Hay un consenso académico en señalar la existencia de un problema estructural que se manifiesta en el mercado de trabajo. Se generan empleos de calidad solamente para la mitad o menos de la población económicamente activa (PEA), mientras que el resto sobrevive entre la precarización, la informalidad y el desempleo.

Muchos/as investigadores/as consideran que este problema guarda relación directa con la revolución industrial basada en las tecnologías 4.0. Las investigaciones más serias han concluido que estamos frente a un nuevo paradigma informacional, en donde las tecnologías de la información y de la comunicación cumplen un rol fundamental.

Pero creer que este es un suceso meramente técnico supone no considerar el conjunto de ideas y de creencias que han prevalecido a la hora de organizar y de regular el trabajo en relación a las nuevas tecnologías digitales. La incorporación de estas en los ámbitos laborales es solamente el aspecto instrumental del problema.

Al complejizar nos topamos con el aspecto valorativo que es más profundo. Es un problema de concepción sobre cómo debe gestionarse el trabajo. Las tecnologías digitales no son un mero instrumento sino que están orientadas hacia determinados fines y valores. Esto significa que hay un conjunto de ideas y de creencias que orientan a aquellos/as que diseñan, desarrollan, implementan y ejecutan las tecnologías digitales que se aplican en los ámbitos laborales. 

Frente a la ruptura del consenso fordista, hacia mediados de los años 70 tomó relevancia el concepto de flexibilización para identificar aquellos factores que por su rigidez limitaban la productividad y la acumulación de capital. En los años ´90 la flexibilización ya era una verdad revelada que promovía instrumentos organizacionales, legales, y tecnologías digitales orientados a la reducción de costos laborales y al aumento de la productividad del trabajo. 

Esto significa que estamos tanto frente a un problema “técnico” como de orientación valorativa. En la fase actual del capitalismo, la utilización de las tecnologías digitales en la gestión del trabajo se orienta hacia la flexibilización con el propósito de acrecentar las ganancias de manera ilimitada. Esto implica organizar la producción minimizando el costo económico de las dotaciones y maximizando su rendimiento de manera que cuando los/as trabajadores/as ya no alcancen los umbrales de productividad requeridos puedan ser descartados sin rendir cuentas. He aquí los efectos precarizantes de la flexibilización que se hacen presente en el mercado de trabajo. Las tecnologías digitales son el vehículo instrumental de dicha orientación. 

El ejemplo más actual son las plataformas digitales de reparto. Estas empresas no reconocen un vínculo laboral con los repartidores y a la vez llevan a cabo una gestión algorítmica del trabajo.  Es decir, hay un seguimiento automatizado del trabajo pero sin reconocer derechos fundamentales como la obra social, el seguro médico, el aguinaldo y las vacaciones pagas. 

Las actuales tecnologías 4.0 son efectivamente una revolución tecnológica pero subsumida a la racionalidad de la flexibilización. Es decir, guarda la paradoja de la coexistencia de novedosos componentes tecnológicos cuya ética de implementación se remonta entre 30 y 40 años atrás.