tiempo de crisis que parió la exitosa producción de Bruno Stagnaro e Ideas del Sur. La precandidata a Diputada nacional, Romina del Plá, afirmó en diálogo con el programa En Boca de Todos de Diagonales Radio que “los Espert o los Milei no tienen nada de anti sistema, más bien buscan la aplicación de este sistema más a fondo”. Para la referente del FIT existe un intento de plantear la salida de la crisis por derecha, cuando en realidad quienes la platean son “unos fachos”.

Como pocas veces en los últimos años, la juventud comienza a ocupar un lugar central en los objetivos de campaña de todas las fuerzas políticas del país. De fondo, una disputa de sentido por ofrecerle a esa juventud una visión de país que la convoque y la entusiasme, luego de casi una década de avances y retrocesos que no terminan de permitirle al país un arranque definitivo hacia una mejor calidad de vida para las mayorías, y que tiene a los jóvenes y sus expectativas como principales rehenes. Mucho más que una puja por el voto joven, lo que empieza a configurarse es una discusión estratégica que marcará el destino de las próximas generaciones. La juventud está en disputa.