La sanción de la Ley 26.571 el 2 de diciembre de 2009 estableció las elecciones Primarias Abiertas Simultaneas Obligatorias (PASO) para cargos electivos nacionales. El debut de las PASO fue en las elecciones de 2011 y a partir de esa fecha cada dos años los ciudadanos argentinos concurren a las urnas para definir dentro de cada espacio político las listas de candidatos a los distintos cargos nacionales.

Las PASO desde el inicio generaron un debate público que nunca cesó.  Un debate que se da en y entre todos los actores que conforman la opinión pública: ciudadanos, dirigentes políticos y medios de comunicación. Debate que tiene un sinfín de aristas que van desde su utilidad, su efectividad, hasta su costo y logística. Las opiniones diversas no se agrupan por partido o frente político, son percepciones que exceden todo tipo de ideología política. Tanto dentro de la oposición como dentro del oficialismo -ya sea entre la clase dirigente como entre los ciudadanos de a pie-, hay quienes están a favor y quienes están en contra de las PASO como mecanismo de selección de candidatos.

Están quienes cuestionan su utilidad dado que son muchos los casos donde no hay pelea interna dentro de un frente para definir los candidatos, y por ende no existe tal competencia. Por el otro lado, están quienes creen que es necesaria la competencia interna entre precandidatos y destacan la importancia que sean los mismos votantes los encargados de decidir a través del sufragio, quienes conformarán la lista definitiva del espacio que los representará. No obstante, y a pesar de las diferentes percepciones, no son poco los que sostienen que las PASO son una gran encuesta partidaria. ¿Es esto así?

En primer lugar, es importante hacer una observación netamente metodológica. Una encuesta es una investigación que se basa en una muestra extraída de manera probabilística -preferentemente- de una población de estudio. Las PASO como sabemos son obligatorias, por lo que no se encuesta a una porción de la población de estudio seleccionada aleatoriamente para luego hacer inferencias estadísticas sobre toda la población, sino que se relevan datos de la totalidad de las unidades de análisis que conforman dicha población. Se sabe que el total de los ciudadanos empadronados no va a votar, a pesar de la obligatoriedad de hacerlo, pero estrictamente no se extrae una muestra, por lo que no estamos técnicamente ante la presencia de una encuesta.

Dejando de lado esta salvedad metodológica, las PASO hacen mucho más que anticipar la fortaleza o debilidad electoral de un espacio político. En primer lugar, permiten que sean los ciudadanos quienes a través del voto definan los candidatos que conformen la lista definitiva para la elección de octubre. Habilitan a que la “pelea” interna se de y las listas se conformen según el voto popular y no por decisión vertical e intencional de la elite dirigente de cada espacio político. Posibilitan, por lo tanto, dirimir internas de manera democrática abriendo el juego a las minorías partidarias que están muchas veces al margen y no pueden dar pelea, siendo la ciudadanía con su voto la que define la conformación de las listas de sus propios representantes.

No solo cumplen este rol de primarias, ya que también determinan qué espacios políticos compiten en la elección definitiva de octubre; ya que para poder competir en las elecciones, los espacios políticos deben obtener el 1,5% de los votos válidos emitidos en el distrito que se presenta para poder pasar a la instancia final. Esto es de suma importancia porque abre el juego a nuevos espacio o espacios políticos minoritarios, que de otra manera no podrían participar en el proceso electoral.

En definitiva, así como están quienes creen en las PASO como herramienta democratizadora y quienes las ven como un costo de la política innecesario, es válido pensar que haya quienes ven a las PASO como una gran encuesta nacional y quienes la perciban como un acto de participación ciudadana y una instancia relevante del proceso electoral nacional. La polémica sobre las PASO en particular y la reforma electoral en general, de tanto en tanto ocupa la agenda nacional, pero lamentablemente aún no se ha dado un debate serio al respecto.  Nos debemos como sociedad este debate; un debate que sin duda ayudaría a fortalecer la equidad y transparencia del proceso electoral.

*Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Maestría en Historia (UTDT). Postgrado en Gobierno de la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Licenciada en Ciencia Política (UBA). Profesora Titular de la Materia Metodología de Investigación en Ciencia Política 1  y Adjunta en la Materia Opinión Pública en  la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Profesor Titular Materia Lógica y Metodología de la Universidad CEMA y profesora en FLACSO. Investigadora de la Universidad de Buenos Aires.