Cada vez que charlo con vecinos de los sectores medios y de los barrios humildes surge, junto a la falta de empleo y a la inseguridad, la dificultad de llegar a fin de mes producto de la suba constante de precios, como una de las principales problemáticas que por estos días golpea a los más necesitados. Es en este marco de discusión que indagamos sobre los orígenes de la actual inflación, que según fuentes oficiales estuvo por encima del 40% el año pasado y que para el 2017 ya se calcula que estará alrededor del 25%, muy por encima del aumento salarial. 

Bajo este panorama desolador, acuciante para las grandes mayorías, el gobierno macrista insiste en que la causa de la inflación es de demanda, producto de la emisión monetaria. Repite el argumento en cuanto tribuna se encuentre. Ahí tenemos las expresiones de Dujovne, Sturzenegger, Cabrera, Braun, Castro y cuanto ortodoxo ande dando vuelta por la Rosada. La visión monetarista del gobierno plantea que la emisión de dinero viene a hacer la causa de todos nuestros males, fundamentalmente, de la inflación. El argumento monetarista puro es que en un marco de pleno empleo sin capacidad instalada ociosa, toda emisión monetaria aumenta la demanda de bienes, la cual va a parar a precios.

Sin embargo, y sólo desde una posición empírica, el enfoque del gobierno resulta profundamente equivocado no hay prueba alguna que muestre que la causa de la inflación sea la emisión de dinero. Hoy existe un 40% de capacidad instalada ociosa, la cantidad de dinero se contrajo a lo largo de 2016 a excepción de diciembre, mes en el cual aumentó, posición que continuó en enero de 2017, pero que ya en febrero se había estabilizado e incluso retrocedido en los meses subsiguientes. A su vez, el consumo no para de caer y los precios aumentan. Este gobierno está logrando un hecho inédito que casi no encuentra registro en nuestra historia económica los precios aumentan y el consumo se desploma. El "mejor equipo de los últimos 50 años" puede presentar sus logros en el libro Guinness; sin dudas, serán publicados.

Los precios no crecen por la demanda, sino por el aumento de costos. En un marco de caída generalizada del consumo, la suba de tarifas de los servicios públicos impacta en los costos y eso se traslada al precio final de bienes, fundamentalmente, de alimentos.

El comerciante y el fabricante tienen que trasladar el aumento de costos a los precios finales para defender su propio negocio. Por eso la caída del consumo y de los agregados monetarios no garantizan que baje la inflación. La inflación no se detendrá mientras el gobierno persista en aumentar las tarifas de los servicios públicos por más que el consumo se deteriore permanentemente. Esto también demuestra que la política de suba de tasa de interés para controlar la demanda y, de esa manera, disminuir la inflación, resulta profundamente incorrecta. Estamos frente a una inflación de costos y no de demanda

El plan se está dando de patadas con la realidad. Aquí lo único que tenemos es aumento de pobreza, precios, desempleo, cierre de fábricas, incentivo de la timba financiera y caída del salario real. El PRO está construyendo una nueva República la de la deuda, la pobreza y el desempleo.

Frente a esta coyuntura devastadora, resulta imperioso que el gobierno modifique el camino recorrido en materia de precios. La única manera de parar la inflación es incrementando la inversión. Para eso es necesario incentivar el consumo (¡Nadie invierte si no tiene a quién venderle!). De esa forma, se producirá un aumento de la demanda agregada, que incentivará a PyMes y grandes empresas a invertir, provocando una ampliación de la oferta de bienes, lo cual presionará a la baja de precios. Además, se conseguirá que aumente el empleo, otro grave flagelo que nos azota por estos días en la Argentina macrista. Resulta imprescindible cambiar el esquema conceptual que hoy aplica el gobierno al universo económico, al menos si no queremos un país donde el desempleo, el hambre y la miseria se conviertan en una nueva escena del costumbrismo local.