La Patria nos une
Se cumplen doscientos ocho años de aquella gesta que marcaría el camino hacia la independencia y así también hacia nuestro propio destino como nación soberana
Celebramos hoy un nuevo aniversario de nuestro propio nacimiento como argentinos; el festejo de todos nuestros festejos; el de un puñado de hombres que decidió romper las cadenas coloniales para construir una patria nueva. Se cumplen doscientos ocho años de aquella gesta que marcaría el camino hacia la independencia y así también hacia nuestro propio destino como nación soberana. Fue una verdadera hazaña, una batalla épica librada a todo o nada desde el fin del mundo que se logró con participación política, la misma que este 25 de Mayo nos invita a viajar al núcleo de nuestros comienzos –como dijo el por entonces cardenal Jorge Bergoglio- no para ejercitar nostalgias formales sino para buscar la huella común de la esperanza.
La Patria nos une. Nos une y nos unirá siempre. Como las estrofas del Himno, como el flamear de una bandera celeste y blanca, como la escarapela, como las Islas Malvinas, como el orgullo de cada Nobel. Somos argentinos y hoy tenemos la oportunidad y la necesidad de reencontrarnos en ese sentimiento.
Querámoslo o no, somos sólo la memoria que tenemos. La frase es del portugués José Saramago y de alguna manera sintetiza esa propuesta de viajar hacia el reencuentro con el “sentir nacional”, pero desde un presente que -pese a los intentos de amnesia generalizada- nos enlaza y abraza a todos, sin posibilidad de grieta, como habitantes y constructores de esta patria. En otras palabras, todos coincidimos en el punto de partida, en aquel 1810, que no es otro que el de un pueblo que eligió ser libre.
Desde esa perspectiva resulta ahora lógico el rechazo categórico y masivo a la decisión del gobierno nacional de acordar un salvataje financiero con el FMI. El mundo no nos abrió sus puertas; no llovieron inversiones; la alegría del pueblo no alcanzó la categoría de revolución; los docentes no cobran ahora un mínimo de 40 mil pesos; la titular de la Oficina Anticorrupción no tiene los ojos vendados sino lentes de aumento; los jubilados fueron “reparados” para cobrar menos; y la inflación crece a un ritmo que por lo vertiginoso ya resulta “inmedible”.
En ese escenario estamos todos nosotros. Jugando a la rayuela en el último metro de un precipicio; navegando a toda máquina frente a lo que se perfila como un horizonte plagado de icebergs; y endeudados en montos difícilmente explicables para quienes no están familiarizados con el mundo de las finanzas.
Frente a lo que parecería un adormecimiento de las conciencias, frente a un estado de resignación producto de usinas oficiales cuya única misión sería la de sembrar zozobra en la sociedad en general y terror entre los trabajadores estatales, no perdemos el optimismo ni la esperanza. Hoy más que nunca redoblamos esfuerzos, desde la política, como herramienta de transformación, para recuperar la fuerza de un Estado presente como ordenador social para quienes más lo necesitan.
Somos parte de un país inmenso; el mejor del mundo, con una ubicación global estratégica, con la más grande reserva de agua dulce, con cuatro climas, con ríos y salidas al mar; con tierra productiva y con una capacidad única a la hora de generar recursos humanos. Todo eso nos une.
Y por todo eso, es necesario defender nuestra identidad fundacional y nuestro compromiso con el bien común. Lejos del desánimo, con la frente en alto y la mirada firme y segura de quienes no cargan más que convicciones, hoy nos toca asegurar nuestro lugar y ejercer la romana “Patria Potestad” en el más amplio de los sentidos para nuestros hijos y nietos.
Decía el Papa Francisco que “la vitalidad y creatividad de un pueblo, y de todo ser humano, sólo se da y se puede contemplar luego de un largo camino acompañado de limitaciones, de intentos y fracasos, de crisis y reconstrucción”. Y que “el pecado mayor de todos los cultores de la ceguera es el vacío de identidad que producen, esa terrible insatisfacción que nos proyectan y no permiten que nos sintamos a gusto en nuestra propia patria”.
Vivamos a gusto en nuestra propia casa. Decidamos nuestras reglas de juego, nuestro propio destino, nuestra historia. Seamos libres. Y hoy más que nunca, recordemos que un pueblo dividido y desorientado ya está dominado.
*Concejal de La Plata por Unidad Ciudadana. Twitter: @vtolosapaz