La semana pasada se dio finalmente la anunciada suba de tasas de interés de referencia de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que pasaron a un ratio de entre el 0,5 y el 0,75% anual. Pero además de ello, el comunicado de la entidad liderada por Janet Yellen anuncia otras tres subas más para el 2017. Las conclusiones son de manual inversiones de cartera más rentables en los Estados Unidos operarán, como sucede siempre, al estilo de una aspiradora sobre los fondos líquidos (especulativos, para decirlo con todas las letras) que hasta hoy están valorizándose en los países periféricos. Conclusión habrá menos dinero y más caro para el mundo subdesarrollado. Esto incluye inversiones bursátiles de riesgo, pero también préstamos endeudarse será más oneroso y difícil que en los años anteriores.

Si a esto le sumamos el enrarecimiento del clima económico internacional tras la victoria de Trump, tenemos el combo perfecto para explicar por qué países como la Argentina, que venían endeudándose a todo vapor a lo largo de 2016, tuvieron que poner el freno a partir de noviembre. Evidentemente esto es un problema para Macri, cuya estrategia económica depende de lograr más deuda en 2016 (el Congreso le autorizó hasta 40.000 millones de dólares, de los cuáles sin duda deberá utilizar al menos 25.000 millones). Este encarecimiento y menor disposición de fondos líquidos extranjeros no afectan sólo las colocaciones de nuevos bonos de deuda nacionales o provinciales, también pone en duda la continuidad de lo que se denomina el carry trade ingresar dólares al país, pasarlos a pesos, aprovechar algún instrumento de deuda local con altísima tasa de interés en pesos (la estrella 2016 fueron las LEBACs) para después volver a dólar y realizar una diferencia en la moneda norteamericana única en el mundo. Si eso se termina o al menos se reduce, entra en riesgo la renovación de la astronómica masa de LEBACs (más de 600.000 millones de pesos, con vencimientos promedio en 60 días), lo que implica una seria llamada de atención de la capacidad regulatoria del Banco Central.

Pero los problemas de una suba de tasas de la Reserva Federal mas los anuncios económicos de Trump no se terminan allí todos los analistas acuerdan en que se viene (de hecho ya empezó a suceder) una fuerte revaluación del dólar. Esto implica un segundo efecto negativo para economías como la nuestra la caída del precio de las commodities. De esta ley (sube el dólar, baja el precio de la soja, el trigo, los minerales), sólo hay que exceptuar al petróleo, cuya fuerte cartelización hace que sus vaivenes de cotización dependan de otros factores. Pero, en lo que a países como la Argentina respecta, podemos afirmar con seguridad que si se estabiliza un dólar más alto con respecto al resto de las monedas lo que seguirá será el fin del superciclo de buenos precios para los bienes agrícolas que se vivió durante casi quince años. Sumémosle a esto que la aparente guerra comercial que Trump se dispone a lanzar seguramente ralentizará más aún el crecimiento chino y el de los otros brics (entre ellos Brasil).

En conclusión la apuesta de volver al mundo de Macri siempre fue de bajo vuelo. La llegada de nuevas inversiones, con el presente escenario, está cada vez más lejos. Zafar de corto plazo con más deuda externa se hace cada día más caro. Peor aún, tal vez no nos salve ni la cosecha de soja. El equipo estrella de Macri resultó ser un chapucero al no poder ni siquiera leer estas mínimas señales de la política y la economía mundial. Al final, el famoso equipo de las estrellas de los Ceos solo servía para meterle la mano en el bolsillo a los trabajadores y llenarle las alforjas al gran capital