Libertarios comunistas tras los ahorros de la gente
El Gobierno logró lo impensado: que en el país del corralito se naturalice la idea de gastar “los dólares del colchón”. El antecedente menemista y el quiebre del 2001. La soberbia y la violencia de quienes manejan la economía en el país y mantienen sus ahorros afuera porque no confían en ella, pero siguen pidiendo el voto. Y ahorra también los ahorros.
Javier Milei y Luis Caputo lograron lo impensado. En el país que vivió una década de ficción cambiaria donde un peso valía un dólar, en la cual la sociedad confió y se endeudó en moneda extranjera, proceso que terminó con un estallido tras la expropiación de los ahorros vía el corralito para pagar la fiesta de la bicicleta financiera, el Gobierno nacional consiguió naturalizar el pedido a esa sociedad de un nuevo salto al vacío. “Sacar los dólares del colchón” para pagar uno de los costos de vida más altos del mundo si se considera la relación entre los ingresos de las mayorías y los precios de bienes y servicios. Tras volver a endeudar fenomenalmente a la Argentina, los libertarios se volvieron comunistas y van tras los ahorros de la gente para extender todo lo posible el nuevo ciclo de carry trade, bicicleta financiera que ya reportó fenomenales ganancias a los amigos de Caputo en este año y medio de gobierno.
Está claro que el modelo de país libertario no apunta a la pujanza de un sistema productivo que genere recursos genuinos, que aumente el volumen de la economía nacional, incremente el consumo y el mercado interno y acumule reservas para garantizar su sostenibilidad. Desde el 10 de diciembre de 2023 en adelante, el único plan económico fue hacerse de dólares para mantener un tipo de cambio lo más planchado posible que permitiera traducir los negocios financieros en pesos a la divisa estadounidense.
La primera etapa fue pisar las importaciones y destinar los dólares de la liquidación del agro del año pasado a ese sistema. Luego llegó el blanqueo, con el que entraron y volvieron a salir más de 20 mil millones de dólares. Agotada esa caja y con la inflación al alza, llegó el rescate del FMI y otros acreedores externos. Pero nada alcanza para alimentar al monstruo en su voracidad, y ahora el Gobierno nacional desempolva una vieja receta menemista: pedirle a los argentinos que confíen en el sistema financiero y la economía nacional, vertiendo en ella sus ahorros y apostando a que el crecimiento del país retribuirá esa decisión.
Es sabido que a Javier Milei le gusta mirarse en el espejo de Carlos Menem. En abril de 1992 se modificaron elementos de la Ley 24.073, entre los cuales se encontraba la “Exteriorización de la Tenencia de la Moneda Extranjera, Divisas y demás bienes en el exterior”. El tercer título de la nueva norma especificaba: “Las personas físicas, sucesiones indivisas y los sujetos comprendidos en el artículo 49 de la Ley de Impuesto a las Ganancias, texto ordenado en 1986 y sus modificaciones, inscriptos o no, podrán normalizar su situación tributaria mediante la exteriorización de la tenencia de moneda extranjera, divisas y demás bienes en el exterior y de moneda extranjera en el país, en las condiciones previstas en el presente título”.
Un mes después, en mayo de 1992, una solicitada en el diario Clarín de la Secretaría de Ingresos Públicos del Ministerio de Economía y Obras y Servicio Públicos de la Nación le proponía a la población: “Sáquela del colchón… y duerma tranquilo!”. El llamado a la sociedad era directo: “Hace mucho tiempo que usted ahorra en moneda extranjera, ¿no es cierto? Y claro, sucesivos gobiernos lograron, a través de décadas de inestabilidad e inflación, que muchos eligieran ese camino Así, el destino de de esos ahorros era el colchón…”.
Pero el reciente gobierno menemista, que estaba en ese entonces terminando de salir de las hiperinflaciones de finales de los 80 y principios de los 90, proponía algo mejor para los ahorros de los argentinos: “Ahora hay una excelente oportunidad para que usted invierta legalmente esos ahorros, regularizando al mismo tiempo su situación tributaria. No la desaproveche”.
