¿Qué ha pasado durante su primera semana como presidente? El primer bombardeo a la “casta” y al Estado parecería haberse efectuado tras la reducción del número de ministerios. Si bien es cierto que el número de secretarias y subsecretarias también se redujo, todavía no hay un bosquejo final del organigrama ministerial para saber si efectivamente existió tal reducción o simplemente se escondieron las migas bajo la alfombra de la compleja estructura estatal.  En términos reales, la reducción es módica, pero el efecto sobre el votante cautivo es lo importante.

El ataque a la “casta” ha sido parcial y selectivo. La designación de Patricia Bullrich y Luis Petri como ministros son prueba de ello. La política, decía Max Weber, requiere una dosis de pasión que vaya más allá del profesionalismo. Así, la vieja política aparece como un elemento necesario para poder gestionar y llevar adelante un programa de gobierno. Ya sea por conocimiento de la maquinaria o de los engranajes capaces de hacerla mover, parte de la burocracia como de la “casta” han sido redimidos por el flamante Presidente.  Bajo esta nómina es posible incluir al embajador en Brasil, Daniel Scioli o al propio ministro de economía Luis Caputo.

Existieron gestos simbólicos acordes a las promesas de campaña. El día jueves, se derogó la modificación del decreto firmado por Alberto Fernández en el cual se establecían modificaciones a la seguridad de los ex presidentes. También se apuntó contra las jubilaciones de privilegios. Finalmente, se estableció la presencialidad obligatoria para los empleados públicos. Las medidas fueron acompañadas de un importante ruido en las redes sociales. Nuevamente, un gesto para el electorado.

Billetera mata galán se dice habitualmente, y las medidas económicas eclipsaron cualquier otra política adoptada por el gobierno. Como han señalado varios periodistas y el propio Caputo el día martes, Milei ganó diciendo que iba a realizar un importante ajuste en la economía y el Estado. Este ajuste tuvo su primer episodio con una devaluación de alrededor del 100% junto con el anuncio de una serie de medidas adicionales que se irán implementando con el correr de las semanas. La suba del dólar oficial fue acompañada por nuevas retenciones y cambios en las ya existentes. También implicó un aumento del impuesto PAIS para el dólar turista y una baja de otras percepciones dejándolo cercano a los $1350.  El impacto en los precios no se hizo esperar y el “sinceramiento” llegó al bolsillo de los argentinos. Quienes tuvieron la suerte de percibir su aguinaldo con antelación a la medida, pudieron cubrirse comprando bienes a la espera de los cambios económicos. Los que no tuvieron esa posibilidad o forman parte de la economía informal, experimentarán una merma considerable de su ya diezmado poder adquisitivo.

Es cierto que las medidas fueron acompañadas de ciertos paliativos para los sectores más vulnerables. Lamentablemente, el aumento en la tarjeta alimentaria y los planes sin intermediación de terceros no alcanzan para cubrir la brecha entre lo percibido y lo que devuelven los precios.

Como señaló el Presidente en su discurso inaugural y ratificó el ministro Caputo días después, se vienen tiempos difíciles. El problema radica en mensurar con claridad la magnitud del mal que se avecina. La quita de subsidios a las tarifas de servicios públicos y el transporte tendrán un impacto negativo sobre el salario. A diferencia de otros bienes y servicios, no hay demasiada elasticidad en la demanda, las personas no pueden dejar de consumir agua potable, en su defecto, reducirán su uso. Algo similar sucede con el transporte. Aquí es donde el problema de los subsidios se vuelve fundamental. Frente a ello, el gobierno parecería haberse percatado de las consecuencias inmediatas de la quita y empezó a deslizar la posibilidad de hacer una quita progresiva. Este nuevo escenario parece más prometedor y los efectos psicológicos del ajuste parecerían ser menos drásticos.

Paradójicamente luego de los anuncios, el dólar blue (o dólar libre) apenas registró subas. Los dólares financieros tuvieron un alza moderada, pero por debajo del dólar turista. Esto puede ser el resultado de tres cosas distintas. En primer lugar, la brecha cambiaria se redujo considerablemente tras la devaluación. Segundo, es posible que se esté especulando para ver qué sucede efectivamente con la economía y luego, cuando la tormenta escampe, aparezcan movimientos en la cotización. Finalmente podríamos estar frente a una incipiente confianza en el gobierno. Posiblemente sean las dos primeras. No es personal, es negocio dirían los inversores.

Algo que me ha llamado la atención en el transcurso de la semana son las pocas apariciones públicas del Presidente. Más allá de las declaraciones diarias de Adorni y la presencia de Milei en los festejos de Janucá, no hubo demasiados movimientos. Es posible que se quiera dar una imagen de trabajo duro y poco tiempo invertido en actividades protocolares y mediáticas. También, la delegación de los anuncios económicos en la figura de Caputo reduce el peso de la carga sobre la figura presidencial.

A principios del siglo XX, Leopoldo Lugones sentenció la llegada de “la hora de la espada”.  Un siglo después casi ha llegado la hora de la motosierra. Por el momento, los efectos son inciertos y hay más expectativa y ansiedad que entusiasmo. Cualquier análisis es tentativo y apresurado. Todavía no es posible endilgar responsabilidad alguna respecto del estado de las cosas a la flamante administración. Sin embargo, podemos estimar algunos resultados. Solo es cuestión de tiempo, pero también, el tiempo es dinero y como dijo el presidente: “No hay plata”.