Hacer un análisis de las elecciones es algo habitual para un politólogo, pero también es algo trillado y desafiante. Trillado, porque muchas veces resulta difícil agregar algo diferente a las observaciones hechas anteriormente. Desafiante, puesto que se busca encontrar, precisamente, esa cuota de originalidad. Intentaré evitar la primera alternativa y abonar a la segunda.

La pregunta recurrente detrás de cualquier jornada electoral es ¿Quién ganó? La respuesta va más allá de lo evidente del resultado electoral, o bien, intenta proyectar los números hacia adelante y sus posibles consecuencias políticas. El triunfo de La Libertad Avanza nuevamente apareció como una sorpresa para el escenario pre-electoral signado por encuestas que daban una elección pareja, lo que finalmente sucedió, pero como Leandro Santoro como ganador lo cual, no se plasmó en el resultado del escrutinio.

El resultado en favor de Adorni puede explicarse desde tres lugares posibles. El primero y posiblemente el más endeble, la distancia existente entre lo que se dice y lo que se hace, esto es, lo que se responde en la encuesta y lo que finalmente sucede. Cabe añadir que la diferencia menor a tres puntos en favor del oficialismo nacional está dentro de lo que se considera como margen de error entre las encuestas. Adicionalmente, cabe pensar en lo que se conoce como voto vergonzante y que varias personas no hayan manifestado su verdadera intención de voto frente a los encuestadores. Esta explicación podría tener mayor validez en el marco de la elección nacional de 2023 o la legislativa de 2021, pero no en un escenario donde La Libertad Avanza controla la presidencia.

Una segunda explicación puede rastrearse en la propia candidatura de Manuel Adorni y dos elementos claves alrededor de su campaña. A pesar del desdoblamiento de las elecciones para evitar arrastrar los efectos de la elección nacional a la arena porteña, el PRO no pudo con lo inevitable. Desde casi el principio de la campaña, Adorni se presentó como una prolongación del oficialismo a nivel nacional. Adorni es Milei fue un valioso recurso comunicacional destinado a transformar la elección de la ciudad en un plebiscito del Presidente y su gestión. A su vez, el vocero presidencial aprovechó sus intervenciones proselitistas para ungirse como la solución al kirchnerismo. En un distrito electoral no muy kirchnerismo friendly y con un PRO bastante tibio con sus propuestas, la transmutación del amarillo en violeta es razonable.

Finalmente los pronósticos electorales previos al domingo pudieron oficiar como un incentivo al cambio de voto. Considerando lo expuesto anteriormente y frente a la posibilidad de un triunfo del peronismo/kirchnerismo, algunos votantes podrían haber decidido un cambio de opinión a último momento. Esta explicación, junto con la candidatura de Adorni y sus implicancias, podrían ayudar a entender mejor la derrota del oficialismo porteño.

La elección porteña arrancó mal para el PRO antes de empezar. La decisión de Jorge Macri (con el posible beneplácito de la cúpula del partido) de desdoblar la elección no iba a evitar su nacionalización. Asimismo, en tiempos en los cuales la ciudadanía no se encuentra en los mejores términos con la política, hacer que el electorado porteño vaya dos veces en un plazo de cinco meses a votar, no es una sabia decisión.

Sumado a la decisión respecto de las elecciones está la selección de candidatos. Silvia Lospennato a diferencia de Adorni o Santoro no es una figura reconocida. Tampoco, en contraste con estas figuras, goza de grandes intervenciones públicas. Es posible que el no ser tan reconocida haya sido un intento de refrescar al partido y evitar algo del enojo cono la clase dirigente. No obstante, lo que en otro momento hubiese surtido efecto por la supremacía electoral del PRO en la Ciudad, no fue atinado para el escenario de 2025. También cabe pensar que el partido creado por Mauricio Macri anticipara una mala elección y decidiera la elección de una figura sin tanto nombre para poder usarla como chivo expiatorio y que otra figura, como Vidal pagase los platos rotos.

Una observación recurrente fue la baja participación electoral. Respecto a este punto se habló de la ausencia de los porteños en las urnas como un síntoma del enojo con la clase dirigente. Es posible que sea cierto. No obstante, si consideramos que la media de participación política en la ciudad en 2021 y 2023 estuvo alrededor del 70%, escenarios atravesados por el COVID y el enojo, la asistencia del 53% parecería no tener sentido. Una elección legislativa nacional no es igual a una municipal, y por ende, es posible que la no concurrencia haya sido una consecuencia del poco interés por lo que estaba en juego. A su vez, es cierto que la participación política en tiempos de enojo con la clase dirigente y los resultados tiende a incrementarse, y en algunos casos a volcarse hacia opciones no tradicionales. De ser así, la baja participación también podría ser un síntoma de conformidad con el rumbo político nacional.

Y entonces, ¿Quién ganó? La Libertad Avanza ha tenido una gran elección que posiblemente anticipe los resultados de las legislativas nacionales de octubre. Posiblemente, también marque el inicio de una nueva era donde el efecto luna de miel con el Presidente se esfume definitivamente y se exijan resultados. El peronismo porteño hizo una elección aceptable, donde estuvo más o menos en sintonía con el caudal de votos que obtiene en la Ciudad. De aquí que la estrategia de desperonizar, al menos estéticamente a Es Ahora Buenos Aires, no aportó más votos. Horacio Rodríguez Larreta tuvo una digna elección a pesar de contar con menos recursos. Cabe señalar que el resultado obtenido tampoco está en sintonía con una figura que supo gobernar la ciudad durante ocho años. Finalmente, está la derrota del PRO y un escenario futuro complejo. Por primera vez deberá gobernar con una legislatura esquiva, y al mismo tiempo evitar la fuga de dirigentes al espacio liderado por Milei. Lo primero es tal vez lo más sencillo, lo segundo no tanto. Es posible que en breve asistamos al nacimiento de La Libertad PROgresa.

Para cerrar, un último comentario respecto de la distribución territorial del voto. Los mapas de la Ciudad de Buenos Aires muestran una línea de fractura entre la zona norte de color violeta (antes amarrillo), con los barrios donde suele vivir la población con mayores ingresos y la zona sur, donde se impuso Santoro. Como diría Marx, la historia se explica a través de la lucha de clases.