El final de esa historia es conocida. Vino la convertibilidad, llovieron dólares por la venta del patrimonio nacional y el endeudamiento externo, las familias argentinas que no cayeron en el desempleo y pudieron aprovechar el crédito de la plata dulce se endeudaron en dólares, y todo terminó en el corralito, el estallido del 2001 y la posterior pesificación asimétrica de Duhalde. El resultado para muchísimos argentinos fue la pérdida de buena parte de sus ahorros. Los ganadores fueron los mismos de siempre.
El crack del sistema financiero nacional generó la desconfianza que hoy el Gobierno nacional pretende revertir, convocando a la sociedad a volcar sus ahorros al circuito formal. El riesgo que el Gobierno oculta a la sociedad es el mismo que décadas atrás: endeudarse en moneda dura y exponerse a un nuevo shock económico, o directamente descapitalizarse.
Ese riesgo se potencia cuando se observa quiénes administran las finanzas públicas, sus antecedentes y sus propias situaciones patrimoniales. Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación a quien Milei llama “el coloso”, conducía el Banco Central en 2001, meses antes del estallido, y fue el gran responsable del “Megacanje”. Con esa operación el país retrasó el pago de deuda canjeando 20 mil millones de dólares en bonos por un aumento de intereses y capital que elevó esa cifra a los 50 millones de dólares. Sturzenegger fue procesado por la justicia por su responsabilidad en el Megacanje, y resultó sobreseído en 2016, poco tiempo después de asumir su segundo tiempo de protagonismo en la economía nacional durante el gobierno de Macri.
Los resultados de esa segunda experiencia también son harto conocidos. Pero revival neoliberal entre el 2015 y el 2019 tuvo otro protagonista central, Luis “Toto” Caputo, el “Messi de las finanzas” según el ex presidente Macri. El endeudamiento externo del Messi financiero orilló los 120 mil millones de dólares, de los cuales 44 mil millones correspondieron al préstamo más grande en la historia del FMI con cualquier país del mundo. Vale recordar cuando el Milei candidato vociferaba en los medios como Caputo se había “fumado” más 15 millones de dólares tomados en ese endeudamiento.
Hoy Caputo no es sólo un “Rockstar” a los ojos del ahora presidente, sino que es “el mejor ministro de Economía de la historia”. Sin embargo, ni durante su primer experimento ni ahora ese ministro parece confiar lo suficiente en su propio trabajo como para invertir él mismo sus ahorros en la economía nacional, como le recomienda hacer al resto de los argentinos.
En su última declaración jurada el titular de Economía declaró tener casi tres millones de dólares fuera del país, parte de un patrimonio que se incrementó 1.831% desde que es funcionario público. Cuando este mediodía fue consultado por esa situación por un periodista en la conferencia de prensa, “Toto” se enardeció y le exigió al cronista “rectificate en este instante”. Su enojo fue por la diferencia entre tener dólares bajo el colchón y tenerlos en el exterior. “Nosotros promovemos la libertad, tener dólares en el exterior no es un delito y el que quiera hacerlo puede hacerlo”, explicó.
Ante otra consulta de una periodista, que preguntó cómo generarían confianza en el sistema para que los argentinos que se quemaron con leche en el 2001 sacaran sus ahorros del colchón, Caputo no dejó lugar a dudas: “La forma más directa es votando bien”.
Esa es la postura de un Gobierno que se dice libertario pero parece coquetear con el comunismo al abalanzarse sobre los ahorros privados de la población y exigir el voto como única posibilidad de sostenibilidad. Funcionarios que una y otra vez llevaron a la quiebra el país, que resguardan su patrimonio en el exterior y se ufanan de ello, hoy alientan a la población argentina a un nuevo salto al vacío con serios riesgos de descapitalización. Lo hacen, además, llenos de soberbia y agresividad como si su trayectoria los avalara, cuando sólo acumulan en su historial fenomenales fracasos económicos. Claro, siempre que se lo mire desde la óptica de las mayorías. Si se piensa en clave de negocios personales probablemente sólo puedan contárseles triunfos, a ellos y a sus amigos. Difícilmente esta vez vaya a ser una excepción a esa regla.