La estrategia del neo-gradualismo
El Gobierno no va a tener los recursos que tenían los Kirchner y no tiene acceso al mercado de créditos que tenía Macri. ¿Cómo financiarse?
El nuevo gobierno de Alberto Fernández enfrenta un desafío grande y casi imposible para resolver: necesita balancear las demandas de la sociedad para mejorar sus condiciones de vida y al mismo tiempo evitar que la Argentina caiga otra vez en un default. Pero no es un desafío nuevo para un flamante gobierno argentino. Desde la independencia, Argentina ha caído en default ocho veces. Es un record que casi no tiene igual en el mundo, pero para los de afuera parece difícil de comprender.
Argentina es un país lleno de recursos naturales y talento humano que debería asegurar un crecimiento de manera sostenible. En realidad, una de las razones por las que el país tiene este problema de ir cayendo en default es gracias a su abundancia de recursos y una clase política que no está al tanto para manejarlo.
Fundamentalmente, Argentina cuenta con una economía que no ha podido escapar de su dependencia a los recursos naturales para financiar su crecimiento, con una alta incidencia de importación. Cuando los precios de los commodities son buenos, Argentina es capaz de importar y el Estado se beneficia con una recaudación más alta, especialmente si hay retenciones. Con más recursos, el estado gasta más y mientras los precios y/o cantidades suben, no hay problemas.
Este escenario es perfecto para los políticos, que piensan en ciclos de dos años dadas las elecciones legislativas. Con alto niveles de recursos y con la recaudación basada en un fragmento de la sociedad que es débil políticamente, el campo es una receta perfecta para el populismo. Esto pasó durante la época de los Kirchner (2003-2015), cuando usaron de manera discrecional la caja para premiar o castigar los factores de poder (gobernadores, sindicalistas, movimientos sociales); Néstor y Cristina, con la asistencia de Alberto Fernández, crearon un movimiento político hegemónico casi sin precedentes.
Pero en algún momento, normalmente una crisis financiera (1929 o 2008) con el populismo cae en crisis. Cuando los precios de los commodities caen, los gobiernos evitan como pueden un ajuste de gasto, porque siempre hay una elección a la vuelta de la esquina. Solamente cuando una crisis golpea fuertemente, el problema del tamaño del gasto se revela en todo su profundidad.
Un ejemplo de esto en la Argentina contemporánea es el gasto en el sistema de previsión, que expandió su cobertura sin aumentar los contribuyentes bajo el mando de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando Sergio Massa estaba al frente del ANSES y Alberto Fernández cómo jefe del gabinete. Esa expansión ahora es un caballo de Troya para cualquier intento de controlar el gasto, que es central para ofrecer credibilidad a los acreedores en la renegociación de la deuda.
Durante el Kirchnerismo, sin acceso a crédito, ellos usaban la maquinita para imprimir pesos y aumentaban los impuestos para cubrir gastos. Desde 2011, eso aumentó la inflación y dañó el crecimiento de la economía, la caída de la PBI per cápita en Argentina tiene casi una década, demostrando que esta crisis tiene una raíz estructural.
El gobierno de Macri, también intentando evitar un ajuste brutal, decidió apelar a los mercados de crédito para cubrir los gastos altísimos heredados del gobierno anterior. Con el diario del lunes, el pecado original de Macri era su plan de gradualismo, que intentó bajar el déficit fiscal con cortes de subsidios pero, fundamentalmente, el eje del plan era el crecimiento económico para evitar cortes de gasto social y de obras públicas. Para evitar un ajuste, Macri sacó $74 mil millones de dólares en deuda.
El nuevo gobierno de Alberto Fernández está apostando a una estrategia que podemos denominar neo-gradualismo. El flamante ministro de economía, Martín Guzmán en su primer discurso cómo ministro proclamó: “Argentina tiene de converger a una situación de equilibrio fiscal en la cual alcanzar superávit primarios”. Esto es nada menos que gradualismo. El problema es que, el nuevo gobierno no va a tener los recursos que tenían los Kirchner y no tiene acceso al mercado de créditos que tenía Macri. El gran interrogante es ¿cómo van a financiar este neo-gradualismo?
Obviamente, la renegociación de la deuda es una variable que ellos esperan apostar en los recursos para aumentar la demanda y crear crecimiento económico. Pero la otra variable, es aumentar los impuestos, con la ley de Solidaridad y Reactivación Productiva (El uso de solidaridad es un eufemismo para decir impuestos.) El problema de esa estrategia es que los impuestos normalmente bajan el poder adquisitivo y daña el crecimiento. Entonces, resultan dos fuerzas opuestas en la economía. El último recurso que ellos piensan en utilizar es el excedente de Vaca Muerta como un segundo boom de los commodities para financiar otro gran aumento de gasto estatal. El problema es que el sector está en crisis gracias a la incertidumbre política del nuevo gobierno y temen la pesificación de las tarifas. Con la deuda y Vaca Muerta, Argentina depende de los capitales extranjeros y por esa razón apelaciones a la solidaridad no tienen sentido.
No es obvio como sale Argentina de esta encrucijada, porque tiene raíces en su estructura política y economía que son difíciles de cambiar. Una cosa que da esperanza es la transición pacífica entre los gobiernos de Macri y Fernández y la esperanza es que con una oposición dispuesta a ayudar a gobernar el país, Argentina puede hacer las reformas necesarias para salir del estancamiento.
*PhD en ciencias políticas por la Universidad de Toronto. Twitter: @NicSaldias